Los jóvenes que querían ser equilibristas

En los comienzos de la década de 1880 y por algunos años, Buenos Aires padeció el problema de los jóvenes que querían ser equilibristas.

Esta repentina moda tuvo un motivo fundamental, en el año 1877 llegó por primera vez a la Argentina Jean Francois Gravelet, más conocido como “El Gran Charles Blondin”, un francés muy famoso que instaló un circo en Rivadavia y Agüero durante un tiempo y luego lo mudó a Corrientes y Medrano.

Si bien es cierto que ya estaba en los finales de su gran carrera como equilibrista, no dejaba la actuación y no parecía dispuesto a su retiro. Se rumoreaba que problemas financieros eran la causa de su continuidad en la carrera de acróbata a una edad donde los riesgos aumentaban considerablemente.

Las hazañas de este caballero se remontaban a muchos años antes, su actuación más brillante había sido en 1859 cuando cruzó sobre una cuerda las cataratas del Niágara, para ello recorrió una distancia de 350 metros y a 60 metros de altura. Ese cruce no lo hizo una una sino varias veces y en días sucesivos. Con los ojos vendados, con una carretilla, hasta en una oportunidad llevó una pequeña cocina e hizo una omelette y se la comió. Ya no sabía más como hacer para recaudar y se animó a hacer un cruce más con su representante montado en los hombros, este acto si fue difícil y estuvieron a punto de caer en varias oportunidades.

Otros varios países fueron escenario de sus logros y su fama creció hasta límites insospechados.

Muy probablemente, estos grandes actos de malabarismo fueran la culminación de su sueño más anhelado que había comenzado a forjarse cuando apenas tenía unos pocos años de vida y su padre, que era acróbata, le enseñó el arte de caminar sobre una cuerda.

En Buenos Aires también conquistó al público aunque sus actos en el circo era mucho más modestos.

Pero no pudo con su genio y quiso demostrar sus asombrosas habilidades en una función enorme y ante un gran número de testigos. Se sumó a los actos de celebración del 25 de mayo de 1878 y se ofreció a cruzar la Plaza de Mayo a 20 metros de altura desde la Recova (lugar que hoy en día ocupa la Pirámide de Mayo) hasta el Cabildo.

Las autoridades no estaban muy de acuerdo en dejarlo cruzar ya que Blondin tenía en ese momento 54 años de edad, de todas maneras y ejerciendo su autoridad en la materia logró que se autorizara la demostración.

En la mañana de ese 25 de mayo y con apenas un balancín muy corto, Blondin hizo el cruce sobre la cuerda y recibió una gran ovación al llegar hasta la otra punta, distante a unos 250 metros.

Luego de esa gran actuación, una más en su extensa y exitosa carrera, la policía se vio obligada a prestar atención en las calles ya que una gran cantidad de jóvenes se lanzaron a practicar el equilibrismo en cualquier parte y con los medios disponibles. Hasta los diarios se hicieron eco del peligro que eso conllevaba y avisaron que "Blondin había uno solo".

Algunos años después de su gran hazaña del Niágara pero antes de su viaje a la Argentina, un señor de apellido Thomson había apostado diez mil libras a que el francés moriría en una caída antes de cumplir 60 años de edad. Nada de eso ocurrió, murió en Londres en febrero de 1897 y muy alejado de las alturas, en su cama y por causa de una diabetes.

En el ambiente político argentino de entonces comenzó a utilizarse el termino "blondin" para apodar a los que se pasaban de un partido a otro. Hoy en día, y desconozco si es herencia del término de aquella época, les dicen "garrochistas".

Héctor Gugliermo

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