EL TRABAJO DE LA ABEJA: Microrrelato y fotografía originales de Michel Camacaro

Rumiaba de rabia la atareada abeja, mascaba con furia y libaba con saña, esa mañana no tenía humor alguno para salir a trabajar. Pensaba sobre el trabajo, deseaba irse libre, siempre pensó que era mucha carga para ella, mucha responsabilidad alimentar a una colmena.

—¿Es que no hay nadie más? —musitaba, mientras andaba de flor en flor. Pasado ya un rato, de gruñidos y maldiciones, escuchó débilmente, que entre el susurro del viento y la fragancia de las flores se colaba un tenue sonido. —“Aquí, por favor aquí” —le gritaba una flor, la pequeña abeja huraña se sorprendió tanto que casi se quedó congelada en el aire— «después de todo las flores no hablan, eso es una tontería pensaría cualquiera de la colmena» —pensaba confusamente. Voló curiosa y se posó en el centro dorado y esponjoso, entonces un abrazo, cálido como amanecer de verano la acurrucó.

 

—Necesito tu ayuda —la abeja se aborchornó, nunca nadie le había pedido su ayuda y esa petición hacia que se sintiera confundida y apenada.

 

—¿Cómo podría ayudarte?

 

—¿Ves aquella flor en la cima de esa montaña?, me gustaría que la visitarás directamente sin pararte en otra flor.

 

—¿Y eso cómo te puede ayudar? —inquirió la abejita rápidamente.

 

—Le amo desde hace mucho y quisiera que tuviese mi polen, pero está tan lejos y hay tantas otras flores en el camino que las abejas nunca llegan con mi mensaje, por eso decidí hablarte, ya pronto estaré vieja y me marchitaré, antes de que eso suceda me gustaría saber que no fue la suerte la culpable de habernos cruzado. Como recompensa te daré el más dulce néctar que he elaborado y mi mas grande agradecimiento.

 

La abeja no lo pensó mucho, libó a la flor con alegría, esa que da el sentirse útil, disfrutó tanto de su néctar que se dió cuenta que su trabajo era muy dulce, elevó el vuelo cargada con el dorado polen de la anciana flor y se marchó rauda a entregar su mensaje.

 

Nunca más maldijo su suerte, desde ese día sentía fue la primera en salir y la última en llegar, volar no era una carga, era una bendición y la única diferencia era que ahora se sentía útil haciendo las cosas por amor y no sintiéndose utilizada.

 

"Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal" Friedrich Nietzsche (1844-1900). Filósofo, poeta y filólogo alemán

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Este microrrelato es de la serie Microcosmos: