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- Me prometiste que me escucharías y no te asustarías – Me recordó ella – Necesito que me ayudes, tú eres el único que lo puede hacer. Ya te dije que no te haré daño, jamás le he hecho daño a nadie y te ruego me saques de este tormento.
Enmudecí y no tuve más remedio que permanecer sentado escuchándola. Ella prosiguió:
- Cuando mi padre me quitó la vida cortó mi cuerpo en trozos con el hacha y enterró mis partes en la otra habitación que era la que yo ocupaba en vida.
La macabra historia me hizo levantar la cabeza y abrir mucho los ojos.
- El saco que él trajo esta noche contendía mis huesos. Todas las noches lo trae y los deja en el lugar donde me enterró, un hoyo en el piso de la habitación.
No daba crédito a lo que estaba escuchando. Intentaba asimilar lo absurdo que me parecía todo. La hermosa joven se fue levantando lentamente y se detuvo frente a mí sin dejar de hablarme.
- Sé que es difícil creerme, pero te demostraré que te estoy diciendo la verdad.
En ese momento comenzó a transformarse en un horrible esqueleto cuyos huesos fueron cayendo uno a uno al suelo demostrándome cómo había sido cortada con el hacha y cómo había quedado su cuerpo. Luego los huesos, como por arte de magia, fueron uniéndose nuevamente formando otra vez el horrible esqueleto. Me paré en seco y la horrible figura de huesos quiso agarrarme.
-¡No me dejes, Iván, sácame de aquí!
El espantoso ser me dirigió esta súplica con la misma dulce voz con la que me había estado hablando. La empujé y salí corriendo dando un grito. Entré al otro cuarto y me encerré por dentro. Me recosté de la puerta respirando con dificultad deseando poder calmarme, pero apenas me espabilé, noté que el esqueleto estaba junto a mí y continuaba rogándome:
- ¡Ayúdame, por favor!
Sin pensarlo dos veces salí corriendo haca la puerta principal, más mi impresión fue peor cuando al abrirla vi con horror que el hombre del impermeable estaba afuera con el hacha en la mano y dispuesto a atacarme. Se me vino encima, pero pude cerrar la puerta a tiempo. Al voltear supe lo que verían mis ojos, el terrorífico esqueleto que seguía allí e insistía en hablarme.
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