De una fangirl a un ídolo perdido — Ilustración + anécdota

Hola de nuevo, comunidad de Steemit.

Hace un tiempo que no paso por aquí, pero hoy quisiera compartirles algo que hice, algo que siento y, que a su vez, cuando lo pienso mucho, me resulta tonto.

Si han seguido mis posts por un tiempo, habrán visto que soy lo que se considera una fangirl en muchos aspectos. Como adolescente, fui fanática de sagas de libros, de películas, de artistas, de cosas que, con el pasar de los años, en lugar de desvanecerse, han crecido conmigo y han dejado su huella, porque contienen memorias simples, felices, de tiempos que igualmente lo fueron.

Verán, en un post anterior lo mencioné a medias, pero por muchos años he sido ferviente fanática del género K-Pop. Si son de mi país, quizás relacionarán esto inmediatamente con esas convenciones geek que se realizan a menudo en distintos estados, y hasta harán alguna mueca de desagrado, por la fama de inmadurez que tienen muchas seguidoras del género, especialmente de este lado del mundo. En fin, siempre me he considerado ajena a cómo la gente lo vea, porque es una parte de mi vida que se ha mantenido dentro de lo simple y feliz a pesar de las adversidades. Tuve pósters pegados en mi pared (que conforme fui creciendo, y para complacer a las expectativas que se tenían de mí al alejarme de la adolescencia y entrar a la adultez, debí despegar y guardar), pasé días enteros frente al computador viendo videos, soñé con ir a conciertos y visitar el país de origen del género con el propósito de ver a mis grupos favoritos, y hasta intenté en más de una ocasión aprender el idioma. Con el pasar de los años, el fervor de mi fanatismo comenzó a apagarse, pero no por eso desapareció.

(viejo póster en mi habitación)

Y si voy a hablar de esto, debo entonces mencionar a mi grupo favorito, SHINee.

SHINee es un grupo con el que, prácticamente, crecí. Existen hace exactamente nueve años y ocho meses, pero los descubrí a los catorce, en el 2011, durante un concierto en Japón transmitido por MTV. Mi amor por ellos y sus canciones fue instantáneo. Recuerdo incluso, no sin cierta gracia, que como regalo de mis quince años por parte de mis mejores amigas obtuve un póster gigante, mandado a hacer por ellas, de este grupo. Como cualquier niña loca por alguna boyband popular, tenía un integrante favorito, trataba de aprender las coreografías y las letras de sus canciones, veía cada show en el que aparecían, y en fin. Pero, al igual que cualquier niña loca por alguna boyband, estos se convirtieron en algo así como un refugio, como un escondite secreto dónde sentirme segura cuando las cosas estaban mal, y en los momentos más difíciles de mi adolescencia, recurría a esas mismas canciones, a esos mismos videos y shows para sentirme de nuevo yo. Para experimentar nuevamente esa sensación de simplicidad y alegría.

(SHINee interpretando su canción, Excuse Me Miss)

Eventualmente conocí otros grupos, y conforme crecí, otros géneros que hicieron mi gusto por K-Pop más sutil, pero los mantuve conmigo, y siempre que lo necesité, aunque pasaran los años, volví a ellos como si no hubiera pasado un sólo día, coreando las letras y imitando con torpeza aquellos bailes que tanto me empeñé en aprender.

El dieciocho del mes pasado desperté con una noticia. Jonghyun, el vocalista principal de SHINee, había muerto.

La vocera de dicha noticia fue mi mejor amiga, a quién además, conocí gracias a nuestro mutuo fanatismo por el grupo. Observé por mucho tiempo el teléfono, como en shock, mirando los miles de posts en las distintas redes sociales dónde solía mantenerme al tanto de lo que ocurría en el mundo de ese género musical que tanto me gustaba. Todos confirmaban lo que mi mejor amiga me había dicho; las fans de SHINee llorando la pérdida de Jonghyun, el mundo del fandom solidarizándose con nuestro dolor. Fans en el hospitals, fans llorando, fans en los conciertos, las últimas palabras de Jonghyun, fotos del estado actual del resto de los integrantes, tantas cosas que a mí me parecían tan mentira.

Recuerdo que, en medio del shock, intenté quizás explicarlo a algún familiar, sin ver frutos. Yo tenía esta presión extraña en el pecho, y ellos sólo podían preguntarme cómo podía sentirme tan mal por alguien a quién nunca había conocido.

Jonghyun tenía veintisiete años. Era una de las voces más privilegiadas del género, y uno de los compositores y productores más talentosos de este. Defendía, también, tantas causas que yo defendía por igual. Hablaba del racismo, del feminismo, de la homofobia, en una sociedad en dónde hablar de ello es tabú. Otra cosa de la que hablaba abiertamente era de su salud mental, de su depresión. Mi admiración por él iba más allá del hecho de que fuera un cantante guapo de un género que me gustaba. No había necesidad de que lo conociera personalmente, pues sentía que podía identificarme con él.

(Jonghyun interpretando una versión al coreano de Y Si Fuera Ella, original de Alejandro Sanz)

Con el pasar de los días, vi los homenajes realizados para él en distintas partes del mundo, incluyendo mi misma ciudad, a los que por supuesto, no fui capaz de asistir. Atestigüé incluso cómo fanáticos de otros géneros le restaron importancia a la pérdida, encogiéndose de hombros y alegando cosas como "bah, ni que fuera Chester Bennington". Me pregunté si así se habrían sentido aquellas personas que crecieron con la música de Linkin Park.

Así que, con mi necesidad de despedirme de él como motivación, realicé algo en su honor, lo único que siento que realmente puedo hacer bien. Un torpe agradecimiento de una fangirl a su ídolo perdido.

(Adjunto las imágenes con el único propósito de demostrar mi autoría)

Sin más que agregar, me despido de ustedes, steemians, y me despido finalmente de Jonghyun.