¿Podemos ver acaso a la corrupción como un espectro de maldad?
SI por un lado queremos validar al fenómeno complejo y siempre presente de la historia de la humanidad como que la corrupción es en gran medida producto de la desigualdad de poder, en el sentido más lato del término,, y que no de si alguien es bueno o malo, marcando ya un escisión entre la moralidad de la cuestión misma como fenómeno, y superar las barreras entre las diferentes moralidades.
Para establecer como ya puede verse desde la visión universalista kantiana, de si hay quienes acumulen tanto poder como para saltarse las reglas, es casi seguro que se van a saltar las reglas. Generando como elementos acumuladores a los niveles de casta, y clanes, así como de estratos o las llamadas clases sociales que sean jerarquizadas más allá de los elementos no democráticos en los esquemas alejados de la modernidad como los que se manifiestan en la revolución francesa.
Esos tres grandes ideales: igualdad, libertad y fraternidad. Para caer en la cuenta de que es ese poder extra puede provenir de la centralización del poder económico (desigualdad económica) o político (autoritarismo-existencia de élites). Las burocracias y las élites pueden actuar con ventaja al tener acceso a información que se le niega al resto de la ciudadanía.
La mejor garantía contra esa corrupción es que no haya diferencias de poder tan excesivas. Es decir, igualdad económica, gobierno transparente, democrático y horizontal. En un contexto así no habría nadie con capacidad de tomar ventaja alguna o de librar el castigo en caso de hacerlo.
Logrando generar los espacios para iniciar paso a la llamada problemática biopolítica.