UNA HERENCIA A ESTA SOCIEDAD

in familia •  7 years ago 

“Por tanto, guárdate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos”. Deuteronomio. 4:9

Cuando se acude a un profesional de la sicología u orientación, es común indagar en la familia de la persona. Esto es debido a que mucha de nuestros problemas, temores, complejos, debilidades y fortaleces están asociadas a experiencias vividas en la familia. No en vano Dios quiere que la formación de sus hijos comience en el hogar.
Jehová le dice a su pueblo que “guarde” y que “no olvide las cosas que tus ojos han visto”. Es decir, las experiencias propias con el Creador. No debo olvidarme y apartarme de ese Dios que ha de ser una realidad en mi vida; al contrario, sobre todas esas cosas que yo he aprendido, se me dice: “las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos”. Esto no es una simple demanda a cumplir, sino que se percibe en ella una urgencia por el futuro y de nuestras generaciones .

La formación cristiana está primeramente conferida al hogar, no a la iglesia. Los padres deben enseñar la Palabra de Dios a sus hijos en la casa. Siempre ese fue el deseo de nuestro Dios: “Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te levantes” (Deut. 6:6-7). Esta demanda fue acatada por familias piadosas quienes vieron sus resultados en las generaciones postreras. Tal fue el caso de la familia de Timoteo, como daba testimonio Pablo, al decir: “…trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también… Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras” (2 Tim. 1:5; 3:14). Es lamentable ver padres que responsabilizan las iglesias por el desenvolvimiento de sus hijos en la vida cristiana. La solución no es llevarlos a la iglesia para que escuchen una predicación. Eso no tiene ningún valor, si contradictoriamente en mi hogar yo estoy dando otra enseñanza diferente de lo que es la vida cristiana con mi vida.

La aplicación y la enseñanza de las instrucciones divinas y de su Palabra producirán un fruto muy valioso. Fruto que se verán en la conducta, las relaciones y los valores de nuestros hijos. “Guarda y escucha todas estas palabras que yo te mando, para que haciendo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová, tu Dios, te vaya bien, a ti y a tus hijos después de ti, para siempre” (Deut. 12:28). De nuestra parte solo queda cumplir con la enseñanza y la aplicación. Ese Dios real y verdadero en nuestras vidas, no solo impactará nuestras familias, sino también la sociedad. Ya que: “Tal sean nuestras familias, así será nuestra sociedad”.

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