- Eso cree. En realidad, se cree todo cuanto él desea.
Es feliz así. Lo mantiene en vitalidad siempre. No hace daño a nadie.
¡Déjalo quieto que a nadie más perjudica, solo a él! – Le reclamó Juana a su prima Nancy.
La susodicha guardó silencio, pero en su rostro se le confirmaba su desacuerdo. No obstante, decidió no pronunciar más su queja.
Un silencio un tanto molesto imperó entre las dos.
Mientras afuera en la calle se dejaba sentir un potente chillido y las consiguientes cornetas.
Unas más chillonas y estridentes que otras. Todo denuncia un conflicto en puertas.
Las voces de unos cuantos hombres que rompían la paz mañanera en esos contornos. Instantes después…Nada más se escuchó…
Y luego, al parecer todo seguía fluyendo con normalidad.
Las primas no dieron muestras de prestar ningún tipo de atención a todo cuanto acontecía fuera de su periferia, Nancy la observaba fijamente (Juana sentía la intensidad y fogosidad en su prima) así qué decidió encararla de nuevo, de esta forma… - Ajá…Él cree que lo que dice, es cierto. ¡Bueno déjalo estar! – Sus movimientos reflejaban su contundencia…
A nadie perjudica. Así que es mejor dejarlo de ese tamaño… ¿No crees…? – Nancy no bajó ni su mirar y mucho menos su cabeza, así que decidida la enfrentó… - ¿Qué no hace daño…Eso te estás creyendo…? Tú ni siquiera sabes las troneras que te estará haciendo ese… (Una nunca sabe lo que hacen ellos, cuando están en la calle. Y el tuyo no es ninguna excepción. ¿Ok?) – Juana pareció percibir cada una de las palabras que en pensamientos le transmitió, pero cerrando bien sus ojos, le respondió…
- Sí. – Le respondió muy segura de su respuesta. – Mi marido no es…Cómo los que tú estás pensando. No señor. Él es un hombre a prueba de todo. No tengo la más mínima queja de él.
- Pues yo creo que nada bueno le estás haciendo a él, creándole falsas apreciaciones.
No estoy de acuerdo. ¡Además ya ustedes dos están muy viejos ya! ¿Vas a seguirle aguantando todo…? – Intentó levantarse pero pensándoselo mejor, decidió a último instante permanecer en su posición retadora.
Juana no quiso mirarla de frente, tan solo la chequeaba de reojo.
Dejó pasar unos segundo más, para encararla de nuevo… - ¿Qué daño crees tú que le estoy haciendo yo…?
Él se cree que aún tiene vitalidad. (Tú y yo sabemos que él tiene 74 años de vida) ¿…Y…? Nada. ¡Nada más!
…Además, déjame decirte que hasta este instante: ¡Nunca me ha faltado! Todo el tiempo ha estado pendiente hasta del más mínimo detalle para satisfacerme. Ha sido: Mi primer y único amor.
Ahora bien, lo de su edad: eso sabemos todos. Hasta él mismo.
Pero sin embargo él cree que aún funciona como hombre…
¿Y…? ¿Cuál es su pecado? Ninguno. ¡Y ya!
Los hombres necesitan saber que aún son operativos. Útiles. – Le dijo en una forma pausada, relajada como para que Nancy entendiera todo y la dejara en paz, pero ella le repicó… - …El pecado consiste es en mantenerle esa ilusión… - Sentenció muy quedamente. Juana ya se encontraba incomoda.
No quiso responderle de una forma grosera, así que… - Él dice que no quiere perder un solo segundo. (¿…Y cuál es el problema…?)
Me pide que me ponga en posición. Yo lo satisfago.
Y ya. Eso es todo. – Juana la miró con molestia. – Yo soy su mujer. - …Pero: ¿Y qué pasa…? – Nancy no deseaba dar su brazo a torcer.
- Nada. – Le respondió en el acto mirándola fijamente.
- ¿Nada? – Tercamente la prima le insistió a lo que Juana tragando saliva, le respondió…
- Nada. – Le reafirmó decidida de nuevo. – Soy su mujer. ¿Ok? – Por un instante todo quedó en paz entre estas dos primas, y lejos de coincidir, volvió a la carga…
- Pero no creo que hagas bien con crearle falsas expectativas.
Digo yo… - Nancy parafraseó una a una cada silaba. Dándole una pronunciación más larga, mientras su prima la escuchaba con cierto fastidio. - Mira. El hombre necesita reafirmar su hombría.
Todo el tiempo. Además si no le doy…Va a buscar a la calle. – Su prima se aceleró y le preguntó… - ¿Todo el tiempo?
- Todo el tiempo. – Le puntualizó con determinación.
- …No me parece lógico.
- Pero así es. ¿No ves que todo el tiempo andan en esos juegos en dónde la fuerza es la que decide…? – Nancy hizo movimientos raros con sus labios, cosa que Juana quiso obviar, por lo que continuó sin tomar en cuenta ese detalle.
- Él siempre me busca. A mí, que soy su primera y única mujer.
¿Y? Yo lo complazco. ¿No soy su mujer?
Antes de que vaya con otra…Prefiero complacerlo. Y ese es el problema de muchos matrimonios jóvenes.
La mujer inventa…Un dolor de cabeza. Que me duele… ¡No sé qué!
Que los oficios de la casa me tienen agotada. ¡Pamplinas!
Que los niños. ¡Puras excusas!
Y yo digo: ¿Él me pide…? Yo le doy.
Cuantas veces quiera. (Además me complace hacerlo. ¿Ok?) - ¿Todas las veces?
- …Bueno. Te digo: ¡Casi siempre! (Hay ocasiones que no puedo y él lo entiende y no se pone caprichoso.)
Más que todo cuando nos vamos a dormir (es cuando más me busca.), y ya estamos en la cama. Él me comienza a tocar…Y yo… (Que ya lo conozco) Lo complazco. Así de fácil Además: ¿Qué me cuesta? A la final. Más tardo en acomodarme, que en volver a mí posición de dormir. Así de fácil. – A Nancy se le pasaron diversos pensamientos, los cuales en un principio, intentó hacerlos públicos, pero considerando la contundencia de sus palabras…Las omitió.
“Finalmente cada pareja resuelve sus cosas, de la manera que mejor les convenga. Ella lo hace así. Yo no. No pienso que esa sea una opción válida. Por lo menos para mí.” – Pensó y lo analizó detenidamente mientras su prima se levantó y vio que se dirigía hacia la cocina. La miró con detenimiento.
Hizo memoria y…
“Juana y su marido ya llevan más de 43 años de vida nupcial.
No han tenido problema alguno. Y son felices. Es la verdad.
Ya tienen hijos. 6 nietos y próximamente les vendrá su primer bisnieto.
Y si a ella le funciona. ¡Bien por ella! Pero para mí…No es válido.
Mi marido es un mujeriego. Y por más que lo satisfago. Nunca queda satisfecho. Es insaciable. Es un bandido. Ya no lo soporto.
Y sale a buscar en la calle. Exponiéndome. ¡Vagabundo! Miserable.
Por eso es que ya no le permito ni que me toque. Yo estoy sana.
¡Qué vaya con sus porquerías a la calle! …Él verá…”
…Mi prima corrió con buena suerte…Además a ellos les funciona. Y realmente su marido, se lo merece. - Finalizó amargamente ya que su prima la llamaba para tomar un té que estaba preparando para las dos.
Las dos mujeres cambiaron de tema y se enfrascaron en otro tipo de menudencias.
Nada que ver con la vida que a cada una le tocaba vivir.
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