En nuestro entendimiento más que todo, creemos en el mal como una fuerza con conciencia propia, que posee la entelequia y la intención de llevarnos a un camino incorrecto.

Ese mal tal y cómo lo conocemos, es manejado por agentes que distorsionan ciertos ámbitos de nuestras vidas, arrastrándonos a su lado de indiferencia, donde solo seremos marionetas de esa entidad, que tanto estigmatizamos como la causante de todas las desgracias del mundo.

Para esta reflexión solo quiero decir, que estamos más ERRADOS de lo que pensamos, puesto que no es el mal quien provoca nuestras desdichas, sino nosotros mismos.

¿Por qué digo esto con seguridad? Porque asimismo, como lo aseguro, digo que el mal no existe, y que dicha fuerza es sólo un factor de nuestra naturaleza, puesto que nosotros somos así.

La aseveración sobre la inexistencia del mal, es inequívoca, porque nuestra forma de ser es así. Si Dios es pura bondad, no pudo haber creado el mal, puesto que este factor natural surgió de las necesidades que el cuerpo comenzó a desear, y al no satisfacerlas, se comienza una serie de actos que nosotros calificamos como abominables.

Todo acto que se considera que no es bueno, es malo.

Cosmogónicamente se interpreta de esta manera, pero sin etiquetar o definir las cosas que hacemos, son sólo actos.

No existen actos buenos ni malos, solo son cosas que hace la gente, cuando lo veamos así,comprenderemos que las cosas son más simples de lo que parecen.

Ilustración