Ese domingo de enero despertó con los rayos del sol que se colaban por la ventana. Ya era cerca de media mañana. A pesar de que estaba empezando a aflorar el calor del día, sintió un frío inquietante, interno. Como ansiedad, como nervios concentrados en el estómago que podrían confundirse con "mariposas", pero en ese caso, mariposas ansiosas. Como si supiera lo que ahora va a acontecer, y lo sabía. Sabía lo que venía. Era la despedida.
Él seguía a su lado, dándole la espalda, dormido. No supo cuánto tiempo estuvo viendo esa espalda llena de lunares que amaba recorrer, que subía y bajaba al ritmo de una respiración suave, pero tuvo que haber sido un tiempo algo prolongado, porque seguidamente sonó el teléfono, que la sacó de sus profundos pensamientos. Era el de él. Se levantó y contestó.
— ¿Diga? ¿Sí? Vale, ya me visto. ¡Vale vale, lo haré rápido! Nos vemos.
— ¿Ya te vas? —Se apresuró a preguntar.
— Me temo que sí. Es hora de irme.
Sabía que no volvería a verlo por un tiempo. Así pasaba, siempre. Él venía a su regazo, buscando calor y compañía, una que otra noche fría y oscura. Ella le proporcionaba el calor necesario para desaparecerse algunos días, y luego volver a aparecer. Un ciclo sin fin. Aunque siempre deseaba que se quedará, sólo un rato más. Pero nunca lo hacía. Intentar detener un alma libre es como intentar sostener agua en tus manos, siempre se escapa un poco de ella entre tus dedos, hasta que finalmente termina derramándose, inútilmente.
Se conocían desde hace tiempo. Buenos amigos, aunque ella siempre lo vio como algo más, pero sabía que nunca sería posible. Él, de gran actitud, seguro de sí, que sabía que podía tenerlo todo, o eso pensaba. Ella, incapaz de detener a ese huracán de emociones y corazones rotos, besos, sábanas y almohadas compartidas, decidió guardarse sus sentimientos, pensando que algún, finalmente, iban a desvanecerse.
Tenía la ligera certeza de que, en algún momento, tenía que desprenderse. Soltarlo, no esperar. Liberarse de esas ataduras a las que ella misma se había atado, ante aquella figura delgada, sensual y de cabello alborotado a quién siempre esperaba pacientemente, con ansias, a que aquel calor que le proporcionaba se disipara pronto y regresara, nuevamente, a sus brazos. A esa cama que conoce tanto, a esa habitación y esas 4 paredes que han sido testigo de mucho y que han tenido que callar, junto a ella.
— ¿Vas a volver pronto? —Preguntó, mientras lo observaba vestirse. Ya sabía la respuesta.
— Probablemente tenga que salir de la ciudad por unas semanas. Ya sabes, —vaciló antes de continuar— cosas de trabajo. Te llamaré cuando regrese.
También sabía que cada vez que él regresaba, volvía a abrir la herida que estaba intentando cerrarse una vez que se había marchado. Volvía a arrancar la costra que tanto había intentado formarse. Pero le era inevitable no volver a caer. Sentía una ansiedad del tamaño de la habitación cada vez que se iba. Como si al irse, se estuviese llevando un trozo de ella, un trozo de su aire para respirar. Se asfixiaba. Sentía como se hacia pedazos, otra vez. No, no debía, ya era hora de dejar todo un lado. No valía la pena. No, no. No puedo volver. No, le amaba, no quería dejarlo, quería que él la viera finalmente con los mismos ojos con los que ella lo veía. Con las mismas ansias que ella tenía de abrazarle, quedarse con él un rato más, sólo un rato más. Quédate, quédate. De pronto notó que estaba pensando en voz alta.
— Sabes que no puedo. Debo irme ahora. —Sostuvo su mochila, se la colgó a los hombros. Tomo su chamarra, y se tomó unos segundos para verla, aún en la cama, con sólo la cobija que habían compartido esa noche tapándole. La besó en la frente.
— Te llamaré cuando regrese. ¿Esperarás acá?
Sabía que al responder esa pregunta, debía responderse a sí misma.
— Quizá. —Respondió finalmente.
Quizá esperaría, quizá permanecería ahí, en esa habitación que los dos compartían cada vez que él regresaba, esa habitación desordenada que guardaba ese secreto de ambos fingiendo una mentira, fingiendo algo que nunca será real por más que ella lo anhele. Pero no por mucho.
Me gustó bastante, se nota tu estilo y ahora hay que pulirlo :D seguramente pronto serás una maestra de la redacción. Además, me emociona tenerte como competencia <3 abrazo :3
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Gracias por tu apoyo siempre <3. En realidad no sabía de ese concurso hasta que vi tu publicación, pensé: "¿Por qué no?", y me animé a escribir algo. Tengo mucho que pulir, no me considero muy buena que digamos, pero por lo menos me gusta y sé que puedo progresar cuando logré "agarrarle el ritmo".
Muchas gracias y ¡éxitos!, ¡un abrazo!
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Me alegra que te haya motivado a escribir. Nunca dejes de hacerlo por favor; te mando un abrazo enorme
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