- Cuando era joven, me casé con toda la ilusión. Mi esposa y yo,
-¡Claro está…Para aquella época!- éramos muy unidos.
(Hay que tomar en cuenta que…Apenas nos conocíamos…Y que aún nos amábamos.) Bueno cuando se es joven, uno se llena de muchas expectativas.
Y para nosotros era vital: tener nuestros hijos. Mi esposa me complacía en todo cuanto yo le pedía… (Tú bien sabes cómo estamos ahora mismo. Ya no somos los mismos…) - Erasmo calló de repente, su amigo Arturo aprovechó para bajar su cabeza (Y de esa forma permitirle “que tomara un segundo aire”) aspiraba a que su compañero ordenara mejor sus ideas y también para él mismo, respirar un poco, ya que sentía en carne propia el tremendo problema que enfrentaba su amigo. - “En los problemas que tenemos que enfrentarnos…En este largo vivir…” – Se quejó en silencio.
Observó que Erasmo cavilaba en demasía y pensó para sí mismo… - “Pobrecito. En ocasiones uno se envuelve en problemas, sin buscarlo uno mismo. Quizás sea por el factor de la mala suerte.
O a lo mejor era un karma. (Bueno en verdad: “Unos vienen con suerte, pero otros para ser estrellados”) – Tan ensimismado estaba que no se percató que su amiguete, había caminado unos cinco metros y que estaba encendiendo un cigarrillo. - “¡Qué extraño!” – Se dijo así mismo, ya que recordaba que ya él había renunciado voluntariamente a seguir fumando.
- “Debe ser muy fuerte para él…” – Asumió al notar el grado de nerviosismo que le impedía lograr prender su cigarrillo.
Y ya llevaba unas tres cerillas consumidas, pero no lograba encenderlo. - Te ayudo. Le dijo arrancándole de forma rápida el cigarrillo todo doblado e introduciéndoselo él mismo en su boca, le quitó la caja de fósforos y lo encendió.
Erasmo sonrió y lanzó varias hipótesis como para excusarse del por qué no lo había logrado hacerlo él mismo. - Tranquilo, para eso estamos los amigos. – Le dijo en forma lo más condescendiente. Se sonrió con una mirada lánguida.
Erasmo se dedicó a observar el cielo. A pesar de que aún no era noche, se observaba en el horizonte estelas resplandecientes de haces de lejanas estrellas. El cielo se notaba con un azul un tanto claro. Pero que de repente tendía a oscurecerse por pedazos. Mientras mantenía su lozanía.
De repente una estrella fugaz resplandeció todo el horizonte, dejándolo perplejo. No supo reaccionar, y pronunció unas palabras cargadas de pesimismo… - …Estoy bien salado…Cuentan que cuando uno ve una estrella fugaz, uno debe pedir un deseo…Y a mí…Ni siquiera me dio tiempo para pensar en uno solo… - Miraba absorto. El chicote permanecía lánguido y sin sentido en su boca.
Un hilillo de humo se esparcía por doquier. Pero ya él, no lo estaba fumando.
Transcurrieron otros minutos. Y ya para ese entonces, el sol ya estaba cediendo su poder…Y las sombras tenuemente comenzaban a posesionarse por todos los alrededores. - Sí amigo mío. Hay ocasiones en que uno no desearía que tus hijos crecieran. ¡Mejor que se queden chiquititos! – Se lamentó fugazmente mientras seguía con terquedad los cielos, quizás suplicando en lo más profundo de su ser…Una nueva oportunidad.
- Así es Erasmo, uno no quisiera que ellos crecieran… ¡Pero es Ley de vida!
- Cierto es un ciclo que no podemos retener. (Cuánto no me gustaría el poder tener a mí pequeño… ¡Más pequeño!) Así no tendría que estar padeciendo esto… - Ya lo que le colgaba de sus labios era una hilera de cenizas que tercamente se mantenían allí…Cómo si estuviese aún activo.
- …Pero la vida…Te cobra tus cuotas. ¿Quién iba a pensar que nosotros estuviésemos ahora mismo…Aquí…?
- Lamento mucho esto mi broder… ¿Pero qué más podemos hacer...?
Ante la Voluntad Del Altísimo… ¡Nadie puede! – Se lamentó aquel amigo que acompañaba a aquel ser que por tanto y tantos años han sido amigos. Vecinos. Y hasta andantes en tantos y tantos senderos, que esta misma vida los ha conducido. Ambos guardaron silencio. Porque quizás en el silencio uno puede congraciarse mejor. Aunar los mismos sentimientos y los mismos pesares. - …Así es: “La Voluntad Divina…” – Se lamentó amargamente Erasmo mientras su oyente lo escuchaba asustado, pues pensaba que pronto iría a lanzar una premonición…Nada agradable.
- Calma compa…Cálmate. Harías bien en no pronunciar el Santo Nombre de Dios…En vano. – Este escuchó la advertencia que de buena voluntad su acompañante le lanzaba.
Tosió. Cómo para impedir que de su boca salieran palabras hirientes.
Comenzó a caminar en círculos. Trataba de contener su adolorida verborrea, con la finalidad de no pronunciar palabras que puedan ser interpretadas como un anatema. - Respira. Es mejor asumir un tiempo de reflexión. Cavilar antes de ofender. Es lo más conveniente… - De sus ojos brotaron lágrimas, mientras trataba inútilmente de esconderlas.
- “De borrar esa debilidad que en un hombre, pues no se ve bien.
Y no es por machismo, es porque a nosotros los hombres nos han enseñado desde pequeñines que jamás deben llorar. No señor.” – Analizaba Erasmo. - Amanda, mi mujer, está destrozada.
- Lo sé Erasmo. Lo sé. Y no sabes cuánto lamento que ustedes estén pasando por este calvario. – Ahora era Arturo el que le pedía un cigarrillo, Erasmo sacó unos cigarrillos que estaban muy deteriorados.
Se encontraban en la sala de espera de un hospital, en donde habían ingresado al hijo de Erasmo. Qué había ingresado con pocos signos vitales.
Sin embargo, los médicos confiaban en que podrían revivir al jovencito. - La esperanza es la última que se pierde. – Le aseguró muy decidido.
Pero Erasmo, poseía mucho pesimismo. Aunque no lo quería admitir. - “Ciertamente. “La esperanza es la última que se pierde” – Meditó en medio de sus sobre saltos de pesimismo.
- Recemos amigo. La vida de tu muchacho, bien vale la pena. – Se ofreció con renovado ánimo. Pero el estado del padre…Era demasiado patético. Daba muestras de no poder.
- ¡Vamos intentémoslo! No perdemos nada. ¡Vamos!
- No puedo amigo mío…No puedo.
…Intento rehacerme. Unir todos mis pedazos, que en estos momentos están dispersos. No logro contenerme. Estoy en las últimas.
No sé…Si pueda seguir viviendo, si mi hijo… ¡Esto es muy duro!
No puedo ni siquiera ayudar a mi pobre mujer. Ella es madre…
(Bien sabes que ella y yo…Lo único que nos une…es ese hijo tan bello…Que la tragedia humana, me lo quiere arre…Mejor no pronuncio ninguna palabra de la que más adelante me pueda lamentar…) – Su fraterno vecino entendió aquellos gestos, que para él, no requería de mayor explicación, por lo que lentamente pronunció estas palabras… - Y tú eres su padre… - Le recordó en llanto su amigo.
- No lo hagas compañero. No me hagas llorar a mí también.
¡No te lo permito! ¡No me hagas llorar! Me estoy conteniendo. No.
Mira que estoy guapeando acá. ¡No te me rajes! Qué si comienzo a llorar…Me convertiré en un río brioso. Mis bases están muy deterioradas.
¡No sé qué será de mí…! Sí…Sí… - Ya no pudo aguantarse más.
Corrió de un lado a otro. Sin rumbo fijo, hasta que su amigo lo agarró y lo abrazó con todas sus fuerzas. Y ya no pudo soportarlo más…
Lloró como si fuese un crío. A su alrededor los que estaban también allí por que esperaban a algún familiar….También lloraron.
Lloraban como una señal de apoyo. Y lo hacían…También por la suerte que los había juntado en esa sala de espera.
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