El Agua Mágica
Un día como buen hijo inseguro, me dirigía a casa de mi madre; pasaba frente al hospital cuando un hombre salio corriendo por la puerta de emergencias, desbocado se caía y se volvía a levantar, pero seguía corriendo. De pronto levanto la cara, tenia riachuelos de sangre; parecía cada surco en su cara una manguera a la que le colocaban un dedo en la punta. Me miro, sus ojos casi se salían de sus orbitas, como quien mira su última esperanza y salto sobre mí; me decía: ¡Sálvame hermano, sálvame!, yo solo cumplía órdenes, no fue mi culpa. En un momento una turba salio de todos lados, personas que salían de la puerta de emergencias, de los carros, de los árboles, los vigilantes se encimaron y yo con miedo, solté al hombre, pero… la fuerza de la turba era tal, que me golpearon como un puño gigante bien cerrado; me lanzaron a ocho metros del individuo.
Desde el suelo pude ver como lo masacraban, niños le daban con su triciclo, cepilladeros lo atropellaban con su carrito, viejitas que lo ripostaban con su busaquita de monedas, aparte de hombres corpulentos, enfermeros, médicos, los cuales usaban palos, piedras, macanas, rolos, cortaúñas, motosierras, martillos hidráulicos, etc..
Yo siempre me caracterice por tener una gran intuición y en ese momento intuí que al sujeto lo querían matar y como de costumbre no me equivoque, lo mataron.
Luego los ánimos se fueron calmando, después de tres horas solo quedaban un tuerto, un epiléptico y una embarazada golpeando el cuerpo muerto.
Llevaron el cuerpo, o lo que quedaba del, dentro del hospital. Yo estaba desconcertado, tenia que saber que había sucedido, si no lo averiguaba me podía dar parálisis facial de la angustia; los seguí a dentro del hospital. Allí era un mundo extraño, primer hospital que conocía con un ambiente feriado. Todo el que llegaba era recibido con los brazos abiertos la sonrisa era la protagonista en las caras de la gente, pero lo que llamo mas mi la atención sobre manera era que todos, absolutamente todos comían mango.
Así pues que le pregunte a un vigilante, el cual me respondió con la boca llena que esos mangos tenían poderes curativos y los enfermos se salvaban milagrosamente gracias a esa bendición de Dios.
La mata de mango estaba en el medio del hospital y me llevo a conocerla, de hecho me brindo un mango, ¡sabia muy bien! No me aguante y pregunte por el hombre que habían linchado, me atreví por qué me pareció una de esas personas que como no han leído un libro, solo saben hablar lo que sea de los demás.
Efectivamente, me contó que el tipo lo encontraron a dos metros del árbol con una motosierra y esta era demasiado importante para la comunidad, como para que ese malcriado lo cortase. Le pregunte donde estaba el cuerpo, me dijo –sígame. En el camino me comí otro mango.
Allí en la morgue estaba lo que quedaba del pobre hombre, un tipo lo lavaba con una manguera; otros dos hacían lo mismo con uno que había muerto de sida y otro de lepra.
Llamo mi atención el agua con que lavaban los muertos, iba toda a desembocar en una carretera que tenia como final la mata de mango…