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- Yo soy un niño. ¿Es que acaso no me ve…? – Y el pequeñín se quedó parado en una posición de reclamo.
Extendió sus cortos brazos hacia abajo, mientras levantaba su barbilla y se mantuvo así por unos segundos mas. (Me pareció muy graciosa su actitud.)
Luego desvinculándose de mí, volvió a inclinarse sobre la yerma tierra y empezó de nuevo a jugar con las piedras, tierra y pedazos de madera que por allí se encontraba.
Me fijé que en cuestión de segundos, volvía a ser un infante mas.
Qué de curiosa e inverosímil suele ser esta vida, hacía unos instantes creí ver a un hombre ya anciano por sus tantos años de vivencia en el cuerpecito tan tierno y frágil de un ser tan escaso en años de vida.
¡Qué de cosas hay en esta vivencia!
Lo contemplé como seleccionaba piedras y trozos de madera.
Hacía ruido con sus labios, y pensé que en su imaginación él estaba piloteando un tren imaginario. Veía a las hormigas y transitaba entre ellas.
Era evidente que en su mundo infantil, él se soslaya.
Dejó de prestarme atención. Y así transcurrieron unos segundos mas.
Hasta que volví a introducirme en su mundo… - …Pero no me queda claro algo… - Él tuvo que haber escuchado el eco del sonido de mi voz…Pues levantó poco a poco su mentón.
Miró hacia su derecha y luego a su izquierda; y luego hizo un sonido que se me asemejó al ruido que produce una metralleta…Golpeó un cúmulo de arena que él mismo había colocado y produjo una especie de estampida.
Y luego de todo esto, se fue volviendo hacía mi mundo y me contempló un tanto asombrado y rememorando entre esos dos mundos en los cuales -yo lo obligaba a volver- mientras él tercamente se absorbía en su imaginaria cabecita, pletórica de imaginación fantástica.
Se rascó su escasa melena y me encaró de esta forma… - ¿Qué me dijo…? – Noté su extravío. Era evidente que él hubiese preferido seguir en su mundo de fantasía. En sus juegos imaginarios.
Pero por atención a mis reclamos…Volvía a encararlos… - Te decía, que no me queda claro algo…
- ¿Qué?
- Bueno, yo te observo y veo en ti, a un hombrecito…
- Es que lo soy.
- Pues claro. Y me pregunto: ¿Cómo un hombre como tú…No tiene novia?
- No la tengo. ¿No me ve…? Soy muy chiquito.
- …Pero un hombre cómo tú…Sin noviecita…No lo puedo asimilar.
- Porque soy un niño. Apenas tengo: 8 años. No puedo.
¿Y cómo la puedo mantener…Ah? Si yo no trabajo. - Pues búscate un trabajo.
- No me dejan trabajar.
- ¿Quién?
- Papi me dice que debo estudiar.
- ¿Y entonces…Cuando vas a tener una noviecita…?
- …Y sigue con el mismo cuentecito… - Me respondió con ese tipo de fastidio que mantienen los infantes cuando no se le quiere entender.
- …Sí. Es cierto. Disculpa si te fastidio.
- Cuando yo sea grande, podré tener mi novia. Y me podré casar. Y podré tener mis propios hijitos. ¿Entiende?
- …Pero hay que empezar desde ahora…
- …Y sigue. Usted es muy persistente.
- Es cierto. Pero tendrás alguna chiquilina por ahí… - Él bajó su cabecita como si sintiese en carne propia mi aseveración.
Es mas, instintivamente intentó volver a su juego con la tierra, las piedritas, las hormiguitas. Y yo, no me interpuse. Solamente lo contemplaba, sonriendo, pero sin interrumpirle en nada.
Siguió en su faena. Pero transcurridos unos micro segundos, él mismo se percató de su acción. Dejó de jugar. Y se enserió un tanto. Vi asombrado esa enorme metamorfosis que en él se estaba suscitando. Me fijé que arrugó su frente y alzando sus pestañas, hizo como si estuviese analizando algo muy importante. Luego dejó todo lo que hacía en un segundo lugar.
Colocó su mano derecha en su mentón y haciendo una semejanza…Me hizo ver que ya estaba analizando crudamente mi exposición.
Y me adelantó con una voz muy seria… - Pues sí. ¡Claro que tengo una…Por allí! Mejor dicho: ¡Hay una chica muy linda! ¡Bella! ¡Hermosa! Que me tiene loco. Me carga en las nubes… - Ya comencé a ver…El hombre que había en ese cuerpecito tan endeble.
- ¡Ah…Yo lo sabía!
- ¿Y qué come que lo adivina…?
- …Será que “algo de eso” aun sé…Pero dime…Cómo se llama…
- ¡Ese es mí secreto! – Y mirando de reojo, detalló todos los extremos.
Y cuando se percató él mismo que estaba seguro, me encaró de la forma mas sería posible… - …Pero primero: Me tiene que jurar…
- Yo no juro. – Le espeté muy serio.
- Bueno. Por lo menos me tiene que dar su Palabra de Hombre, que jamás me va a vender. Qué no se lo va a chismear a mami. ¿Ok? ¿Cuento con eso?
- Eso sí. Te doy mi Palabra de Caballero.
- Ok. La acepto.
- ¿Y cómo se llama la chica que te ha robado tu corazoncito? – Quedó satisfecho con mi promesa, pero contemplé que dentro de él mismo, se debatía en exponer a plena luz, ese nombre.
Pues le parecía que estaba violando un solemne juramento: El no confesarle a nadie esto. Asumí en el tremendo vía crucis a lo que lo estaba sometiendo.
Y luego contemplé a un bebe que me estaba dialogando con el mejor repertorio masculino que podría observar… - Bueno. Ya puedo confiar en usted. Veo que es todo un Señor de respeto. Y no tengo por qué dudar de su palabra…
Recuerde que ya me dio su Palabra de Caballero. - Claro que lo recuerdo…
- Ella se llama… - Guardó silencio. Creía que estaba rompiendo un paradigma imposible de flagelar. Pero se repuso casi instantáneamente.
- …Ella es bella. Hermosa. Y cada vez que la veo…Se me desbarata el cuerpo.
Pierdo la vista. Por los momentos creo que me voy a desmayar.
Casi no puedo creer que una niña pueda ser tan hermosa. Mi corazón late y deja de latir. Cómo explicarme…Es que creo que sale el sol.
Y abro mis pupilas para verla mejor. Pero me encandila. Me deja sin palabras. Tiemblo como si fuese un bebecito. Con decirle que mis compañeritos de estudio, me tienen que dar empujones y hasta codazos…Y es cuando vuelvo en mí… - …Y su nombre…
- ¿Su nombre? …Nada mas verla…Se me olvida que hasta yo mismo existo.
¿Cómo se llama eso…? - Creo que lo llaman: Amor.
- Sí. Debe ser eso. Ya no sé qué hacer con mí vida. Le soy honesto.
Me tiene con la empalizada en el piso. – Y realmente vi que él pobrecillo no encontraba la mejor forma de resolver ese impasse.
Por unos segundos mas. Guardó silencio. Nuevamente comprobé que se sumergía en ese su mundo, lleno de fantasía. Solo que en esta ocasión…Era un hombre.
Un ser que a pesar de su corta edad: Entraba a una encrucijada.
Y no sabía cómo enfrentar esto. Suspiraba y mostraba su impotencia. - …Sofía…Sofía…. ¡Estás acabando con mi propia vida! – Y yo hacía todos los esfuerzos que este mundo me brinda, para no reírme.
Me enternecía este enorme crucigrama. Por instantes me hizo recordar la primera vez en que yo mismo me enfrenté a este tipo de situación. - ¡Esta mujer está acabando con mi existencia! – Me dijo en una exhalación inevitable.
- …Y lo que le falta al amigo… - Le sugerí. A lo que él extrañado me encaró de esta forma…
- ¿…Qué…Esta vaina puede acabar con mi propia existencia…?
- …Y no te va a dejar respirar…
Y dejarás de comer…Y de beber. Perderás hasta el sentido de lo que es esta vida. Todo un drama te espera por vivir.
…Bienvenido al club masculino. – Le dije dramáticamente. Me miró fijamente y de repente desplomó su cabecita y su manito derecha la colocó en su frente y con el mayor de los dramatismo, me expresó lapidariamente… - …Será mi destino… - Brotó de sus pulmones, o quizás de su angustiado corazoncito…Pero era evidente que de alguna parte muy intima de lo mas profundo de su tierna existencia brotaba.
- …Será… - Adelanté tratando de minimizarle su frustración tan temprana.
- Por eso prefiero seguir jugando con mis cositas. Allí, yo soy el dueño de mi mundo. Decido lo que mas me gusta. ¿Qué mas podré hacer…?
Para no seguir pensando en estas cosas. – Se quedó meditabundo.
Su rostro era una melodía de desazón y desaciertos. - Yo voy a seguir con mis juegos. – Y sin pronunciar mas argumentos.
Se sumergió en su mundo. Chocaban trenes entre sí a la mayor velocidad cibernética. Extraños sujetos se enfrentaban mientras él, los combatía con la fiereza de un ser mitológico. Un súper ser brotaba de sus entrañas.
El bebe volvía a reclamar su espacio. Dejando atrás los problemas de este mundo…Tan cruel y realista.