Isvelys Bracho
Entrar a un supermercado, agarrar un carrito de esos tradicionales y meter algunas cositas según permite el bolsillo, es un gusto placentero que ya había olvidado presionada por la necesidad de estirar el dinero en mercados populares para poder comer a diario como lo manda Dios.
Ayer lo hice y créanme que casi digo: ¡aleluya, aleluya, aleluyaa! El placer es tranquilo y sosegado pero merecido, pues al hacerlo una se percata de la enorme distancia que hemos trillado entre lo necesario y lo posible.
Y ustedes se preguntarán ¿bueno y cómo lo hizo?, se sacó la lotería y yo respondo: me metí en esto del emprendimiento y lo hice porque francamente lo necesitaba no solo desde lo económico sino desde lo espiritual.
Sucede que una se acostumbra-malamente- a meterse en la cresta de la ola negativa de la política y el populismo, del pesimismo consumado y de la desesperanza que al sistema le conviene. Yo me dije pues no me da la gana y ahora hago de todo un poco. Soy la nana de una niña preciosa que me necesita, con ella me divierto y exploro esa necesidad de ayudar un poco al país, pues si Ana crece sana, fuerte y con metas, algo habré sembrado en ella.
Como aún era poco el dinero, me metí en la onda de las redes sociales de donde me ayudo con un ingreso extra. Esta parte es interesante porque estamos acostumbrados a creer que los de “tercera edad” ya estamos acabados y no tenemos derecho a innovar. No es así. Escribo por aquí, escribo por allá, así ayudo a evitar un Alzheimer y de paso me divierto y ahorro, además ahora vendo algunos artículos de consumo (ojo no bachaqueo) y por allí voy resolviendo la vida. Todo esto para al menos poder agarrar un carrito de supermercado y olvidar por un momento la rutina que los seudo gobernantes no ha impuesto.
Aún me faltan tres metas de emprendimiento. Quiero capacitarme como maestra chocolatera, no solo porque es una forma de sembrar país a futuro sino porque estoy convencida que ese es el nuevo petróleo del futuro venezolano, ello mientras creo mis propias recetas sobre comida de guerra guiada por un grupo que se llama “Aguantando la pela en Venezuela”.
Por si fuera poco también quisiera hacer promoción turística del país y dictar charlas sobre cómo llegamos a esto y cómo debemos salir. ¿Ustedes creen que a mis 56 se puede inventar todo esto?, Yo creo que sí.
PD: Esto lo escribo después de tres días intentando culminar mi historia en medio de una enorme crisis eléctrica, Pensé en no contarla pero una vez más me convenzo que la ideologización no logra su propósito cuando hay convicciones firmes.
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