Sabiduría y realidades en un huevo

En las tradiciones familiares de algunos hogares latinoamericanos, en la semana santa celebrada por la iglesia de Roma, se acuñó / se acostumbro, que el jueves se deben comer los 7 potajes; tratándose de ver la mesa abundante, para que siempre a la familia le vaya bien y brille la abundancia de alimentos. Estos 7 potajes se refieren a toda clase de carnes, cereales y verduras. Pues el viernes y el sábado se presentará el ayuno por la muerte de Jesucristo; quién es el protagonista de las celebraciones culturales e históricas.

Sin embargo, ante estas realidades, me acuerdo que, de niño no siempre hubo esa clase de abundancia en el primer hogar donde me criaron. El huevito era el que salvaba y complementaba la comida de ese día. A pesar de ser un alimento básico, nutritivo y rico en proteínas. Algunas personas lo ven como alimentación de pobres, para la fecha del jueves santo. En el barrio popular latinoamericano, los niños suelen preguntar cómo fue la comida; y a veces con mi hermano, mentíamos y exagerábamos para que no nos vieran carita de pobre.

La mesa de los judíos en la fiesta de Pesaj nos dice que el plato ceremonial lleva un huevo duro, como un simbolismo espiritual; queriendo decir que cuando un huevo se somete al calor se endurece, y si se calentara moderadamente, no pierde su contextura y sabor. De igual forma las emociones del ser deberían tener un fondo parecido; ante las presiones de la vida, el ser sabio endurece su fe y confianza, y ante las adversidades siempre presentes, el carácter ya definido, no se deja alterar en contra de su esencia.

Otras tradiciones tienen el huevo de pascua, que está elaborado a base de chocolate, los decoran en familia y los críos, luego de la cena, los deben de encontrar donde previamente los padres los escondieron; esto es para endulzar y mantener a los niños activos y despiertos.