Tiago: Brasil, cárcel, infierno y dolor

in dolor •  7 years ago 

Inspirado en un hecho real

En posición fetal, sobre una toalla duerme un hombre blanco, de 50 años aproximadamente, es de facciones gruesas, calvo, con ropa humilde, pies descalzos, le acompañan un encendedor y una caja de cigarrillos.

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Despierta de golpe, sudoroso y asustado, acaba de tener una pesadilla. Alza su cuello y una enorme cicatriz le brota como una montaña rocosa de la piel. Se acomoda boca arriba, cierra sus ojos y en un brusco recuerdo aparecen sus manos ensangrentadas. De inmediato siente que tocan con fuerza a la puerta de la habitación. Se levanta bruscamente, abre la puerta y observa que le han dejado un paquete con una nota:

  • Para: Tiago

Tiago, ahora se acerca inapetente hasta la mesa que simula ser el comedor de su hogar. Abre el paquete sin cuidado alguno y saca una grabadora de cassette pequeño, presiona el play y se la acerca hasta su boca. Intenta hablar pero no puede, su mirada se torna nostálgica. Olvida la grabadora y destapa dos platos de peltre, uno tiene un pedazo de pan lleno de lana; en el otro, está un hueso blanco que sobresale como un diente blanco en la salmuera de un caldo verdoso.

En el centro de la mesa está un cuchillo Tiago toma el cuchillo y petrifica su mirada en él. Se lo lleva al cuello y rosa con éste su enorme cicatriz, cierra sus ojos sutilmente y empieza a recordar situaciones que le atormentan el momento.

  • Un vendaval de arena muestra a un niño completamente desnudo como de 5 años con evidente desnutrición, quien corre detrás de una gallina con un pedazo de pan lleno de moho empuñado en una de sus manitos.

  • Una mujer gorda, grita enardecida a este niño, lo golpea directo en la cara con la mano cerrada, haciéndole sangrar por la nariz, le arrebata el trozo de pan y se lo devora ella con mucha ansiedad.

De inmediato, Tiago abre sus ojos y, suelta el cuchillo respira y exhala varias veces, se calma, se sienta en una vieja silla, apoyando su cara y brazos a la mesa. Coloca frente a él la grabadora, hunde el play y habla:

  • “Mi nombre es José Tiago Costa Pereira, tengo 55 años. Nací en Brasil y sin suerte en la vida… Cometí un error, que pagué en el infierno: la cárcel.”

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Se escucha y se ve abrir una puerta de hierro maciza. Una luz muy brillante pone en evidencia a un joven tirado en el piso frío, con extrema delgadez, percudido y hediondo por doquier. Guardias de seguridad lo levantan como una pluma, y sin remordimiento alguno lo golpean por la espalda con sus rolos. Los gritos de dolor de Tiago son ensordecedores, exclaman piedad…

Los gritos van aminorando, la inconciencia está dentro de Tiago, está tendido en el suelo húmedo de la celda con los ojos heridos y entreabiertos. Viendo salir a los guardias que lo golpearon, trata de hablar pero le es imposible. A duras penas puede ver, en medio de su visión borrosa ve llegar a otro hombre a la celda, éste lo arrastra por las piernas, Tiago no pone resistencia alguna, cierra sus ojos y con el último suspiro que le queda se deja llevar.

Abre sus ojos ve que todo parece estar en otro tiempo. En un espacio abierto, es el patio de la cárcel, Tiago, fuma incesantemente un cigarrillo tras otro. Su rostro ha cambiado, sentenciando que los años no han pasado en vano, arrugas definidas y marcadas. Incontables cicatrices sobresalen de sus brazos y piernas como en el alto relieve. Se le ve observando la rutina de su vida propia, luego fija toda su atención en otro reo, quien está en un rincón apartado leyendo un libro en voz alta… Tiago le escucha decir.

  • “Pero, la duda existe, no se rehace una vida como quien cose un botón… Papillón de Henri Charriere” –

En un abrir y cerrar de ojos, empuña su manos y visualiza un cuchillo ensangrentado, gallinas muertas que aun cacarean, un niño llorando sin consuelo, Tiago se ve a sí mismo de joven degollando a un hombre con un cuchillo y elevando sus manos ensangrentadas con una actitud incrédula, a la altura de su cara:

  • “Maté a un hombre, le corté el cuello y pagué 20 años de infierno en una cárcel de Brasil.”

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Tiago hunde el botón de rew en la grabadora. Observa su contexto actual, la toalla haciendo de cama en el piso frío y el deterioro de la habitación donde se encuentra y cerrando sus ojos de un modo sutil dos lágrimas corren por sus mejillas. Se habla a sí mismo y repite: “la duda existe, no se rehace una vida como quien cose un botón…”

Dedicado a la memoria de José Tiago
1949 - 2009

FOTOS: Fueron tomadas de Google para acompañar el texto.

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