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“Oswaldo”
Es un hombre joven. Delgado. De tez morena.
De andar impreciso. Nervioso e inquieto. Anda como el viento…
De mirar furtivo. Mira a un lado, luego al otro. Quiere estar en todo.
No quiere perderse de nada. Pero del todo…No sabe nada.
Es de estatura promedio. En principio es un tanto callado, más bien tímido, pero al entrar en confianza, es totalmente opuesto.
…Y desde que entró…Su presencia lo delató…
Me encontraba en un Ciber cercano a mi residencia.
Chequeaba mi correo y la prensa del día. Serían más o menos las cuatro de la tarde. Hasta ahí…Todo sin novedad.
El local se encontraba un tanto atestado de clientes, que al igual mío, pues andábamos sumidos en nuestras cosas.
Cuando siento que alguien se aposenta a mí lado izquierdo, sé que ya ese puesto lo están ocupando, pero yo ni pendiente, y sigo con lo mío.
A los pocos minutos, comienza el susodicho a preguntar (para quién tuviera a bien atender sus demandas.)
- ¿Qué día es hoy…? – Silencio. Presumo que todos habíamos escuchado su pregunta…
Pero al igual que yo, supongo que los demás asumieron que ¿para qué preguntar…? (¡Es que hay preguntas…!) Si el monitor te da esa información…Además; ¡todos estamos medidos por el tiempo!
Es un Ciber.
Transcurrieron otros minutos más, y el mismo ciudadano lanza otra pregunta… - ¿Se fue Internet…? – Lo escuché…Pero es que…
Yo no voy a perder mi tiempo en responderle…
¡No tiene su monitor y allí mismo le informa…?
Yo no voy a perder mi tiempo en responderle…
¿Entonces a qué viene ese tipo de pregunta? No le respondí.
Tampoco nadie más lo hizo.
El chico en cuestión levanta su cabeza del monitor, y comienza a esperar. Pero al ver que todos siguen ensimismados en sus labores. Pues…Al no encontrar eco, volvió a lo suyo.
La encargada de ese negocio, se le acerca y le dice al oído… (Disimuladamente, pero para que todos lo sepan.) - Mira que “el tiempo es oro” No pierdas más tiempo…Que aquí se cobra es por tu tiempo utilizando tu computadora.
Por favor: ¡Haz silencio! – El citado en cuestión, apenas levantó su cabeza y al concluir esa indicación…Se vuelve a sumergir.
Debo reconocer, que me agradó muchísimo la indicación que la buena mujer le hizo…Y pensé: “¿Venir a este sitio para qué…? Si todos nos concentramos en lo mismo…” – Y continué navegando.
Transcurrieron otros preciosos momentos y de nuevo… - ¿Cómo qué hora será…? – Yo por mi parte, me sumergí aún más e ignoré esa tonta e insulsa pregunta.
- ¡Shhhh! – Escucho que la dama, quitándose sus lentes, le dirige su reclamo. (…Qué hombrecito este…)
El hombre…Baja su cabeza y da la impresión de que se vuelve a sumergir… (Cómo si la cosa, no fuera con él…)
Otro de los que allí están, me hace una seña, cómo queriéndome decir lo fastidioso que es ese tipo. Yo me sonrío y sigo en lo mío.
Yo no voy a perder mi tiempo en ese tercio…
Ya para cuando hube terminado mi tiempo, me levanto y estoy pagando, cuando aparece el ya re-nombrado y le dice a la chica… - Mira tengo que ir rápidamente a mi conuco…
(Bueno realmente es una: Hacienda, solo que me gusta llamarla así…) Porque tengo que ir a regar mi sembradío… - Y volviendo su rostro hacia mí, continúa conmigo (en vista de que la mujer, no le había prestado atención.) - Tengo una propiedad…Bueno es más bien: Una herencia.
Es una tierra que hasta hace poco, ninguno de mis familiares le había prestado atención…Pero yo, ahora les estoy ofreciendo: 20 litros de jabón líquido y unas dos pipas de agua (¿…Y ahora me quieren! Qué fácil es hacerme “amado” por mi propia familia, ¿ah?) – En vista de que ahora comienzo a mirar a la mujer que me está cobrando, él ciudadano sigue… - ¿No te parece bueno “eso”?
- ¿Eso qué…? – Le pregunté en vista de que no quería perderme de vista y quizás como para que yo no me le escurriese…
- Qué ahora me quieren. ¡Qué barato me salen!
- Y con 20 litros de jabón… ¿Pueden comérselo…?
- Pues yo creo que no. A lo mejor, lo venden y con eso se compran comida. No lo sé. Pero lo cierto es que ahora, puedo ir a regar.
Pero lo que pasa, es que por ese sector nadie más tiene agua.
Solamente yo, que tengo un pozo y saco toda el agua que quiera.
¡Es más! Estoy pensando en ir a la Alcaldía y solicitarles un préstamo
Por unos cuantos millones. Para colocar cuatro llenadores para cuatro camiones que echen agua en forma simultánea. ¿Mientras yo? Me la paso acostado en una hamaca, cobrándole a cada uno de los que vayan a llenar su camión. ¿No es buen negocio? – Al ver que poca atención le ofrezco, tragó saliva y se me vino por el otro lado y continuó así… - ¡Ah y también tengo un sembradío de plátanos! – Y en vista de las proporciones, yo me imaginé que era una propiedad grande, como para poder meter hileras de cuatro camiones, y con un sembradío de plátanos. (¡Chanfles!)
En vista de su insistencia, y viendo que la que trabaja en ese negocio, tampoco le hace caso, el joven insiste (cómo para que “alguien” se interese y le siga la corriente…) - Y contando que cada kilo de plátano cuesta ahora mismo…Unos trescientos bolívares… - Y yo matemáticamente comencé a sacar mi cuenta… No entiendo. No entiendo…
Pero si cada plátano está valorado hasta en novecientos bolívares… ¿Por qué este ciudadano dice que lo puede vender a trescientos, por kilo…? No me cuadra…Pensaba mientras él galán…Miraba a la chica, pero esta se hacía la que no le oía…Ni tampoco veía. - ¿Estás seguro de que son: Plátanos…?
Porque eso no lo venden por kilo, sino por unidad. Y esta llega a costar hasta: 900 por unidad. No te entiendo. – El hombre trastabilló, movió escandalosamente sus ojos de un lado a otro.
Y la chica…Dejó de hacer lo que estaba haciendo y prestó atención… - Bueno. Bueno. Realmente es: Topocho. (Sólo que me gusta llamarlo: Plátano. ¿Entendiste…?) – Hecha la aclaratoria, el tipo miró a otro lado.
- ¿…Y cuanto mide la propiedad…? – El hombre hizo que ya no me estaba escuchando, y fue entonces cuando la muchacha lo llamó por su nombre…
- Oswaldo…Te está hablando el señor… - El hizo una mueca de asombro y se giró a escucharme…
- Más o menos la superficie de esa propiedad… - Señalaba una casa cercana. Me dijo mientras mentalmente sacaba su cuenta.
Yo hice lo mismo y comencé a sacar la cuenta y le dije… - Eso debe medir…Unos veinte metros de frente por unos cincuenta metros de fondo…Más o menos: Mil metros.
- Ajá. – Me dijo, sin prestarme atención alguna y haciendo que miraba hacia el frente, para luego mirar hacia la derecha…
Para luego girar a su izquierda. Para ese momento, todos prestaban atención a nuestra conversa… - …Y con seguridad…Debe haber una casa en ese mismo espacio…
- Cierto. – Me dijo mientras se desentendía de mis comentarios.
- Oswaldo no seas: ¡maleducado! – Le recriminó la bella mientras aparecía una leve sonrisa que se le dibujaba en su rostro…
- …No es que ahora que me estoy recordando… ¡Qué desde hace tres días que no voy a regar! – Le dijo en forma convincente.
La fémina, abrió sus ojos y asomó un: ¡Ah! - …Y se me pueden secar. Tengo que llegar a sacar agua de mi pozo…
- ¿Y a cuanto está el agua de la superficie…? – Hizo que calculaba para luego informar…
- A cinco metros. Es un rio subterráneo (de esos que pasan debajo de la tierra. El caso es que solamente pasa por mi propiedad.)
- ¿…Y con qué lo sacas…? – En esta ocasión, me lanzó una mirada de “pocos amigos” y me respondió en forma un tanto descuidada…
- Con un balde.
- ¿Con un balde? Y cuantas plantas tienes. Sembrando a un promedio de dos metros de distancia, tallo a tallo, lo máximo que podrás sembrar son: Diez.
- ¡Exacto!
- ¿…Y cuánto tarda en madurar…?
- Ocho meses.
- ¿Ocho meses? ¿Y de qué viven ustedes? – Me miró de reojo y girando se fue dirigiendo a la calle, mientras le hacía una mueca de complicidad con la belleza femenina, pero ella lo intimidaba diciéndole que no fuera: “grosero” conmigo.
- Yo trabajo. Tengo veinte años trabajando en la gobernación…
- ¿Y cuándo vas a trabajar muchacho? Si siempre te veo todos los días…Caminando y viendo qué vas a hacer… - Le recriminaba ella, mientras él, se desentendía ya de todos.
Pero al marcharse…Le hizo un guiño muy expresivo a ella, mientras a mí me miraba de reojo…
Nada más cerrar la puerta…Todos los ojos se volvieron hacia la bella empleada y alguien sugirió… - ¡Ayyyayayayayay! – Y todos rompieron a reír con estruendo.
- …Ya voy a salir de abajo… - Fue el comentario de ella.
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