Cuentos y Relatos
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Caminaba con esa su forma de andar. Despreocupado.
Parecía ondularse a la derecha, como de repente daba la impresión de trastabillar. Su andar era ondulante.
Ciertamente oscilaba de un lado a otro, daba la impresión de estar con mucha ebriedad.
Pero no, tan solo era él, el que siempre andaba así.
De repente creyó haber escuchado un sonido, se puso alerta, pues andando por los senderos por los cuales andaba, pues había que andar previsor. Pendiente siempre.
Se detuvo de improviso y fue tan brusca su determinación que se tuvo que asir con lo primero que encontró.
Estuvo a punto de perder su equilibrio.
Prestó atención a su audición.
- Crash… - Ese sonido fue muy rastrero.
Instintivamente se lanzó al monte tupido -ya que se encontraba en un sendero- con alivio se escondió.
Miró con fruición. Detenidamente hacia el sitio en donde él sabía que se había producido…
Silencioso y cauto, se confió en sus sentidos.
Transcurrieron unos instantes muy preciosos…
Pero a excepción del ruido apagado, nada se mostraba a su alrededor. - …Raro todo esto… - Se decía así mismo, mientras se encogía y trataba de mimetizarse con la abundante espesura.
Pero nada ocurría a su alrededor.
Con mucha malicia, cambió de posición.
Explayaba su visión a todos los ángulos.
¡Nada! No había cambio y como tampoco escuchaba nada mas.
Se tranquilizó un tanto. Y para cuando ya se comprobó así mismo que nada malo acontecía a su alrededor; irguió su cuerpo.
Se levantó a todo lo alto de su humanidad.
Miró hacía todos los lados. Y tan solo veía como el viento hacía mover las ramas, produciendo una sensación de tranquilidad.
Recogió del suelo, lo que unos momentos antes había dejado allí.
Y ya un poco mas tranquilo se aventuró de nuevo a tomar el mismo sendero al que se vio precisado escurrirse.
Allá a lo alto, en un árbol alto e inmenso, pudo descubrir una bandada de inquietas aves. Las cuales se movían con el nerviosismo que las caracteriza. Quiso determinar de qué era… - Y tiene mangos… - Se dijo una vez que había determinado su origen. Pudo apreciar que esas avecillas picoteaban su fruto.
- …Están apetitosos… - Se dijo mientras se sobaba su panza.
Y se recordó que aun tenía hambre. Pero debía llegar al riachuelo.
Precisaba pescar algo. Debía llevar a su casa algo para poder comer.
Sus provisiones iban en descenso prolongado.
Y transcurridos unos instantes mas, decidió seguir su ruta.
Descubrió una enorme fila de hormigas. Eran inmensas. Intimidantes…Sombrío a su paso.
Unas eran hasta cuatro veces mas grandes y parecían estar cuidando con mucho celo al resto.
Y se encontraban distantes unas de otras, mientras la inmensa mayoría cargaban toda clase de ramitas, hojas y hasta cuerpos destrozados de otros tipos de insectos.
Quiso divertirse un rato, mientras imprimía cierta velocidad a sus piernas para proseguir en su caminar. - Son bravas. – Se dijo mientras decidía a seguir.
Temiendo el ataque que con toda seguridad le harían si lo consideraban enemigo a vencer.
Admiró en silencio la determinación y la disciplina que mostraban.
Siguió su ruta. Mientras contemplaba con detenimiento cada cosa o cambio que en su caminar, iba descubriendo.
Transcurrido unos cientos de metros mas, comenzó a sentir la proximidad del agua. - Ya estoy cerca… - Se dijo como para tranquilizarse.
Mientras comenzaba a ver la rivera allá a pocos metros.
Una bandada de pajarracos oscilaban de un lado a otro mientras los mas audaces caían en picada hacia la turbulencia de ciertas olas.
Se hundían, y salían al poco tiempo, emergiendo con algún pescado en su pico.
Aspiró con emoción.
La fragancia de aquel cambio de mundo, lo alegraba. - ¡Vida! – Decía mientras inflaba sus pulmones.
Se dedicó a observar como en pleno vuelo, otros pajarracos intentaban despojar de lo que habían pescado las intrépidas aves que se sumergían para pescar lo suyo. - …Esto se ve en todos los mundos… - Se dijo, mientras analizaba la fiereza con la que se peleaban esos despojos.
Y como cosa curiosa, mientras esto acontecía, todo se había detenido. No sopló viento alguno…
Cómo si la naturaleza misma servía de testigo mudo, ante aquel pillaje. Sin piedad, ni misericordia alguna.
Y mientras esto ocurría, en la tierra, acontecía algo parecido.
Vio a lo lejos como una manada de perros callejeros, se despachaban los restos de algún animalillo muerto.
…Sintió cierta aprehensión… - …Naturaleza en su máxima expresión… - Se dijo a si mismo.
Contempló la fiereza con que se defendían. Se despojaban con saña.
Fue testigo de que lo que ocurría en los aires, en la tierra se repetía. - …Nada cambia… - Y pensó para sí mismo: “…Y yo vengo a lo mismo. Pues tengo hambre y algo he de comer…”
Encontró una piedra que sobresalía y allá se dirigió.
En el camino presenció como una colonia inmensa de hormigas perseguían, destrozaban y con saña bestial despedazaban restos de cangrejos que imposibilitados ante la inmensidad de sus atacantes, caían presas de sus tenazas. - …Qué combativos son estos pequeñines… - Bordeó el camino.
Ya no puso mas su atención a su alrededor y se dedicó a sacar el nylon con el anzuelo. Y ya para cuando lo hubo hecho. Lo lanzó.
Transcurridos unos momentos mas…Algo tensaba su cuerda.
Con emoción se dedicó a utilizar las artes del buen pescador. - ¡Cayó el primero! – Se felicitó con suma alegría.
Ya había logrado casi media docena de piezas, cuando decidió retirarse. Pero fue cuando se dio cuenta de que además de una inmensa cantidad de hormigas pretendían despojarle de esos restos, cuando vio un peligro mayor…La jauría de perros rabiosos iban en pos de sus presas.
Angustiado, buscó piedras y palos…Pero la tenacidad de esos voraces era muy decidida. Sintió en carne propia la ferocidad andante y errante de esas bestias caninas.
El terror lo atenazó al comprobarse como lo atacaban desde todos los flancos posibles. Cómo pudo guerreó con ellos… - ¡Desgraciados no se van a quedar con mi comida! – Les gritaba con toda su determinación…
Pero no pudo mas. Cuenta se dio que si no huía…Entre el ataque decidido de las diminutas hormigas y aquel perraje…
¡Debía ceder! - ¡No! ¡No! – Pero debió hacerlo.
Derrotado ante la cruel evidencia.
Pronto se vio corriendo desaforado, para poder salvar hasta su propia vida.
Corrió y corrió en su loca huida. Y para cuando se detuvo, ya había recorrido varios centenares de metros.
…Perdió todo…Humillado quedó…Pero su vida preservó.
Su corazón bombeaba escandalizado, el recuerdo del vaho de esos demonios, aun lo martirizaba.
Pensó en regresar…Pero: ¿…Para qué…?
…Su hambre continuaba, era preciso alimentarse…
Pase lo que pase, él tenía sus propias prioridades.
Algo habrá que hacer…