Vivimos en la era del victimismo, al grito de: ¡Discriminación!, cada vez y con mayor frecuencia escuchamos cientos de voces que intentan justificar su falta de carácter y responsabilidad para responder por sus propias vidas. Recientemente escuchaba un programa radial donde el tema que se discutía era la obesidad, llegado el momento de colocar al aire las notas de voz de WhatsApp de los sintonizantes para que dieran su opinión al respecto, escuché a muchos achacarle el problema de la obesidad a la falta de políticas públicas por parte del gobierno, es decir para esta gente el problema se resolvería si el gobierno dictara una ley que regule o prohíba la venta de alimentos llamados comida chatarra. En ese orden de ideas deberíamos también pedirle al gobierno que sancione una ley para que prohíba la venta de licores, y de cigarrillos ; otra que prohíba los locales nocturnos porque incitan a trasnocharnos y obviamente eso es malo para la salud; una ley que nos obligue a entrenar, porque entrenar es beneficioso para la salud; y así hasta que el gobierno instale una cámara en nuestras casas para cerciorarse que descansamos las ochos horas reglamentarias al mejor estilo de la novela 1984 de George Orwell.
¿Puede una abstracción llamada gobierno, hacerse cargo de nuestras vidas, con el mismo interés, empeño y dedicación de lo que podríamos hacerlo nosotros mismos? ¿El compromiso de responder por su propia existencia no debería ser la primera responsabilidad del ser humano? ¿Acaso esa misma existencia no viene acompañada con esas facultades superiores de las que hablaba Thomas de Aquino a saber: razón y voluntad? ¿No estamos dotados todos en mayor o menor medida de capacidad creativa e inventiva? ¿Acaso no es la libertad ante todo la posibilidad de elegir? Llegado el día que el gobierno lo controle todo, desde la cuna hasta la tumba, ¿Dónde quedaría nuestra libertad? ¿Qué sería de ella?
En mi opinión detrás de las banderas de la discriminación se esconde la intención de justificar el fracaso, la mediocridad y la falta de carácter; es una apología a renunciar a aquello que nos hace verdaderamente humanos. Hoy como nunca al mediocre le sobran razones para justificarse. El desfile de excusas es infinito; desde el color de piel, la etnia, la posición social, el sexo o las preferencias sexuales, todo absolutamente todo es una razón para justificar el fracaso.
“Hay una versión pequeña tuya allá afuera”; comentaba un excampeón deportivo en un documental. Es sabido que en el mundo de los deportes el león nuevo, tarde o temprano termina siendo desplazando al león viejo. Esa versión pequeña es el león nuevo que tiene el mismo ímpetu del que gozaba el león viejo en sus años mozos; es esa persona que está empezando desde el mismo lugar donde el león viejo algún día comenzó; algo así como el Clubber Lang de la saga de Rocky en su tercera entrega. Pero para los que no somos atletas de alta competencia esa versión pequeña es la persona que, estando en una condición igual o peor a la de nosotros, logra surgir a pulso con esfuerzo y dedicación. Es la persona que nos quita la excusas; porque estando en las mismas condiciones logró superarse de aquel estado de cosas. El razonamiento entonces sería: si el pudo, entonces ¿a ti que detuvo? La respuesta no puede ser otra que la falta de carácter, y con ello me refiero a esa segunda naturaleza que se construye en base a elegir los valores correctos y persistir en ellos a pesar de las circunstancias.
Necesitamos en cada posición de liderazgo; a padres, maestros de escuelas, profesores universitarios, entrenadores deportivos, administradores, managers y gerentes, entre otras cosas; de un compromiso total con la excelencia, un liderazgo que inspire en los seguidores el deseo de hacerse responsables por sí mismos, necesitamos convertirnos en promotores de la responsabilidad personal a tiempo y a destiempo. Dejemos claro con nuestro lenguaje y nuestras acciones ese compromiso vital de manera que podamos influir en nuestros congéneres para erradicar esas ideas victimistas que sin duda nos arrastran como sociedad al subdesarrollo y la barbarie.