¿Cómo logramos que las comunidades víctimas confíen en la institucionalidad y la democracia si sus reclamantes son asesinados? / Jeison Riascos
Siguen siendo asesinados líderes sociales en regiones históricamente afectadas por el conflicto, ante la impotencia del Estado y la frustración de quienes le apuestan a la democracia colombiana. Uno de los casos recientes, además, tiene el agravante de que involucra al Ejército en hechos que todavía no han sido aclarados de manera suficiente. Crecen las tensiones entre la población, la Fuerza Pública y los grupos al margen de la ley; brillan por su ausencia las soluciones que muestren resultados tangibles. ¿Nos quedó grande el posconflicto?
El 26 de enero fue asesinado el guardia mayor de la comunidad embera, Eleázar Tequia Bitucay, de 41 años, quien participaba en una minga educativa. Según el Ejército, Tequia Bitucay murió cuando intentaba desarmar a un uniformado. Sin embargo, la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) rechazó esa versión y pidió una investigación rigurosa. En Chocó hubo marchas de indígenas lamentando la muerte y entonando arengas en contra de la Fuerza Pública. Es claro que este no era el escenario que esperábamos encontrar después del Acuerdo de Paz.
Es necesario que pueda explicarse, sin lugar a dudas, lo que ocurrió en la muerte del líder. No tenemos motivos para cuestionar la buena fe del Ejército y el país ha visto cómo las tensiones de las protestas han venido escalando, pero por eso mismo debe haber una investigación que le explique al país lo ocurrido.
Según la ONIC, desde la firma del Acuerdo de Paz con las Farc han sido asesinados 46 indígenas en todo el país. Esto dentro de un marco de 170 indígenas, afrodescendientes y campesinos líderes sociales que fueron asesinados en el 2017, según información recolectada por Indepaz.
No vamos a entrar de nuevo en el debate estéril de la sistematicidad, que tanto distrae a los miembros del Gobierno de Juan Manuel Santos. Pero, además del caso que venimos discutiendo, en los últimos días ocurrieron dos muertes más que duelen en la conciencia nacional.
Temístocles Machado, líder cívico de Buenaventura, reconocido por la defensa de su comunidad en temas de títulos de propiedad, servicios básicos, seguridad y acceso a la justicia, fue baleado por desconocidos. Ayer, Nicomedes Payán, fiscal de la Junta de Acción Comunal de Mamuncia, en López de Micay, costa pacífica caucana, también fue asesinado.
¿Qué podemos hacer? ¿Por qué el Estado no puede proteger a sus líderes? ¿El reto de los grupos ilegales es más grande de lo que se está confesando? ¿Cómo logramos que las comunidades víctimas confíen en la institucionalidad y la democracia si sus reclamantes son asesinados?
Como retomó Jaime Arocha en su columna para El Espectador, un trino del Proceso de Comunidades Negras en respuesta a la muerte de Machado resume la situación muy bien: “¿Hasta cuándo la defensa de toda forma organizativa del pueblo negro tiene que costarnos la vida?”.
Mientras Colombia no sea capaz de contestar a esa pregunta, seguirá siendo muy difícil hablar de paz.
How do we get victim communities to trust institutionality and democracy if their claimants are killed? / Jeison Riascos
Social leaders continue to be murdered in regions historically affected by the conflict, given the state's impotence and the frustration of those who bet on Colombian democracy. One of the recent cases, in addition, has the aggravating circumstance that it involves the Army in events that have not yet been sufficiently clarified. Tensions are growing among the population, the Public Force and groups outside the law; the solutions that show tangible results shine by their absence. Was the post-conflict long?
On January 26, the main guard of the Embera community, Eleázar Tequia Bitucay, 41, was murdered, who participated in an educational minga. According to the Army, Tequia Bitucay died when trying to disarm a uniformed man. However, the National Indigenous Organization of Colombia (ONIC) rejected that version and requested a rigorous investigation. In Chocó there were marches of indigenous people lamenting the death and chanting harangues against the Public Force. It is clear that this was not the scenario we expected to find after the Peace Agreement.
It is necessary to be able to explain, without doubt, what happened in the death of the leader. We have no reason to question the good faith of the Army and the country has seen how the tensions of the protests have been escalating, but that is why there must be an investigation that explains to the country what happened.
According to the ONIC, since the signing of the Peace Agreement with the Farc, 46 indigenous people have been killed throughout the country. This within a framework of 170 indigenous, Afro-descendant and peasant social leaders who were killed in 2017, according to information collected by Indepaz.
We are not going to enter again into the sterile debate of systematics, which so distracts the members of the Government of Juan Manuel Santos. But, in addition to the case that we have been discussing, in the last days two more deaths occurred that hurt in the national conscience.
Temístocles Machado, Buenaventura civic leader, recognized by the defense of his community in issues of title deeds, basic services, security and access to justice, was shot by unknown persons. Yesterday, Nicomedes Payán, prosecutor of the Community Action Board of Mamuncia, in López de Micay, Cauca Pacific coast, was also killed.
What can we do? Why can not the state protect its leaders? Is the challenge of illegal groups bigger than what is being confessed? How do we get victim communities to trust institutionality and democracy if their claimants are killed?
As Jaime Arocha resumed in his column for El Espectador, a trill of the Process of Black Communities in response to the death of Machado summarizes the situation very well: "Until when does the defense of all organizational form of the black people have to cost us our lives? "
As long as Colombia is not able to answer that question, it will still be very difficult to talk about peace.