El extraterrestre Rok estaba harto de vivir en Súlex, un planeta árido y silencioso perdido en el universo. Cada día era igual que el anterior y ya no lo soportaba más.
– Entre que somos pocos y no hay nada interesante que hacer, me aburro más que una piedra pómez.
Acababa de cumplir trescientos años y, dado que su esperanza de vida era milenaria, todavía se veía a sí mismo como un tipo joven con muchas ganas de disfrutar y cumplir algunos deseos pendientes.
– Creo que salir de la rutina y conocer sitios nuevos me vendrá muy bien. ¡Ha llegado el momento de concederme un capricho y lanzarme a la aventura!
¡Dicho y hecho! Para celebrar cifra tan redonda decidió tirar la casa por la ventana y regalarse un viaje espacial. Si algo le apetecía con locura era ver mundo, o mejor dicho, otros mundos.
En el planeta Súlex no había estaciones del año ni nada parecido, pero sus habitantes sabían que cuando la luz del amanecer era anaranjada se daban las condiciones perfectas para volar por el espacio. Por esa razón, Rok aguardó la llegada de una mañana color salmón para cargar a tope la batería de su nave último modelo y salir a investigar fuera de los límites conocidos.
– Al fin voy a realizar el viaje sideral que tantas veces he soñado. ¡Qué emoción!
Los extraterrestres no necesitan traje de astronauta para
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