La Maja Peluda y La Maja Arropada, Francisco de Goya y Lucientes. Febrero de 1825.
De todos es sabido que su estancia en Burdeos, entre 1824 y 1828, devolvió parte de la paz perdida al corazón del pintor.
Lo que apenas se sabe es la verdadera razón de esto: en Diciembre de 1824 el rey Trufo hizo llamar a don Francisco de Goya para servir temporalmente como pintor de cámara en la corte picholetera. Goya aceptó desempeñar dicha labor de manera totalmente voluntaria bajo graves amenazas por parte del rey, y de esta última etapa de su vida salen dos de sus más reconocidas pinturas. Se dice que el cuerpo que utiliza como modelo no es el de la auténtica Yuka, sino el de nosequé duquesa de vete tú a saber qué... De cualquier manera, es conocer a esta perrita adorable lo que ayudó a sanar el espíritu herido del pobre hombre, que tan solo tres años después regresaría a Francia para descansar en paz tranquilamente.
Se puede observar el trazo inconfundible que caracterizaba su estilo, precursor de vanguardias como el expresionismo y, en este caso, el hiperrealismo.
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