Así cómo vemos las cosas bellas y hermosas de la vida. Una foto de un perrito adorable puede o busca empezar el viaje del artículo presente. Y gestarnos en nosotros, un viaje necesario, más que nunca a la educación y a la reflexión de las cosas que nos pasan hoy en día.
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Estamos siempre inmersos en la idea, de que la simple belleza a la que nos podemos enternecer para muchos de nosotros nos bastaría con mirar algo bello y punto.
Pero no siempre se puede tener a la diminuta criatura que puede ser muchas cosas pero su reducido tamaño genera en nosotros la vitalidad mayor de que su poderoso deseo de jugar y por qué no decirlo con claridad, nosotros mismos nos entrometamos en el juego pudiendo así explorarlo como un alma libre y que no solamente está llena de las fuerzas animadas de la naturaleza, y de aquella que es motivos de vivacidad y valores, de esperanza en tantas ideas bellas y nobles, de una vida que se despliega en este momento y que madurará con nosotros porque es nuestra responsabilidad, al ser los dueños y ella la mascota tan tierna y tan dependiente de nosotros.
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Ahora, viene ese salto de que las imágenes que nos llenan de generosas experiencias internas y que nos mueven nuestro ser más innato, nos permitan además elaborar las decisiones de formar o de educar, de amaestrar, de tomar la tutela en último término de este adorable ser que se puede modelar, y le volveremos el modelo de algo mejor de lo que encontramos.
Por ello, es que este "juguetón cachorro", que, sin embargo, tal vez, por lo mismo de ser un mini-perro, o sin que ofendamos susceptibilidades ajenas podemos llegar a vislumbrar a un niño-perro o perrito, quien desde ya posee a nuestros ojos muy poco del niño como la herencia de nuestra especie o nuestros amados hijos para hacerlo más íntimo en su relación con cada uno.
Mucho más hay de ese perro o can, pero que no por ello le denominamos cachorro a nuestro infante hijo o joven prole. Y qué es lo que sería del mundo como le conocemos si encima de lo mal que está, por nuestros actos, aún estuviese peor por carecer de la alegría e inocencia de los niños que hasta en religiones de muchos lugares hay lo que se llama la inocencia espiritual, puesto que los niños no son mini-adultos o chiqui-adultos, sino que lejos de complicarse la vida juegan y buscan compartir mucho de ellos y hacer amigos en el juego.
Pero del mismo modo en que el dueño en su afán de darle lo mejor posible y más aún es el valor de nuestros hijos. Porque son nuestros "futuros cachorros", pero que a diferencia de las mascotas que nunca podrán ser "libres e independientes" debemos buscar que nuestros hijos sí lo sean. Ellos tomarán el futuro y no debemos inclinarles dentro de lo que podamos a que cometan los mismos errores que nosotros con ellos.
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Así, por el momento, la educación no debe ser la norma o el estándar que regularice a las personas para resaltar lo homogéneo que tienen, sino que habiéndose desarrollado ya hasta la actualidad tantos planteamientos y esquemas, empecemos por reconocer los elementos que potenciarán el mejor desarrollo de las virtudes y de las potencialidades de nuestros hijos y alumnos, para que también convivan con frustraciones de maneras sanas y saludables. Y así la sociedad pueda girar de otra manera.
Por esos las humanidades, las artes, los valores, las creencias, la vida social-política, las ciencias, deben armonizarse dentro de los educandos, y no en situaciones de conflictos y agresiones sin sentido, cuasi bélicas.
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