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¿Alguien ha visto a mi madre? ¿Saben dónde está? La hubieran conocido; una mujer espléndida, de esas que se la pasan de arriba para abajo todo el día, haciendo mil y un cosas a la vez como sólo una ama de casa sabe. Una de las personas más eficientes, quizás, que jamás haya existido en mi vida. Nunca nada se encontraba fuera de lugar en la casa, nada hacía falta y nada sobraba. Mi madre era una mujer cariñosa ─lo fue con mi hermano, al menos─ y apasionada en todo. Ahora, el polvo danza sobre los muebles con sardónica gracia, deseoso de recordarme la ausencia de ella. 𝘚𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘪𝘰́.
Cada mañana nos preparaba el almuerzo y nos acompañaba al jardín de niños. Cada tarde esperaba paciente en casa, con la cazuela humeante en la estufa, a que nosotros llegáramos de la secundaria. Cada noche la escuchaba deambular intranquila por toda la casa, en espera de mi hermano, quien seguramente se había escapado a alguna fiesta con sus cuates. Yo la recuerdo; recuerdo cuando salía a fumarse un cigarrillo junto a sus caprichosas petunias, o cuando remendaba los pantalones rotos de mi hermano. Nadie más la miró llorar en silencio en su habitación porque el estrés la sobrecogía, nadie más se enteró de los castigos que nos imponía por desobedecerla. Que me llamen mentiroso si llego a decir que alguna vez la vi doblegarse ante nada, siempre terca. Como sus caprichosas petunias. Ésa era mi madre. Hace meses que ella no está. 𝘋𝘦𝘴𝘢𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰́.
¿Saben dónde se encuentra? Tres años atrás, habría acompañado yo a mi hermano a una de sus tantas fiestas ─mamá lo consentía con los permisos─, habría ido con él de no haber sido porque simplemente no me dio la gana. Ella me recriminó siempre por el accidente. Lo veía en su mirada, las palabras eran claras a pesar de que nunca brotaron de sus labios: "𝘴𝘪 𝘩𝘶𝘣𝘪𝘦𝘴𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘥𝘰 𝘵𝘶́ 𝘺 𝘯𝘰 𝘦́𝘭...". Por algún tiempo, pensé igual. Mas cuando la vida toma su propio curso, incierto sobre las indómitas aguas del destino que resulta imposible virar el timón en otra dirección. Siempre supe a dónde me llevaría la marea salvaje. ¿Creen saber, entonces, dónde está mi madre?
Está donde siempre quiso estar, donde se merece. Debieron haberla conocido, porque entonces comprenderían mis motivos. Yo la quise mientras pude, mientras la tuve. Pero es que nunca la tuve. Ella no fue mi madre, sino la de mi hermano. Me cansé de vivir martirizado, de nunca ser suficiente, porque no era 𝘦́𝘭. ¿No la han visto todavía? Ella está en el jardín, descansando. Está en su lugar favorito, junto a las petunias que tan rigurosamente solía cuidar, envuelta en el aroma del otoño y sus cigarrillos. Ella me había abandonado mucho antes de desaparecer. No haría diferencia alguna. Todas mis lágrimas las derramé por ella en vida. Ahora descansa, con sus petunias y sus cigarrillos. En un silencio eterno. Lejos de mí.
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