Cuando hacer una maleta te enseña a cerrar ciclos.

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Hola comunidad, hoy quisiera hablarles acerca de algo que he estado pensando bastante rato en los días que me dispuse a hacer las maletas para emigrar de mi país.

Resulta que se me ha hecho algo muy nostálgico éste suceso porque tuve un sentimiento que me arropó el alma y estoy segura de que a todo emigrante le ha pasado y por eso quise compartir con ustedes éste breve análisis.

Me pasó que llegué por fin al apartamento donde vivo alquilada, después de un arduo día de trabajo y diligencias, me dije que de esa noche no pasaba que de verdad me sentaba a revisar toda mi habitación para clasificar todas mis pertenencias entre lo que me puedo llevar conmigo y lo que debo dejar aquí.

Luego de unas horas de un intenso registro de cada rincón de mi habitación, ya tenía la cabeza un poco mas clara al respecto de como iba a organizar mi maleta y mi morral para el viaje, comencé a sacar mis prendas de vestir, una a una y mientras más veía prendas más me emocionaba y me las ponía encima como si entrara a una tienda a probarme todo lo que veo. Al rato, ya parecía un payaso con aquella extraña combinación de prendas juntas, sumando la incomodidad y el calor que me generaba tener tanta ropa encima, entonces me la quité y las lance a la cama dividiendo cada prenda por su importancia.

A medida que pasaban las horas, la cama se iba llenando de más ropa hasta vaciar el closet, una vez vaciado, me quedé perpleja mirando la montaña de tela y aquí empezó el proceso numero 2, el más difícil: Escoger definitivamente que me voy a llevar.

A decir verdad, ésto de hacer maletas no me resultó en un día así que me tomé 1 semana entera. Terminé haciendo 1 maleta grande con la ropa más importante que voy a necesitar al llegar, luego organicé una caja de ropa no tan importante que puedo mandar a enviar luego y luego otra caja con una gran cantidad de ropa para regalar.

Ok y aquí por fin voy a lo importante:

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1-

Haciendo maletas me di cuenta de algo bastante delicado, una de ellas es que pasamos la vida siendo unos malagradecidos aunque no estemos lo suficientemente consciente de esto, quizá no lo hagamos directamente con una mala intención pero lo cierto es que nunca sabemos que tan bendecidos hemos sido en la vida hasta que nos paramos frente a todas nuestras pertenencias y comenzamos a ver que cada una contiene una esencia importante para nosotros, a veces ni nos acordamos cuando la compramos o nos la regalaron, pero no queremos soltarla ni regalarla aunque sepas que vas emigrar, porque es algo que ha estado contigo un largo tiempo aunque no lo hayas tomado en cuenta de sobremanera, y esto se aplica a todo lo que nos rodea.

2-

Como cuesta desprenderse. ¡Guao! En serio como cuesta y cuanto duele desprenderse de las cosas. Justo cuando clasificaba y separaba las prendas me costaba hasta en el alma poder aceptar que habían cosas que tenía que dejar quisiera o no, no sólo porque no podía llevarlas conmigo sino porque era hora de que pudiera hacérsela llegar a alguien que pudiera darle un uso mejor que yo. Porque muchas cosas eran sólo objetos que tal vez no les prestaba atención pero eran importantes para mi, sin embargo, debía regalar algunas de ellas porque ya era hora y ademas de eso, podía comprarme una parecida o hasta mejor, fuera del país. Pero eso es algo que nos cuesta entender como emigrantes, cuesta entender que viene una nueva vida y que todo va a cambiar quiera o no porque vas a empezar de cero porque así lo decidiste o así te tocó, como muchos de los emigrantes Venezolanos.

Lo que quiero decir...

Hacer todo ésto por estos días tan llenos de pocas horas de sueño y estrés me enseñó que todo tiene su ciclo y que debemos educarnos a creer que cada ciclo tiene un tiempo de comienzo y final. Ambos tiempos son difíciles de aceptar, pero debemos enseñarnos que es lo correcto, porque no podemos anclarnos al pasado y temerle al futuro, cada acontecimiento que llega a nuestras vidas tiene un por qué y para qué, sea positivo o negativo.

Entre todo este largo proceso entendí que lo mejor es vivir la vida desprendido, porque nunca vamos a estar en un sitio definido, todo es tan incierto que no tienes tiempo de pensar que puede ser de ti hoy o mañana. Hoy yo estoy aquí, en mi penúltimo día en mi ciudad natal; nerviosa, asustada, ansiosa y triste por tener que despedirme de mis amigos, de mis pertenencias, de los lugares que visité y amé, de mis familiares, de mis conocidos y de cada cosa que tuvo importancia en todos estos 24 años viviendo aquí pero a la vez me siento feliz y alegre porque no hay que temerle a los cambios, la mayoría son buenos y esto es sólo otro comienzo más, como todo ciclo en la vida y trataré de adaptarme a lo que vendrá.

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Gracias por leerme una vez más, ya les estaré contando como ira mi viaje y mi nueva vida, que tengas un feliz día.