PRIMER CONCURSO DE RELATOS EROTICOS PAPIKIWI 07/01/2018

El café de sus ojos era penetrante y con solo una mirada mi cuerpo estaba a su merced. No podía explicar lo que me hacía sentir ¿Y qué decir de sus labios? Definidos, carnosos y tan suaves que mi sentido racional quedaba completamente anulado. Con suma delicadeza bajó la cremallera de mi vestido, haciendo que la fina tela se deslizara por mi cuerpo; dejando entrever mi blanca piel, iluminada solo por un minúsculo rayo de luz de luna que se colaba entre las gruesas persianas que adornaban las ventanas de la habitación. Mi mirada se encontró con la suya, haciendo que me perdiera en ese color café que tanto me gustaba. Pronto nuestras manos se entrelazaron y comenzamos a andar en dirección a la enorme cama dispuesta en el centro de la recámara; el resonar de los tacones, inundó las paredes del lugar, más al acercarnos a la alfombra no dudé en bajar de ellos para acomodarme sobre las gruesas y suaves mantas que reposaban prolijamente sobre la cama. Sus manos estuvieron pronto sobre mi piel, repasó mis labios con su dedo pulgar y de forma pícara dejé un pequeño beso sobre este, arrebatándole una media sonrisa, de esas que te desarman. Cuando creí que nuestras bocas se encontrarían la una con la otra, exhalé levemente, quedando totalmente sorprendida puesto que su boca se había depositado en mí mejilla, dejando un suave beso sobre mi piel, tan suave que me arrebató un suspiro. Pronto sus labios comenzaron a dejar un camino de ósculos sobre mi anatomía, pasando por mi cuello; en donde se entretuvo al dejar plantados sus besos húmedos y como consecuencia, sentía humedecer cada vez más mi entrepierna. Sus manos se posaron sobre mi pecho, con toda la intención de desabrochar mi brasier de encaje negro para continuar con aquel camino de besos que me arrebataban pequeños jadeos y suspiros. Al no tener la tela entre sus manos, sus insistentes caricias sobre mi pecho hicieron que me removiera inquieta y queriendo llevar mis manos a su espalda, con la intención de minimizar el espacio entre nuestros cuerpos, me detuvo. Su mirada se encontró de nuevo con la mía, dejándome muy en claro quien estaba al control de la situación, por lo que tomó mis dos manos y las llevó sobre mi cabeza para evitar así un nuevo contacto con su tostada piel. Inmediatamente reanudó el camino de besos húmedos que anteriormente había comenzado a trazar, bajando por mi abdomen, haciendo que mi piel se erizara al momento en el que sus dientes, tomaron la tela de mis bragas, las cuales deshizo en un tirón que fue acompañado por un jadeo que se coló nuevamente de mi boca para rápidamente mordisquear mi labio inferior en lo que mi mirada buscaba la suya una tercera vez, más fue en vano puesto que tras dejar un mordisquito en mi intimidad, comencé a sentirme acalorada y de forma instintiva eché mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. Mi respiración se había acelerado, así como los latidos de mi corazón de solo pensar que pronto sería suya y solamente suya. El calor se concentró en mis mejillas, las cuales se habían tornado en un rojo intenso al momento en el que el rostro de la morena que tanto me gustaba, se adentró entre mis piernas. Segundos más tarde, mis ojos se abrieron de par en par; algo desorientada froté mis ojos, miré a mí alrededor y me hallé a mí misma sola en la habitación.