Ni creas...

in cuentos •  6 years ago 

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  • Porque aunque tú mismo ni me creas cuando yo digo una cosa…Digamos que: “Llueve para arriba” Sí es que yo mismo soy el que pronuncia esa acción ¡es porque así es!
    Así ha de ser. Pues es mi voluntad que así lo sea ¿Estamos? – Oswaldo miraba de frente a su mujer Domitila (aunque él mismo no podía mantener fija su mirada. ¡Estaba haciendo un esfuerzo sobre humano! Pero allí estaba, de frente y decidido) La menuda mujer, instintivamente dio un paso hacia atrás (pero no era porque le temiese. ¡No señor!)
    Era por su pésimo aliento. Por lo pesado y ridículo que lo veía.
    Pues estaba muy bebido. ¡Demasiado! Sin tomar en cuenta ¡su tufo!
    Y ya ella había sido aleccionada por sus propios parientes que una y otra vez le reclamaban lo mismo: “¡No te pongas a discutir con Oswaldo cuando te llega ebrio!”
    …Y esta, era una nueva oportunidad. Como una más…
    …Pero es que esta “nueva oportunidad” él se le había abalanzado con la firme intención de someterla. De agredirla físicamente.
    …Ella recordó. Lo pensó mejor, le costaba mucho pero…
    (Este desgraciado, me las va a pagar).
    Aunque inicialmente no le faltaba gana de romperle ese jarrón que él le había regalado, como para compensarla de una más…De las tantas y tantas.
  • …Mejor me quedo calladita. No debo poner de “tú a tú” con un borrachito como este… (Ojalá venga “alguien” y te ponga en cintura…) - Analizó mientras virtualmente se envenenaba con ese fétido aliento, que se asemeja más a una cloaca recién destapada.
    Oswaldo viraba sus ojos (aunque esa era una de sus tantas características, bueno y sano incluso…) vidriosos, en un principio daba la impresión de querer “llorar” pero quizás era por el efecto del humo de sus tantos cigarrillos que uno a uno, desperdiciaba en su enorme bocota hedionda.
  • ¿Estamos? O no… ¿Me hago entender…? – Dijo mientras se mecía en una forma diametralmente escandalosa.
    Daba la impresión de caer de un momento a otro.
  • “Ojalá se caiga… ¡Y se rompa “la cabezota!” – Pensaba y pensaba Domitila apretaba sus diminutas manos.
    Bajó su cabeza, más cómo una estrategia de contra ataque, que por temor. Pero en sus adentros: Era un volcán en plena ebullición.
  • Y si yo “sueno” mis dedos. ¡Usted me obedece en el acto! ¿…Estamos claros…? – En un momento impreciso, cuando pronunció su última orden preguntada…Una feroz arremetida lo hizo perder su frágil equilibrio (Aunque no se veía ninguna fuerza visible…Cómo tampoco invisible. Sencillamente por la inercia de su embriaguez…)
  • …Alguien me está empujando… - Se dijo así mismo, mientras que al querer girar para indagar…Terminó de perder su frágil equilibrio.
  • ¿Quién me ataca…? ¡Cobarde infeliz! – De una forma inconsciente e inesperada intentó ponerse en guardia.
  • …Uno a uno…Déjenme en paz. Yo no los conozco. Desgraciados.
    ¡Mí problema no es con ustedes! – Se le oía gritar mientras miraba a sitios muy definidos. Pero su mujer…No veía a nadie.
    Pero cada esfuerzo fue en vano. Pronto cayó al suelo.
    Y más fúrico se puso. Comienza a pronunciar inconexas e indescriptibles sonidos, que se asemejan más a gruñidos.
    Pronto su cuerpo se fundió con el barro.
    Chapotea con exasperación. Su furia no tiene límite.
    Domitila (Se sonrió. En lo más íntimo suyo…La hizo alegrar.)
    Aunque se cuida de que Oswaldo no se percate de este minúsculo detalle.
  • ¡Cobardes! – Pronuncia en medio de sus gruñidos.
  • No me ataquen entre todos. ¡Déjenme en paz! – Se contorneaba de una forma desigual.
  • Ya verán cuando me levante. Uno a uno, los voy a derrotar. Ninguno de ustedes puede conmigo. Ni juntos, y mucho menos separados. – Domitila se aparta pues siente que podría ser víctima de algún golpe furtivo.
    Pronto es testigo de cómo es izado en vilo. (Asombrada ella se persigna, pero decide apartarse, observar desde lo más lejos posible.) Escucha unos golpes certeros. Y ve como Oswaldo es vapuleado. Algo o alguien…Lo están golpeando.
    …Pero: ¡¿Quién…?¡ Asustada, sigue apartándose pues algo en lo más profundo suyo, así se lo indica. Y ya acongojada, se percata de que ese ataque ya no es fingido. Tiene toda la veracidad posible.
    …Pero: ¿Quién…? Mejor dicho: ¡Quiénes? Ya que su marido se está dirigiendo a varias partes y lo curioso es que desde esa misma dirección recibe golpes muy certeros.
    Ya su hombre muestra en sus heridas…Sangre.
    Una y otra vez con saña manifiesta es maltratado. Golpeado tan salvajemente, que su compañera…Comienza a temer por la vida de su hombrecito. Pero: ¿Qué podía hacer ella…?
    Espantada es testigo de cómo lo levantan por el cuello. Ve como sus piernas giran casi sin dominio, más por inercia, observa que están flácidas. Su marido ya no pronuncia sino simples quejidos.
  • Basta. Basta. Ya no lo sigan golpeando. Lo van a matar. – Acierta a pronunciar cada vez con más ahínco.
    Pronto ve como lo levantan. Lo sujetan con increíble fuerza.
    Queda guindado a más de dos metros de altura.
    Domitila se persigna. Ya no se ríe. Ya no disfruta de esa masacre.
    …Una fugaz brisa hace que todas sus extremidades se muevan, por efecto del viento. Son movimientos involuntarios.
    Y ella, siente un temor casi insoportable.
    Aguanta su respiración. Y se resigna a que acontezca lo peor.
    …Y comienza a suplicar por la integridad física del hombre que hasta hace unos momentos la sometía. Del mismo que siempre la ha venido sometiendo a la fuerza. Con violencia manifiesta.
  • …Perdón. ¡Perdón! Él es mi marido. – Pero algo en lo más insólito de su soledad, le hace sentir que sus palabras se las lleva el viento.
  • Él no es malo. – Informa a quién pueda o quiera escucharla.
    Pero sus palabras chocan en un vacío inexpugnable. Y pronto el eco hace su acuse de recibo.
    Ella presiente que pronto sería el final.
    …Sufre. Ya no quiere certificar aquello. Ya está arrepentida, pues tan solo ella ansiaba un escarmiento.
    Pero ya eso…Es demasiado fuerte.
  • No. Piedad. Piedad para él, que es el padre de mí hijo. – Un fuerte soplido, semejante a un ventarrón instantáneo, opacó sus palabras. Pronto ni ella misma podía escucharse.
    Una soledad infinita, abrazó sus escuálidas carnes.
    Su cuerpecito diminuto…Se estremeció.
  • No. Piedad. – Insistía machaconamente, aunque ya nadie la escucha.
    Pronto…Se iluminó todo. Un nuevo u patético silencio le estremeció hasta sus entrañas. Sintió un eco tenaz y sorpresivo. Sintió terror.
    De inmediato, dejó de sentirse sola.
    …Algo nuevo comenzaba a escenificarse…Horrorizada no perdía ni un solo segundo para ver todo cuanto acontecía…
    …Pero ya su esposo…No estaba. Y aunque lo buscó.
    No pudo localizarlo. Se encuentra en otro escenario.
    …Ya no está en el mismo sitio…
    Se encuentra ahora, en un sitio populoso. En donde las personas que por allí transitan, comienzan a mirarla con estupor.
  • ¿…En dónde estoy…? – Pregunta sin encontrar respuesta alguna. Al contrario. Todos la ven como si ella estuviese leprosa. O quizás la confundieron con una loca.
    El caso es que se sintió ridícula. Absurda.
    Cómo pudo intentó rápidamente salir de allí. Ese sitio era muy belicoso y agreste para ella. Se sentía muy mal. Pesimamente.
    Corrió en forma desaforada. Comenzó a buscar el mismo sitio en que su esposo la estaba vejando. Quería localizarlo de nuevo.
  • ¿…Sería una pesadilla…? ¡No! No estoy loca. – Repetía incansablemente. Mientras la gente le huía espantada.
    Pero ya Domitila…Dejó de prestarle atención alguna.
    En forma acuciosa buscaba a su marido. En esa esquina.
    En aquel lugar. En alguna parte debía estar.
    Quizás muerto. O quizás muy mal herido.
    Exhausta. Quiso descansar. Pero las personas ya la consideraban una loca violenta. Y comienzan a espantarla.
    Por lo que corrió en forma desaforada.
  • …No entiendo. No entiendo. ¿Será que me he vuelto loca…? – Se pregunta en forma violenta.
    Y también en forma violenta…De ella, todos huyen despavoridos.
    “Esa mujer…Debe estar loca” – Escucha mientras ella deambula de un sitio a otro. En forma demencial. Aquelarre.
    “¡¿Qué será todo esto…?!” – Se pregunta incrédula ante todo cuanto le ha sucedido. Pero no encuentra lógica posible…Y allí se queda en medio de un mundanal ruido, en un círculo enorme, que las personas la han sometido…Excluida, retenida y nuevamente sometida.
    ¿Será porque es una leprosa…? O porque perdió la cordura… ¡Será!
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