La vida de cada ser humano esta plagada de infortunios y dificultades, son muchos los momentos difíciles por los que tenemos que pasar antes de conseguir los objetivos que nos hemos propuesto en la vida, y es que son justamente todos los inconvenientes que encontramos a nuestro paso el combustible que necesitamos para salir adelante. Por tal motivo no debemos lamentarnos ni protestar por lo difícil del camino y comprender que con cada paso que avanzamos sobre la adversidad nos vamos fortaleciendo pues nos vamos conociendo, solo superando cada dificultad sabremos cual es nuestra capacidad para asimilar y surfear esas dificultades, por tanto abramos nuestra mente y nuestro corazón para no poner resistencia ante los tropiezos y sinsabores de la vida ya que son ellos nuestros aliados, es a través de ellos que vamos a aprender a leer los libros que necesitamos para nuestro bienestar, desarrollo y felicidad.

Todos los seres que habitamos este planeta hemos venido a cumplir una misión, nuestras almas están en evolución, por tanto hemos venido a aprender las lecciones de vida que necesitamos para crecer y evolucionar, de modo que los momentos duros, tristes y amargos es en donde mas aprendemos a valorar la vida, son esos momentos los que descubren nuestras capacidades ocultas, tal vez necesitamos calmarnos o pensar con claridad, quizá necesitamos desarrollar la sensibilidad o cultivar la paciencia, en fin cada quien necesitara pasar por momentos difíciles para descubrir todo su talento y potencial y de esa forma llevar a cabo su misión, es por ese motivo que no debemos rendirnos hasta alcanzar lo que anhelamos en la vida y aprender a triunfar de manera fluida.

Quiero compartir con ustedes el poema del poeta argentino alma fuerte que describe como deber la actitud de los seres ante las tormentas de la vida, dice así:No te sientas vencido ni aun vencido, no te sientas esclavo ni aun esclavo, trémulo de pavor piensa te bravo y acomete feroz ya mal herido, ten el tesón del clavo enmohecido que ya roto y ruin vuelve a ser clavo, no la cobarde intrepidez del pavo que amaina su plumaje al primer ruido, procede como Dios que nunca llora, o como Lucifer que nunca reza, o como el robledal cuya grandeza necesita del agua y no la implora que grite y vocifere vengadora ya rodando en el polvo tu cabeza.