Es impresionante como el mundo evoluciona; a la velocidad de la luz. Y nuestros niños son una prueba de ello. En la actualidad encontramos infantes que desde su nacimiento observamos en ellos comportamientos y conductas poco usuales: antes, un bebé recién nacido apenas lograba abrir sus ojos, voltear la cabeza de un lado a otro, con sus manitas muy empuñadas... hoy en día, los bebes a escasas horas de nacidos, abren completamente sus ojos, levantan su cabeza y mantienen sus manos bien abiertas y extendidas; hasta el movimiento corporal y el balbuceo se presenta de manera precoz.

De igual manera podemos hacer comparaciones de nuestros peques en cuanto a su manera de explorar el entorno. Constantemente, escuchamos de los padres expresiones como: “mi hijo es hiperactivo”, “ya no sé que hacer para que mi niño se porte bien”... y los etiquetamos nosotros mismos con diagnósticos equivocados. Por ello, es oportuno relacionar estos conceptos similares pero que no son iguales: Niños con Alta Demanda y el famoso Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).

Aunque sus características, según los investigadores, sean parecidos y el abordaje también lo parezca, no son iguales y es importante diferenciarlos. Se les define Alta Demanda, porque como su nombre lo indica, estos niños requieren de constante estímulo debido a que su desarrollo mental va en constante evolución, quizás a un ritmo más rápido que lo normal... pero solo con paciencia y una intervención efectiva por parte de sus padres, se logrará dar respuesta efectiva a la demanda que éstos chicos requieren.

Por el contrario, un TDAH requiere en primer lugar de la evaluación de un especialista (Psicólogo/Neurólogo) y de allí dependerá una serie de recomendaciones. Cabe destacar que estos diagnósticos deben darse en edad escolar (5-6 años), cuando la personalidad del niño está ya definida y es observable su comportamiento en los diferentes escenarios.

Por el momento, se recomienda ser muy objetivos en cuanto a lo que nuestros bebés presentan y seamos capaces de brindar oportunidades asertivas para hacer de sus vidas un mundo de aventuras, sin represiones, ni etiquetas, ni discriminación. Sólo son niños 2.0 que tienen el derecho de expresar sus emociones y nosotros “papás” tenemos el deber de permitírselo.

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