Capítula IV

in cuentos •  4 months ago  (edited)

Al abuelo no le costó mucho trabajo convencer a sus amigos pescadores, de que se unieran a la causa de las palmeras: se organizaron en grupos y se fueron a repartir los papelitos.

En la tarde acudieron a la casa de Juan, algunos de sus amiguitos, aunque no todos, porque después de enterarse de la expulsión de Juan, no querían meterse en problemas. Los que estaban reunidos se pusieron a rotular más papelitos y con tanto entusiasmo se les había olvidado comer. El abuelo preparó una ensalada y frió mojarras para cenar. Más tarde todos se fueron a sus casas y la maestra se puso de acuerdo con Juan en estar en la casa de éste, a las diez de la mañana para cer cuál sería el próximo paso que darían.

Esa noche Juan tardó en conciliar el sueño y, a las cinco de la mañana acompañó a su abuelo a tomar café, el cual partió minutos después al muro, no sin antes decirle a su nieto que no se preocupara, que iría antes de que terminaran las clases a recoger los documentos de Juan a la escuela y, que regresaría lo antes posible para seguir colaborando con ellos.

A las diez en punto, la maestra llegó a la casa de su alumno quien ya la esperaba en la puerta de la casa, la recibió con estusiasmo y la invitó a desayunar, la maestra declinó la invitación argumentando haber desayunado muy temprano, lo cual no era cierto a pesar de que su madre había insistido mucho para que no se saliera con el estómago vacío:

  • Come algo hija, o acaso ¿quieres enfermarte?

  • No mamá, lo que pasa es que estoy muy nerviosa, pobre Juan, por mi culpa lo expulsaron de la escuela y además está tan entusiasmado con poder impedir que quiten las palmeras del bulevard, que si no lo logra creo que será un golpe tremendo para él.

  • Mira hija, en realidad no estuvo bien que le dieras al muchachito por su lado, desde el primer momento debiste ubicarlo en la realidad, pero de eso a que te culpes por su expulsión hay una gran diferencia; si el chico es testarudo de todas formas habría seguido adelante con su odisea, con tu ayuda o sin ella, de eso que no te quepa duda; además por lo que respecta a tu trabajo, no te preocupes, ya encontrarás otro, como te dijo tu papá anoche no hay mal que por bien no venga, no somos ricos hija, pero tampoco estamos en las últimas. Eres muy joven y mientras consigues trabajo sabes que en esta casa no te va a faltar nada.

  • Gracias mamá, los quiero mucho a todos; pero no puedo dejar de pensar en Juan.

Eso fue lo último que comentó la maestra con su madre, antes de salir hacia la casa de Juan.

Juan le mostró a su maestra la cantidad de papelitos que había hecho con el mensaje en sólo tres horas y, la maestra a su vez le mostró el periódico a Juan, en el cual decía que el gobernador vendría al Puerto ese domingo para inaugurar un nuevo centro de salud.

  • Juan, creo que lo primero que debemos hacer es hablar con el secretario del presidente municipal, pero si no logramos nada, sería bueno entregar una carta al gobernador, explicándole la situación avalada con la firma de muchas personas para que evite la demolición de palmeras.

El niño escuchaba atento y sus ojos brillaban de manera especial.

  • ¿Qué opinas de esto Juan?

  • Yo creo maestra

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