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- Si bien todo lo que me estás contando (Cosa que no me consta, por cierto), dime el por qué yo he de aceptarlo (Pues sabrás que tengo mis dudas). – Juan cambió bruscamente de posición al verificar que en su manera de ver y de analizar las cosas, les daban un tanto de razón a Miguel.
No obstante, en medio de su terquedad, en un principio no quiso aceptarlo desde un principio, fue con el correr de sus cavilaciones que a la final, accedió a darle la veracidad requerida.
Miguel, que lo conocía, esperó pacientemente a que su entrañable amigo lograra convencerse a sí mismo, de que todo cuanto le había narrado era cierto.
Sin embargo, en algo tenía razón, Miguel así lo entendió.
Pero la cuestión era…Cómo explicárselo de manera que así lo percibiese…Era cuestión de tiempo.
Y quizás con una dosis de sabiduría…Puede ser, quizás…
En medio de tantas cavilaciones, Miguel aceptaba varios de los puntos en los cuales debatía su viejo conocido.
Juan no lograba redondear bien sus ideas, pero de lo que si estaba completamente seguro, era en esto:
¿Porqué él tenía que acudir en ayuda de esa gente…?
Ya ellos daban muestras constantemente de que hacían solamente lo que a ellos les convenía.
Y fueron ellos mismos los que tercamente afirmaban que estaban no solamente conscientes, si no que así, de esta forma era como querían ser gobernados.
No bastan las muestras que él mismo les había suministrado.
Pero ellos no aceptaban nada más, que lo que ellos mismos ya habían decidido. Y eso que ya les había explicado y hasta muestras fehacientes les había suministrado…Pero nada. No rectificaban.
Cuando era mas que cierto que ellos así no lo habían requerido…
Esa gente -que eran vecinos suyos también- siempre había dirimido sus asuntos en la soledad de sus decisiones.
Y jamás permitían que nadie -incluyéndole a él mismo- cosa que había que puntualizar con mucho énfasis.
Por lo que suspirando con hastío, tuvo que ceder…No era él el que los haría modificar en nada…
