“La pasión es una cosa bastante aterradora porque si tienes pasión no sabes dónde te llevará”
-Jiddu Krishnamurti-
Algunos son notas que deciden proyectarse en un día que no encuentra su amanecer, otros son la añoranza repetida de lo que no pudo ser, hay quienes bailan entre letras, metáforas, símiles, antítesis y demás figuras literarias, para encerrar en algún significante tanto dolor, extrañamiento, o fraccionamiento de su alma en cada pérdida. Otros se conforman con la vacuidad inmersa en el no sentir con demasiada fuerza, como quien vive con anestesia para no experimentar con mucha pasión. Otros estamos sencillamente rotos, somos un manojo de cosas quebradas que no encajan ni rearmando la totalidad de sus piezas nuevamente, porque hasta su misma forma inicial se descompuso en la implosión de aquello, alrededor de lo cual significaron sus vidas.
¿Y si dejara de rebuscarme entre metáforas que no logran más que bailar con el abstracto de la inequívoca añoranza? Quizás me encontraría con el hecho implacable de que más allá de aquello que tanto critico por ser falso e inventado, no tengo muchas cosas que justifiquen mi existencia. Puede que me tope con que sin todas las batallas imaginarias que tanto me canso de señalar, no haría más que divagar constantemente intentando comprender mi existencia.
Entonces te sientas, revalúas tu posición y te percatas de que la vida es la constante construcción de torres de cartas que se terminan cayendo y algún imbécil viene a decirte “que esto se trata de disfrutar el viaje”. Pero qué caso tiene sentar las bases, luchar las batallas más duras, amar con la pasión más desmedida, si siempre terminaremos recogiendo las cartas sobre la mesa de vidrio de la vida inconforme.
Lo único imperecedero parece la añoranza de lo que prometió no acabarse y la idea de que nada dura lo suficiente como para que no se quiebre sin remedio.
Me encuentro en reflexiones y divagaciones de quiénes viven capítulos de mi vida con otros actores. Algunos giros argumentales son diferentes y encuentro una que otra disimilitud geográfica; pero en esencia, se sienten incompletos, ligeramente desquebrajados como yo. Quizás hay cierta adicción inevitable en la montaña rusa de las pasiones e ideales intensos, esos que te rompen las piernas, los brazos y el alma misma, pero te recuerdan que estás vivo.
Puede que la vida sea el constante extravío de nosotros mismos, como un juego en el que cada derrota, se traduce en la pérdida de elementos de tu esencia, que ya no vuelves a recuperar. A veces pienso que la única constante se encuentra en la pérdida de todo aquello a lo que nos alcanzamos a aferrar, que debemos aceptar lo efímero de la vida misma sin sujetarnos con demasiada fuerza, aceptando que sólo damos los pasos en la pieza musical y no la elijimos.
La vida es un juego de contrastes, al fin y al cabo no hay otra forma de valorar la existencia, pero no se si estoy de humor para transitar con mi sonrisa cínica el jodido círculo cromático que aún me resta por discriminar. Aún así, encuentro paz en los abrazos que buscan más que su propio calor, en los besos que buscan más que su propia euforia y en el amor que se quiere más que a sí mismo. Sonrío en el rostro de quien me quiere en mi cinismo, en mi abstracción, en mi absurdo, en mi pasión. Debe ser que hay ángeles que a veces quieren bailar con los hombres, esos que lo perdieron todo, esos que quedaron varados en medio de una canción en el salón de una vida que se quedó lejos de lo que imaginaron. Ángeles que ven a través de las cenizas del infierno del que ascendiste y arriesgan sus alas sólo para elevarte y colocarte de pié, puede que intenten devolverte tu humanidad, que procuren encender la hoguera de los ideales de tu existencia; aún cuando no puedes garantizar el no incinerar sus alas.
Jamás pedimos aferrarnos con todas nuestras fuerzas a lo que nos arrancó los brazos de la motivación, cuando nos fue arrebatado. Pero tampoco pedimos la abnegación de quién se empeña en ver la luz a través de la opacidad de nuestros ojos desesperanzados. Que fortuna que aún queden ángeles en el infierno.
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Me trepo como una enredadera en todas tus letras, y me abrazo a ellas porque me identifico con ellas, con ese sentir que si es tuyo, nos hace afines. Te envío un abrazo.
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Que bellas palabras, es un placer que te hayas encontrado en mis palabras. Es bueno saber que he logrado transmitir eso para ti. Un gran abrazo gracias por tan lindo comentario :).
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