Hace pocos años escribí el que podría ser perfectamente mi primer pequeño cuento. No soy muy dado a escribir, pero probablemente lo haré más a menudo.
Sin más delay, os dejo con el pequeño cuento y doy por inaugurada mi cuenta en Steemit.
Cuenta la leyenda,
que los antiguos alquimistas
del lejano oriente,
eran los hombres más sabios
sobre la tierra.
Todo lo que se sabe de ellos,
ha sido contado por quienes
tuvieron la fortuna de verles.
Lo único que se conoce,
era la prueba de ingreso
con la que examinaban
a los voluntarios
que decían conocer los
secretos de la vida
y querían ser llamados alquimistas
como los grandes maestros.
Se encerraba al voluntario
en una cueva en total oscuridad.
El voluntario portaba unas cerillas
con las que podía encender
las velas que le rodeaban.
Una vez encendidas las velas,
los voluntarios pasaban a leer
un libro con símbolos,
y debían interpretarlos.
La mayoría de los voluntarios
observaban atentamente
las instrucciones y enigmas
que encontraban en el libro,
conseguían la oración
que les revelaba un mensaje
totalmente demoledor:
"No has entendido"
Los voluntarios se decepcionaban y se impacientaban, puesto que no entendían cómo era posible que semejante mensaje fuera la respuesta que buscaban.
Desconcertados, los voluntarios aceptaban la realidad de su derrota frente a la prueba de conocimiento de los alquimistas.
Pronunciaban las palabras que confirmaban su rendición y, a modo de contraseña, se accionaban unas puertas que les permitían salir del lugar.
Más de mil voluntarios fracasaron y nunca supieron por qué.
Nunca más tuvieron la fortuna de acercarse a los secretos de los alquimistas.
Hoy 27 de diciembre de 2004, expongo al mundo esta información y además expongo todo lo que no sabíamos hasta hoy del funcionamiento de la prueba de los alquimistas de la antigüedad.
Aquí detallo la forma en la que los verdaderos alquimistas demostraban que podían ser llamados de esa forma, puesto que conocían la gran verdad.
Atención: los voluntarios perdían la prueba en el mismo instante en el que encendían una cerilla.
Solo unos pocos alquimistas hubo en el mundo en aquellos tiempos, que tenían éxito en la gran prueba.
Ellos eran los verdaderos alquimistas puesto que:
Nunca encendieron una sola cerilla.
Nunca hubo un mensaje a descifrar.
Nunca hubo una contraseña. Nunca.
La manera correcta de salir del habitáculo era cuando los examinadores abrían los portones donde se encontraba encerrado el aspirante, pero sólo las abrían al haber pasado 3 días desde que el voluntario se encerró dentro. Sin agua. Sin comida.
Un verdadero alquimista no necesitó nunca encender una cerilla para observar el habitáculo.
Un verdadero alquimista no necesitó nunca leer un libro para conocer una respuesta.
Los verdaderos alquimistas sabían que la sabiduría real residía en sus propias mentes. Eran sus mentes las que conocían la verdad.
Un verdadero alquimista, al ser preguntado por la verdad en una habitación a oscuras, sabría que la verdadera respuesta era permanecer prestando atención sólo a su mente, y allí tenía todas las respuestas necesarias.
Conocían el gran secreto de que su mente era capaz de proporcionarles toda clase de riquezas, abundancias, gozos y conocimientos. Solo tendrían que imaginarlas.