Aunque no crecí en un hogar cristiano, agradezco a Dios por la fuerte influencia del protestantismo en mi VIDA. Agradezco a Dios también que la misericordia de Dios halla alcanzado también la vida de un hermano de sangre y toda su familia
Mi meta, entonces, es darles a todos diez razones por las que soy protestante. No debo pero Dios me dice hacerlo!
1.- Soy protestante porque creo en la supremacía de las Escrituras El protestantismo enseña que las Sagradas Escrituras son la norma autoritativa tocante a nuestra fe y conducta. La Palabra de Dios es más importante que cualquier teólogo, concilio, decreto papal, tradición eclesiástica, confesión, catecismo o declaración de fe. Cuando los primeros reformadores comenzaron a predicar y a escribir por Europa, querían volver a las fuentes del cristianismo (ad fontes) con el fin de recuperar el mensaje central de las Escrituras, el cual se había perdido a lo largo de la edad medieval. En este espíritu Lutero proclamó abiertamente ante la Dieta de Worms (1524): “Salvo el caso de que me venzan y me refuten con testimonios de las Sagradas Escrituras o con argumentos y motivos públicos, claros y evidentes […] no puedo ni quiero retractarme”.
2.- Soy protestante porque creo que la salvación es por la pura gracia de Dios No hice nada para merecer la salvación: ni buenas obras ni peregrinaciones ni largas oraciones ni una decisión personal. ¡Nada de nada! La salvación me encontró porque al Padre celestial le plació escogerme en Cristo conforme a su multiforme e inexplicable gracia (Efesios 1:4). Los primeros protestantes se gloriaban en la salvación efectuada por el Señor Dios todopoderoso. Durante muchos años el lema del movimiento protestante fue: “¡La salvación es del Señor!”
3.- Soy protestante porque creo en la justificación por la fe Donde el catolicismo romano destacaba la necesidad de buenas obras para alcanzar la justificación, el protestantismo aclaró que Pablo había enseñado que la salvación es únicamente por un don de Dios llamado la fe. Esto no quiere decir que los creyentes no tengan que hacer buenas obras. Pero la diferencia reside en que tales buenas obras no salvan a nadie; simplemente son el fruto de un corazón agradecido al Señor por la salvación ya realizada. El creyente protestante, entonces, cree que es declarado ‘justo’ delante de Dios por su fe en el Hijo de Dios: nada más y nada menos. Fe, por cierto, que es por la pura gracia de Dios (Efesios 2:8).
4.- Soy protestante porque creo que Cristo es la Cabeza de la Iglesia En vez de apelar a María como corredentora o al Papa como la cabeza de la Iglesia; nuestros antepasados protestantes subrayaron una y otra vez que la Iglesia tiene una sola cabeza, esto es, el Señor Jesucristo (Colosenses 1:18). Aun antes de la Reforma, había predicadores tales como Juan Wycliffe en Inglaterra y Juan Hus en la República Checa compartiendo la misma doctrina. En palabras de Hus, “Ni el Papa ni los cardinales son la cabeza de la santa Iglesia universal. Sólo Cristo es la cabeza de la Iglesia”. No obstante, fue a través del ministerio de Lutero que esta verdad se propagó con más vigor por el continente europeo.
5.- Soy protestante porque Dios merece toda la gloria El problema principal que los reformadores vieron en relación a la teología católica fue que ésta le robaba a Dios algo de su gloria. Puesto que Dios merece toda la gloria, un sistema eclesiástico que sigue haciendo hincapié en las obras meritorias de las vírgenes, los santos difuntos y los creyentes acaba quitando algo del esplendor del Evangelio de la libre gracia de Dios revelada en Cristo Jesús. De allí que los primeros protestantes exclamaron: Soli Deo gloria, es decir, sólo a Dios la gloria. ¡Nunca al hombre!
6.- Soy protestante porque creo en la centralidad del púlpito Los reformadores cambiaron el formato de las iglesias dónde invocaban el nombre del Señor. En vez de tener un crucifijo, la virgen y la mesa de la eucaristía colocados en el lugar central de la plataforma, los protestantes reemplazaron todo esto con el púlpito. ¿Por qué el púlpito? Porque simbolizaba que el eje de la Iglesia es la voz del Omnipotente, la Palabra de Dios. Hasta el día de hoy, muchas iglesias protestantes siguen con la costumbre de dejar una Biblia abierta encima o justo por debajo del púlpito por esta misma razón. El centro de la Iglesia no es la virgen ni la mesa ni la guitarra, el teclado o el bajo, sino la Palabra de Dios, el tesoro más valioso de todos. Gracias a los esfuerzos del reformador suizo Ulrico Zuinglio en Zúrich, nació lo que hoy día conocemos como la predicación expositiva. El protestantismo se deshizo de las homilías, optando más bien por predicaciones poderosas a partir de las Escrituras.
7.- Soy protestante porque creo que tengo acceso directo a Dios en Cristo En vez de pedir que otros santos o vírgenes intercediesen ante el trono celestial por ellos, los reformadores sabían que tenían acceso directo a la presencia de Dios mediante la obra expiatoria impecable del unigénito Hijo de Dios. Uno de los versículos más citados por los reformadores y los puritanos fue precisamente 1 Timoteo 2:5, el cual dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”.
8.- Soy protestante porque creo en el sacerdocio de todos los creyentes El protestantismo nunca aceptó la división católica entre clérigos y laicos, la cual daba a entender que un oficio era supuestamente más santo que otro. Todos los hijos de Dios podían servir a Dios en sus ámbitos distintos sin la necesidad de ser un ministro a pleno tiempo. En una ocasión Lutero comentó, “Un zapatero que hace zapatos para la gloria de Dios es un santo ministro del Evangelio”. Con esto quiso decir que no hace falta estar en un púlpito para servir a Dios. No hay tal cosa como un sector secular. Todo es sagrado si andamos en Cristo, seamos peluqueros, profesores o periodistas.
9.- Soy protestante porque casi todos mis héroes son protestantes Además de Lutero y Zuinglio, casi todos mis héroes en la actualidad son de corte protestante. En el siglo XVI pienso en el gigante francés Juan Calvino; en el siglo XVII están todos los puritanos británicos que me fortalecían el alma mientras estudiaba en la universidad en Belfast (los que más me bendijeron fueron Richard Baxter, John Owen, Stephen Charnock y mi puritano favorito, Thomas Watson); en el siglo XVIII están George Whitefield, tal vez el más dotado predicador desde los tiempos apostólicos, Jonathan Edwards y John Wesley; en el siglo XIX, J.C. Ryle y el inolvidable Charles Spurgeon en Londres; y luego, el siglo pasado, el príncipe del protestantismo británico, Martyn Lloyd-Jones además de J.I. Packer y el recién difunto ex ministro principal (First Minister) de Irlanda del norte, Ian Paisley. ¿Qué tenían todos esos hombres en común? Respuesta: pasión indomable por las Escrituras y un celo vivo por la gloria de Dios. Todos eran protestantes.
10.- Soy protestante porque los frutos del protestantismo son espectaculares Hasta el día de hoy, el protestantismo sigue siendo reconocido por su fuerte ética de trabajo. Según el Índice de percepción de corrupción, la mayoría de los países menos corruptos del mundo son de trasfondo protestante. Ya que los protestantes creen en la doctrina bíblica del pecado original y la depravación del ser humano, exigen transparencia a nivel socio-político y establecen mecanismos públicos para que no se dé la corrupción institucionalizada.
Soy vaso fragil, de tal manero ruego a Dios que se haga siempre su voluntad y no la mía!! Amén!!
Alejandro Ulises Arceo Montalvo.
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excelente gordooooooo
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