El patrimonio cultural es un elemento importante que viene a reforzar el valor identitario de una persona puesto que, históricamente, le dará solidez a su base conceptual del "yo" moderno para luego poder proyectarse hacia un futuro. Ya en las entrañas de una máquina de consumo y entretenimiento de masas ¿qué tan importante se vuelve éste en la creación del individuo sin alterar el hecho de encajar en una sociedad cosmopolita y tecnodependiente?
Para muchos hablar del patrimonio cultural se ve influido por el marco conceptual decimonónico heredado en el que el patrimonio es algo estático, distante, inaccesible o de acceso restringido a las élites resguardado en esas intimidantes catedrales del conocimiento como teatros, bibliotecas, museos y conservatorios. A pesar de haber una serie de programas y planes para masificar la educación, la cultura y el deporte, éstos fallan ya que en principio le dan cumplimiento a los derechos humanos de tercera generación pero ignoran, voluntaria o involuntariamente, como estos pueden beneficiar a la persona humana en su composición integral.
Un ejemplo de esto es la utilización de manifestaciones artísticas en los tiempos de ocio para que los jóvenes no caigan presa de estructuras delincuenciales. En principio está bien, si embargo si reducimos al patrimonio cultural como una mera estrategia para que un joven no sea presa de la delincuencia entonces estamos dejando de lado otros campos de desarrollo integral para ese joven como la generación de un nuevo imaginario y nuevos lenguajes para expresar su sentir e interpretación del mundo circundante, valores estéticos tan necesarios para discernir y disentir, desarrollo de inteligencias como la emocional para poder compenetrarme más con el público que consumirá mi obra, una herramienta para "ganarse la vida", etc. Estas potencialidades están allí sin embargo no son tomadas en cuenta y, por lógica, no se les da un seguimiento adecuado. Otro problema radica en reducir el patrimonio cultural a un "punto artístico" o "punto cultural" en agenda de otros eventos de "mayor importancia".
Entonces ¿qué hacer para darle un giro a esto? Bueno, en primer lugar es darle la importancia al patrimonio cultural como algo vivo, accesible y necesario para la creación de los nuevos imaginarios e idearios que se necesitan para afrontar muchos de los problemas que aquejan la vida moderna. ¿Cómo se logra esto? En definitiva que los gestores del patrimonio sean abiertos y dejen la idea olímpica del saber, es decir, que así como los dioses disfrutaban del fuego allá en el Olimpo permitan que los Prometeos "roben" ese fuego y lo compartan con todos. Abrir nuevos espacios de difusión, si bien congresos, simposios y charlas académicas son importantes siempre tienden a ser exclusivos y apartan a la mayoría de personas, tener presencia en medios de comunicación con una retórica abierta, inclusiva y amena que se proyecte desde lo interesante a lo profundo de la temática; no temiendo a experimentar e incursionar en otras áreas ya que de la fusión de estas hay resultados muy interesantes.
Otra forma de visibilizar y poner en acción al patrimonio cultural es incorporarlo como eje transversal en todos los niveles educativos que ayude al docente y al estudiante con materiales didácticos que permitan valorar y reconocer el patrimonio cultural nacional pero también el local ya que ellos son los garantes de su difusión y preservación; tener un observatorio cultural de carácter estatal (compréndase estado como la participación de gobierno y todas las instancias de la sociedad civil) el cual llevará un censo nacional de manifestaciones culturales, tangibles e intangibles, un registro de buenas prácticas sobre la gestión del patrimonio así como también ser fuente de consulta para un sistema de información cultural.
No es tarea fácil pero tampoco es imposible. Bastaría romper con el paternalismo que los gobiernos son los únicos llamados a administrar el patrimonio cultural, es en ese momento de empoderamiento en el que la sociedad civil comenzará a valorar y disfrutar plenamente de éste. También vale la pena ver que de la gestión efectiva del patrimonio cultural se pueden generar fuentes de desarrollo económico a través del turismo, de la apropiación, registro y comercialización de imágenes patrimoniales, entre muchas otras. Lo que falta es quitar la idea que el patrimonio no es monetizable y con un tratamiento ético puede brindar mucho beneficio a las comunidades locales y periféricas donde se dan las manifestaciones del patrimonio cultural.
Idealmente la gestión efectiva del patrimonio viene y nace desde la comunidad apoyada directamente por las demás instituciones que componen el Estado de manera horizontal y que dignifique a la persona reconociendo su historia y su riqueza cultural visibilizándola a través de los medios de comunicación; protegida por un robusto cuerpo legal integrando leyes primarias, secundarias y convenios y tratados internacionales; socializada en agendas políticas; apoyada económicamente y, sobre todo, conocida y respetada por cada persona en el territorio.
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