RECORDAR ES VIVIR
Era un acto de graduación de ingenieros, donde estaba mi hijo Eddie Clark, hoy una joven promesa de esta especialidad, tan fundamental en una sociedad que quiera desarrollar su potencial tecnológico.
Era en el Teatro Baralt, del que tantas historias nos han contado, o más bien, de las tantas que hemos sido protagonistas. Recuerdo mi época de estudiante de primaria en la Escuela Simón Rodriguez y como nos llevaron a dicho recinto a presenciar una obra de marionetas. Las marionetas que fueron el alma, la contemplación de muchas impresiones de nuestra inocencia.
Mi hijo, feliz, nos dice que el teatro, fue el primer recinto mágico que contempló en su infancia, cuando eran llevados de la mano de sus maestras a esta espectacular arquitectura. Los frescos interiores, las pinturas, el espíritu de los grandes artista que dejaron entre sus paredes su arte inmortal, de alguna manera lo tocaría.
Y yo, en una esquina contemplando todo aquello que era como una revelación, una epifanía, me traía las voces de los magos que una vez detuvieron el tiempo, las sopranos de cuyas voces me enamoraría y al lado los balcones de la Casa Morales, o de la Capitulación, donde Morella Muñoz me embrujaría con sus aguinaldos tan bellos, y ahora que es diciembre, vuelve el delicioso retorno de todo lo que he vivido en estas calles, en estas plazas que inmortalizan la mirada, los poemas que leí en dicho balcón de una antología de gente del lago que, preparó para nosotros Velia Bosch; y también retorna la imagen de Giomar Sánchez con su cabellera abundante y la de las Gárgolas recogiendo la bendición de las lluvias.
