1.-
Javier tiene 23 y Ana 17 años. Ellos son mejores amigos de toda la vida. Siempre se han llevado bien: Son cómplices en todo, comparten sus secretos, opiniones e ideales. Sin embargo, hay un secreto que Javier esconde desde hace cinco años y que ya no es capaz de seguir guardando.
Javier está enamorado de Ana. Ama todo de ella: Su risa, su pelo, su piel bronceada. Esos ojos preciosos color café que hacen juego con sus labios rojos y sensuales, que lo tientan cada vez que la tiene cerca...
Pero lo que Javier siente es pecado... Ana es su hermana.
2.-
Finalmente, Javier se decide y ha encontrado la oportunidad de declararle su amor a Ana. No fue fácil tomar ésta decisión, considerando que no sabe cómo lo tomará ella. No quiere perderla, pero tampoco puede seguir guardándose lo que siente.
La ha invitado a dar una vuelta por el centro comercial que han inaugurado en su ciudad, con la excusa de que puede que allí encuentre los tenis que tanto busca. Ana acepta entusiasta, añadiendo que también podría comprar algo de ropa y que él sería de mucha ayuda con una opinión masculina.
Así que Ana y Javier han pasado casi todo el día recorriendo tiendas. Compraron algunas cosas sin tener éxito en hallar el calzado. Tampoco es que Javier hubiera tenido cabeza para ayudar a Ana en su búsqueda: Ha estado nervioso pensando en cuál sería el momento adecuado para abordarla. Es la primera vez que se le va a confesar a una chica y, cómo el romántico que es, siempre soñó con algo especial: Un intercambio de miradas tímidas reconociendo en el otro el mismo sentimiento; para luego, de manera dubitativa, acercar sus labios al tan ansiado beso que lo dice todo.
Pero Ana no es cualquier chica...
Entrada la tarde, Ana ya está cansada de tanto caminar y le dice para regresar a casa. Cuando van por carretera, Javier se acuerda que cerca queda una especie de cafetería que es poco frecuentada a pesar que el habiente es bastante agradable. Le ofrece a Ana parar allí y aprovechar para comer algo, y ésta acepta sin muchos peros porque en verdad está que se muere de hambre...
Una vez en la cafetería los dos piden café con algo de canela -el favorito de ambos-- y la acompañan con unos bollos. Comen mientras conversan un rato sobre sus cosas.
El tiempo pasa y Javier aún no encuentra cómo llevar la conversación hacia donde le interesa, lo que hace que comience a angustiarse porque no sabe cuándo volverá a presentarsele otra oportunidad de confesarse, por lo que, impulsado por una repentina descarga de adrenalina, mientras ella le está hablando no sabe qué de su profesor de matemáticas, le dice sin más que está enamorado de ella.
Ana deja de hablar ante la inesperada confesión de su hermano, y éste aprovecha su estado shock para decirle, por si lo duda, que no está bromeando, que desde hace mucho tiempo que se ha dado cuenta que el cariño que le tiene no es fraternal y que la ama como jamás ha amado a nadie. Todo esto se lo dice sin poder evitar bajar la mirada por la vergüenza, pero al haber terminado de hablar y no obtener ninguna palabra al respecto por parte de su hermana, Javier decide mirarla, encontrándose con el rostro de ella bañado en lágrimas. Javier se maldice por dentro por haberla hecho llorar y un "Lo siento" escapa de sus labios al arrepentirse de haberle dicho su secreto. Lo último que quería era lastimarla.
Ana sigue sin decirle nada y, cuando él hace ademán de querer limpiarle la mejilla con una de sus manos, ella se levanta de la silla bruscamente, y se va dejándolo con un dolor profundo en su corazón.
3.-
Javier está de vuelta en su casa, luego de estar al rededor de una hora llorando mientras manejaba. Ana no está. Su madre le ha dicho que llegó y se fue en seguida con una de sus amigas que la invitó a dormir. Javier comprende de inmediato que es porque no quiere verle, y, antes de volver a ponerse a llorar frente su madre, se excusa con un dolor de cabeza y se va a su habitación.
En la soledad de su cuarto permite que que su alma siga drenando, al ser consciente que ha perdido Ana, a su amiga, a su hermana..., a la mujer que ama.
Javier solloza desgarradamente, arrepentido de haberle dicho la verdad sobre sus sentientos a Ana. No le hubiese importado que ella le dijera que no le correspondía -ni que le correspondería nunca-, pero sabe que muy posiblemente esté sufriendo y odiándolo en este momento, lo que lo está destrozando por dentro. Se siente desesperado y decide que tan pronto la vea al día siguiente, le ofrecerá disculpas, diciéndole, lo más convincente que pueda, que lo que le dijo siempre sí había sido una broma. Ana le creerá, tiene que creerle, aunque seguro se molestará con él por un tiempo, pero luego todo volverá a la normalidad: Serán los mejores hermanos; los mejores amigos, mientras él la sigue amando en secreto. Y, convencido de esto, Javier se deja abrazar por los brazos de morfeo...
3.-
Javier no logra disculparse con Ana. Ella no vuelve al siguiente día, ni al siguiente..., ni al día después de éste. Para ser más exacto, Ana no vuelve a casa en una semana. Su madre le dijo que, por no estar en temporada escolar, le había permitido a Ana quedarse con su amiga por más tiempo.
Pero finalmente la semana pasa y Ana aparece. Javier siente que el aire vuelve a circular por sus pulmones al verla. Está cómo siempre. Hermosa. Sin embargo, debajo de sus ojos se nota, aunque de manera imperceptible por la ayuda de maquillaje, unas ojeras.
A Javier se le oprime el pecho, al adivinar que, atormentada por lo que él le dijo, su hermana no ha dormido como debía. No ve la hora de estar un momento a solas con ella, y decirle que todo es una "mentira", que ya puede dormir tranquila...
El día sigue su curso y Javier aún no tiene suerte. Lo peor es que su hermana ni siquiera le dirige la mirada, para que así puede ver reflejado en sus ojos, lo arrepentido que está.
4.-
La noche llega y con ella la hora de dormir. Pero Javier, a pesar de que trata durante algunas horas, no puede conciliar el sueño. No puedd dormirse sin haber conseguido hablar con Ana. Necesita aclararle todo y que ella le vuelva hablar, porque se siente morir sin su otra mitad.
Javier resopla al tiempo que se levanta de la cama y se pasa la mano por su cabello con algo de frustración: ¡Ya no lo aguanta más! Así que, con andar rápido, se dirige a la puerta de su cuarto, abriéndola con la determinación de ir al cuarto de su hermana, levantarla y pedirle que hablaran. Pero se detiene en seco al verla de pie en frente de él, con tan sólo un camisón semi transparente cubriendo su piel.
Sus miradas se encuentran por primera vez desde hacía una samana, y no les hace falta a ninguno de los dos decir una palabra. Lo único que se oye es el sonido sordo por la coalición de sus cuerpos, al ser atraídos cómo si de imanes se tratasen. Sus bocas se buscan hambrientas, explorando con sus lenguas todo lo que les permite la desesperación con la que se besan.
Javier, con miedo de que su madre pudiera despertarse y descubrirlos, toma con ambas manos las caderas de su hermana, haciendo que ésta lo rodee con sus piernas por la cintura, y aprovecha para guiarlos a dentro de su cuarto, cerrando la puerta luego.
Ana y Javier no hablan, al menos no lo hacen con palabras, pero se dicen todo lo que sienten con sus manos, con sus bocas, con sus lenguas, con su piel, con sus sexos..., con sus lágrimas.
Hacen el amor en silencio, con los ojos cerrados, con una mezcla de frenesí y temor de abrirlos y darse cuenta que esto no es más que un sueño. Que ambos siguen en sus cuartos, uno en busca de valor para enfrentar lo que siente, y el otro en busca de fuerza para negar sus sentimientos.
Fin
N/A:
¡Hi!
Como prometí en mi publicación de presentación, aquí está la primera historia que comparto con ustedes, pero no es la primera la que he escrito. Espero de verdad les guste y la hayan disfrutado tanto como yo lo hice al momento de escrubirla (Y hace un momento editandola xD).
¡Gracias por leer! ¡Hasta una próxima entrada!