Bla, bla...

in cuentos •  5 years ago 

Conocí a José, es un hombre de edad (me dijo que tenía: 71 años.) y para cuando lo conocí, (yo caminaba pues iba a hacia el terminal de pasajeros, pero todavía me quedaba mucho tiempo…Por lo que…) él estaba sentado a un lado de la calle 54.

  • Me llamo José Conrado ¿Y usted…? – Se levantó de una forma muy rápida y presentaba su más marcial respeto hacia mí, que era un desconocido para él (y él, para mí) a decir verdad, me pareció muy interesante charlar un rato con este señor. Cosa que hice.
    En ese preciso instante eran como las cinco de la tarde, había mucho flujo vehicular.
    Además de un pase incesante de personas que fluían de distintos sectores. Unos venían, mientras otros iban.
    Me dijo que era cerrajero, además de relojero y que para variar también era fotógrafo profesional, además de que era: Detective Privado (Me hizo hincapié que gracias a ese carnet -el cual me mostró- los servicios represivos de su país: Colombia, creían que él trabajaba para las FARC, o para el ELN, y que pretendieron meter preso.) la verdad, es que este caballero es de un lenguaje muy fácil y abundante.
    En vista de que su verbo era muy florido, decidí sentarme a su lado (¿Total…Qué podía perder…?)
  • Mire…Me hicieron hacer pasar momentos muy desagradables. Me llevaron hacia su cuartel general.
    Me sentaron en una silla, me colocaron una bombilla muy fuerte (yo creo que era más de mil vatios…Blanca como el sol) que me hacía perder la visión, por lo que no podía ver a mis interrogadores.
    Me intimidaron hasta el paroxismo…Pero lo que ellos no sabían era que yo era -en ese momento- sub oficial del ejército de Colombia. (Les costó creerlo. Decían que mis documentos con toda seguridad, eran falsos.)
    Pasé sometido a todo tipo de vejámenes, de intimidaciones de todo tipo. Mire yo creo que fueron como dos semanas, hasta que pudieron verificar ante las Fuerzas Armadas colombianas que yo era lo que les había dicho.
    …No lo querían creer. Pero a la final. Lo aceptaron. – Hizo un mutis, momento que aproveché para visualizar mi entorno, ya que la conversa está tan buena, que casi que me mantenía hipnotizado.
    ¡Qué buen orador es este señor! Con el mayor de los disimulos, intenté detallar su vestimenta, pero él me “cazó” en el acto pues comenzó a disculparse ante mí, por su indumentaria…
  • …Mire: ¡La verdad! Sé, entiendo y comprendo que mi indumentaria, no me hacen gala.
    Quizás le parezca un tipo falso, que lo está engatusando…Pero mire… - Y acto seguido (volvió…) sacó su cartera y comenzó a presentar (de nuevo…) todos sus carnets que lo acreditaban como: Investigador Privado.
    Cómo fotógrafo profesional y en la medida que me iba presentando cada documento, iba ilustrando con su verbo escenas ya pasadas, que podían servir como su manera de presentar su currículo.
  • Mire…Se me ha olvidado decirle que también soy: chef profesional…Pero qué pena me da: ¡No tengo nada que lo compruebe! – Intentaba eclipsar todo tipo de resquicio, colocándose ahora en el lado izquierdo, como en el lado derecho, para luego dar unos pasos atrás…Mientras sacaba su pañuelo sucio, para enjugarse su abundante sudor.
  • Créame. No lo estoy engañando. ¿…Y para qué hacerlo…? ¿Qué gano yo con “eso”? – Era muy insistente, por lo que llegó un momento en que ya me sentía fastidiado. Aburrido.
    Por lo que zafándoseme de sus constantes agarrones de mano y de obnubilar mis pensamientos, le dije…
  • Amigo…Me están esperando. Hablaremos a la vuelta. Gracias. – Él interpelado se resistía a soltarme, a dejarme ir, pero al darse cuenta de mi determinación…
  • Ya vuelvo y charlaremos con más calma. Gracias. - Se echó a un lado y me dejó marchar.
    Apreté el paso lo más rápido que pude…Antes de que volviera de nuevo a sus andanzas.
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