Mi viejo amigo

Todas las noches me siento frente a la ventana,
veo como las estrellas gimen,
las ramas aletean ante la caricia del marchito viento,
me embriago con su perfume veraniego,
entre volutas de humo de tabaco
y la fría copa de vino blanco en mi mano.

Veo la luz parpadeando entre la oscura soledad de mi regazo,
la vieja chismosa persignándose cuyo miedo delata,
la ramera de la esquina carcomida por la sífilis,
la gata follando,
el aullido de los perros alardeando la llegada de mi viejo amigo.

El reloj marca las 3 de la mañana,
Siempre tan puntiagudas las agujas,
que sin titubeo alguno mata al tiempo,
¡Tan puntual!
Está allí frente a mí,
sonriente y elocuente,
con ojos grandes y filosos dientes,
su piel traslúcida,
esperando que le invite a pasar.

Es que es tan cortés mi viejo amigo el diablo,
a pesar de su olor nauseabundo,
y la agonía que a cuestas arrastra,
que cada día asciende hasta mi morada,
para arrebatarle a mi mente la serenidad
mientras nos emborrachamos y fumamos hasta volver a despertar,
con las sábanas mojadas y el aroma seminal.