He dicho...

in cuentos •  6 years ago 
  • …Y es que me lo dijo…Así como el viento roza tu cara, suaviza tus arrugas, refresca tu expresión…
    …Pero también te la reseca. Y cómo es lógico, tú no lo percibes, pero eso es algo por lo cual, en ocasiones no te das cuenta.
    Porque en verdad (aunque carezca de sentido lógico o ilógico) pues a las pruebas me remito…
    Pero el hecho de que no lo percibas, no es sinónimo de que exista o deje de hacerlo (No sé si me explico…) – Yoan finiquitó sus últimas frases en medio del mayor mutismo posible. Realmente él práctica mucho ese extraño “arte” de hablarse consigo mismo, enfrente de su propio espejo (del cual, casi nunca habla, pues lo mantiene en el mayor de sus secretos.) y como parece lógico y razonable, nada (o nadie) percibió en lo absoluto ni una pizca de asombro o de lo más natural posible.
    Se contempló con cierto escepticismo. (Tomando en cuenta su soledad)
    Creyó notar un extraño movimiento en su periferia.
    Absorto viró su mirada a la parte superior izquierda. Detalló y auscultó hasta el más mínimo resquicio. (Creyó no percibir nada extraño.)
    No obstante…Insistió en su faena… (Dejó transcurrir apenas unos micros segundos) Tercamente volvió al mismo punto.
    Pasaron unos extensos minutos. Siempre volviendo al mismo punto.
    Ya más sosegado…Insistió en su monologo…
  • …Y ¿Por qué siempre insistes en el mismo punto…? (Chequeó minuciosamente todo su entorno)
    Si piensas que de mí te escudas…
    Es lo mismo el que yo te lo permita.
    …Pero ¡No quiero!
    Negarme quiero. ¡Es más es mi potestad! Y tú menos que nadie me puede inducir, con extraños sortilegios…
    ¡Pues quiero que lo sepas muy bien! Qué no te lo permitiré.
    Y negarte siempre quiero, lo que es menester para mí…
    Lamento mucho que no lo aprecies. (¡Es más no me importa!) – De nuevo presintió un nuevo zumbido. (La cual indagó con más premura)
  • Te estoy esperando… (Sentenció con un mutismo enervante)
    Miró hacia el mismo sitio. Y de improviso (Como queriendo agarrar infraganti a ese “algo” o quizás a “alguien”) De nuevo entró en un suspenso enervante.
    Percibió algún tipo extraño. (Muy singular. De efecto drástico.)
  • …Ya te estoy siguiendo tus rastros. Reconozco lo virtual que tú eres.
    Pues aunque ante mí, tú mismo(a) ante mí te niegues…
    Sé. Entiendo. (Mejor dicho: No. No te entiendo.) Comprendo. (Mentira. Ni te entiendo… ¿Cómo he de comprender…Lo qué no entiendo…?) – Nuevamente entró en su rutina. Mirar de extremo a extremo. Sin hallar.
    Sin percibir nada extraño. Viraba sus ojos (A la par que ansiaba verse por el rabito de uno de sus ojos) En ocasiones a la derecha. Luego de la izquierda.
    …Pero nada cambiaba, agotado decidió mirarse de frente (y sin escapatoria posible alguna) bajando la tonalidad de su voz…Con cierto acento gutural, dijo…
  • Ya sé. Ya sé. (Ridículo negar lo que a ña vista tengo…)
    Mi paciencia…También tiene sus bemoles.
    Aunque entusiasta aparezca (En ocasiones, las apariencias -mías- y de nadie más.) jamás negarme podrás… (Señalaba la imagen que a sus espalda se asemeja a su propia sombra) y con un rictus de alegría vencida por las muchas tramas proclamó…
  • Mía es mi victoria (como también mis sin sabores) y aunque disimular pueda (en ocasiones, no) ¡he de precisar (lo que sin embargo, no obstante, poder no pueda…) qué me cuesta entenderme! – Y diciendo estas últimas reflexiones, viró rápidamente su atención a todos los extremos de su espejo. Aguardó otros instantes más, pero no pudo percibir cambio alguno.
    Y de repente, escuchó que con premura y mucha insistencia (Que no se había dado cuenta aún…) que desde afuera le tocaban con mucha fuerza e insistencia la puerta, además que claramente escuchaba que lo llamaban con tanta insistencia…Qué rompió el encanto que su espejo, provocaba en él.
  • ¡Yoan! ¡Yoan! – Ya no era una voz femenina, ahora se le unía otra masculina.
  • “¿Quién o quiénes osan interrumpir mis cavilaciones…?” – Pensó en medio de la premura, pues los que lo llamaban estaban muy angustiado.
    Así que (a pesar de esto) decidió finiquitar a su manera, este instante de “contacto” consigo mismo y con los que hasta ahora…Lo escuchan.
  • Ya voy. Denme un minuto más. – Razonó en medio de sus disculpas.
    Y los que clamaban por él, aceptaron de buen agrado, pues le dieron el tiempo necesario para que él emergiera de sus entrañas…Tan extrañas.
    Aprovechó para peinarse sus pestañas, pues notó que por cosas del destino, se encontraban alteradas.
    Ensayó drásticamente opciones a presentar (por ejemplo) en estado alterado.
    Luego fingió ponerse molesto. Enojado. Para luego presentarse eufórico.
    Ensayó varios tipos de sonrisa. (Quiso perfeccionar la de “sonreír con su mirada”)...Pero nuevamente la intransigencia de los que clamaban por él, hicieron que tuviera que cortar con sus ensayos. Con sus prácticas.
  • Ya va. Ya va. – Sacó su lengua y se mofó de sus inquietos y molestosos que no le permitían “ser él” Echó otra y última mirada, más que todo para cerciorarse que todo está bajo su control absoluto.
    Y salió de lo más forondo.
  • Maestro… - Le dijo casi en una súplica uno de sus estudiantes, qué unos segundos antes se había colocado detrás de la puerta de ese sanitario en el que él, se había instalado.
  • Dime… - Le respondió en forma muy docta.
    Sus alumnos se fueron colocando a su alrededor, mientras lo detallaban bien.
  • Queríamos que usted nos diera las opciones necesarias, para que nosotros pudiéramos enfrentar los que haceres de esta vida… - La jovencita lo miraba como si él fuese “la última gaseosa del desierto”
  • ¡Primero! (Y principal, aunque pueda que haya otra acción antes que esta…) – Se posesionó mejor. Afincó cada una de sus plantas e instintivamente les pidió que le diesen el espacio vital, para que él pudiese explayarse en los siguientes instantes.
    Hicieron una rueda más amplia y le dejaron más o menos un metro y medio de espacio, creyendo que con esta acción, él arrancara lo más pronto posible.
    El hábil docente, alzó sus brazos. Los bajó (cómo haría un pitcher en las Grandes Ligas) Carraspeó primero en tono bajo para luego subirle unos cuantos decibeles.
  • ¡Hay que tomar: Los toros… ¿Por dónde…? – Precisó su pregunta y la acompañó con sus gestos característicos.
    Los alumnos, no supieron completar la frase.
    …Y él les dio el tiempo perentorio. Y en vista de que nadie iba a pronunciar palabra alguna…Arrancó de improviso y en forma muy sabida…
  • No hay que andarse por las… - Nuevamente esperó a qué alguno de ellos le siguiese su juego, pero en vista de que ninguno lo hacía.
  • Chicos…No esperen que yo les resuelva todos sus diminutos dramas.
    La vida hay que encararla con determinación.
    Sin dobleces. ¡Seguros de lo que son! (Aunque les cueste: ¡Serlo!)
    ¡Hay que andar: Con la frente en alto! (Aunque alguno sean “enanos”)
    ¿…Entendieron…? – La muchachada lo observaban absorto.
    No pudieron o no supieron redondear una frase, por lo que optaron por aplaudirle. Y eso hicieron.
    …El instructor muy docto. Les hizo una venia, luego les pidió silencio para él poder redondear sus sentimientos y pensamientos.
    Pasado unos segundos más…Se hizo el silencio requerido.
    Así que lo analizó. Lo meditó y con la velocidad del viento, clamó:
  • ¡He dicho! – Y sin pronunciar más…Se alejó lo más rápido que pudo.
    Mientras sus alumnos lo miraban extasiados. Pero ellos esperaban más de sus doctos conocimientos…Pero él…Prefirió: Marcharse.

belbaltodano.blogspot.com @belbaltodano

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