Un día me encontraba en medio de la dificultad económica que a todos nos pasa en algún momento, lo cual me tenía muy preocupada, pues al día siguiente mi hijo tenía cita médica con la hematóloga que controlaba una Esferositosis congénita que el niño padecía. Aspecto que es de inferir lo importante de esta consulta médica. En vista de ello, al día siguiente, muy decidida y contando con muy poco dinero tome a mi hijo y colocándome en la orilla de la carretera hacia señas pidiendo una cola o aventón a todo vehículo que pasaba, para llegar a la entrada de Guatire y de allí tomar un bus hasta el hospital, pues solo alcanzaba el dinero para ese bus de ida y de regreso al mismo lugar, es decir, hasta la entrada de Guatire. Cabe destacar que este poblado se encuentra geográficamente ubicado en el Estado Miranda de la República Bolivariana de Venezuela y yo estaba residenciada en el poblado llamado Caucagua, a la altura del Sector Carpintero, perteneciente también al hermoso Estado Miranda.
Aconteció entonces que cuando hacia señas a los vehículos pidiendo una cola se detuvo un camión volteo, el cual iba cargado de arena lavada. Yo cargue a mi niño, para ese momento tenía cuatro añitos, lo subí al camión y luego subí yo. Realmente era muy incómodo y con mucho ruido, pero el chofer era un señor relativamente mayor, como de 50 años, aproximadamente, era también muy amable y educado. Al montarme en el camión agradecí a señor por haberse detenido para hacerme el favor de darme un aventón a lo cual este respondió que él era el agradecido, pues se estaba quedando dormido manejando y Dios me puso en su camino para despabilarle y pudiera llegar con bien a su destino.
Así entre conversación y conversación termino un largo trayecto de dos horas y llegue al sitio donde debía bajar del camión, es decir en la entrada de Guatire. Al llegar cerca de allí le dije al señor que por favor me dejara en la entrada que a cierta distancia ya se observaba. Al detenerse el camión me baje con mi niño lo más rápido que pude, pues prácticamente estaba quedándome en un lugar inapropiado, debido a que no era una parada i para vehículos ni para peatones, eso por supuesto me puso muy nerviosa, me subí a un muro de tierra para proteger a mi hijo mientras el camión se retiraba, luego baje y rápidamente camine hacia una parada de buses que estaba como a una cuadra y media, pero esto tampoco era una caminaría, era la carretera, es decir yo estaba caminando por la orilla de una vía rápida. Sucedió entonces que de pronto veo un camión 350 cargado con cabillas de construcción, yo lo pude distinguir a cierta distancia, no estaba tan lejos de este, pero tampoco tan cerca, continué caminando siempre pendiente de los carros, así como también, de cuidar a mi niño y de pronto un impacto fuerte, muy fuerte, casi al lado izquierdo de mi pecho me detiene, con una mano me sujete el pecho y con la otra yo sujete fuertemente a mi hijo, me sentía aturdida, no entendía lo que estaba pasando hasta que escuche unas voces, eran de unos hombres que estaban sentados en un muro de tierra al lado del camión camioncito. Estos murmuraban algo incomprensible para mí, hasta que uno de ellos me miro y dijo: ¡pobre mujer, se mató ella misma con la cabilla más sobresaliente del camión…!. Yo, aterrada mire hacia el frente, mi la cabilla, efectivamente, esta venia directo a mi pecho y no podía yo determinar hasta donde llegaba, porque mi mano izquierda estaba en mi pecho y rodeaba ese hierro entre los dedos índice y pulgar. Todo fue muy rápido cuando creí que entendí lo sucedido. Entonces mire a mi hijo y le suplique a Dios fuerzas, valor y tiempo para dejarlo en un lugar seguro y ese lugar era el hospital, por cuanto en su historia médica están los datos de sus familiares al igual que la dirección. Tome un poco de aire, cerré mis ojos y con un fuerte impulso retrocedí dando un jalón y al mismo tiempo presione mi pecho y sentí un movimiento que causaba un intenso dolor, realmente un dolor indescriptible.
Así, casi sin fuerzas camine hasta la parada de los buses, sentía la franela toda mojada, empapada y caliente, muy caliente. Llegue a la parada y prácticamente al momento se detuvo un bus, una persona me ayudo a subir a mi hijo y cuando yo subí me di cuenta de como todos indiscretamente me observaban, cerré los ojos y continuamente suplicaba a Dios que me permitiera llegar al hospital y dejar a mi hijo con alguien que lo pudiera regresar a su familia y pensaba también en qué sería de mi hijo sin mí. Una señora rompió el silencio, se dirigió a mí y me preguntó: qué le paso hija, hacia dónde va; le dije que tuve un accidente con una cabilla y la misma se clavó en mi pecho e iba al hospital, ella me dijo cálmese ya estamos cerca del hospital, le pedí que me avisará pues yo no conocía esa ruta.
Una vez que llegue al hospital continué sin quitarme la mano del pecho y sin mirarme para conservar la fuerza y no acobardarme con los nervios que genera ver sangre, sin embargo, con dificultad caminaba, casi no podía hablar a pesar de la brisa que entraba por las ventanas del bus yo continuaba con la franela empapada a la vez de sentir el líquido que salía de la mano con la que presionaba mi pecho y se deslizaba por el brazo. Seguí caminando y llegué al consultorio, toque la puerta y entré, al verme la enfermera se asombró y le dije no me preguntes, no tengo fuerzas, tuve un accidente por favor ten a mi hijo y le dije el nombre del niño, alertándole que yo iba para emergencia y si algo me pasaba en la historia médica estaban los datos de su familia. La enfermera cargó a mi niño y yo salí despidiéndome de la vida y suplicando a Dios misericordia pues yo no quería morir, mi hijo me necesitaba, pero no solamente como todo hijo necesita los cuidados de su madre, sino que necesitaba de cuidados especiales y mucha atención debido a su enfermedad. Con ese pensamiento, me acerque a la sala de emergencias y cuando ya iba a entrar sonó un estruendo, era la puerta de un carro del cual bajaron a una joven totalmente bañada en sangre, las enfermeras de la sala y los médicos exhortaron a que todos los presentes desalojaran el espacio, miré entonces una puerta, con el respectivo anuncio que indicaba que era un baño de damas, me acerque y antes de entrar me detuve y durante unos pocos minutos repetí: ¡Señor, no me desampares, tu eres quien tiene el poder para hacer toda obra, ayúdame, sálvame Señor!. Entre al sanitario y desde la puerta observé un espejo, muy despacio avancé hacia éste y me vi en el espejo, vi mi rostro, demacrado, lloroso, con ojeras, luego bajé la mirada hacia mi pecho mi franela era roja y estaba adherida a mi cuerpo por la mucha humedad.
Poco a poco y soportando un intenso dolor en el pecho quité mi mano, estaba totalmente mojada, pero sorprendentemente no era de sangre, caí en cuenta entonces y miré la franela, si estaba empapada, pero no había sangre. Mi corazón latía tan fuerte, tan fuerte que ahora si casi me infarto de asombro, susto y alegría. No podía dejar de verme al espejo y de recapitular en mi mente todo lo sucedido, fue así como en un instante me di cuenta que tenía un hueco en la franela, justo en el lugar en el cual se encuentra el corazón, mi asombro no terminaba y casi sin poder mover los brazos levanté mi franela y a través del espejo vi una gran hematoma muy moreteada en el lugar que me impacto la cabilla, me lo toqué y me dolía intensamente. Sin embargo no acudí al médico, pues consideré que después de Dios haberme cuidado tanto era la joven desangrada quien ameritaba de la atención de los médicos
Fui al consultorio donde tenían a mi niño y la enfermera me preguntó que me habían dicho y le respondí que me atendió el mejor de todos los médicos y yo iba a estar bien. Acompañe a mi niño a su consulta y luego fui a casa, realmente no me fui por la misma ruta, debido a las dolencias fuertes que tenía, pero me fui al terminar de los buses y directamente al chofer le pedí el favor y me comprometí a cancelarle el costo del pasaje tan pronto como me fuera posible. Al día siguiente era viernes y no pude ir a trabajar, luego con un gran esfuerzo lave las ropas y cuando extendí la franela roja en una cuerda me impresioné a ver que el agujero o hueco que tenía la franela en el pecho coincidía con un hueco en la parte trasera, justo en el mismo lugar. Comprendí entonces que realmente no fue solo que Dios me cuido, sino que me permitió la bendición de sus milagros, comprobado sin lugar a dudas porque la cabilla traspasó mi pecho por completo de manera recta, lo cual explica la rotura del mismo diámetro en las dos partes de la franela. Gracias señor por tu infinita misericordia.
Autora: Yuseira Gonzalez
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