No solo son algunos motivos, los que tenemos cualquiera de nosotros para leer una de las obras cumbre de San Agustín de Hipona, sino que son de esas cuatro o cinco obras que han definido el pensamiento occidental y han convertido a su autor, además de origen africano de nacimiento (cuando el Magreb era cristiano), en padre de Europa
Por gracias de nacer para esta vida en (Tagaste, 354- y fallecer en Hipona, 430) es Padre de la Iglesia e "hijo de las lágrimas de su madre", Santa Mónica, haciendo de ello la verdadera inspiradora del núcleo central de la personalidad de nuestro escritor, el cual muy pronto destacó por la agudeza de su inteligencia y por una sagaz imaginación, que le permitió plasmar un pensamiento muy original mediante una gran literatura. De las más grandes y trascendentes que han podido hasta hoy.
Comparadas anteriormente solamente a figuras como Platón y Aristóteles; y su predecesor al mismo apóstol San Pablo de Tarso. Luego de esa metanoia o cambio que ha significado pasar de la fuerza y fiereza del fariseo que se jactaba de la casa de Gamaliel y era tan apasionado de su fidelidad a las tradiciones judías que no tuvo reparos en asesinar o poder arrestar sin problemas a los que consideraba traidores a la fe y peligrosa secta del judaísmo que vivía y defendía: los cristianos. Volviéndose el gran apóstol de los gentiles y junto al sucesor de Cristo: Pedro, ex Simón, ser los dos grandes pilares de la cristiandad.
No puede considerarse pues este avance del cristianismo como una mera regresión al que alguno puede capacitarle como ese fenómeno que busca mediante una relajación profunda llevar al paciente a un estado de conciencia en el que le es posible a acceder a información o revivir experiencias guardadas en lo más profundo de nuestra memoria, cada uno de nosotros, tiene la capacidad de recordar hechos sea de esta vida u otra vida pasada. Algo más de sesiones espiritistas pero alejada de la vivencia cristiana originaria y auténtica.
Aunque alguno afirme que la regresión es usada con fines terapéuticos para buscar las experiencias causantes de pensamientos negativos, conflictos emocionales y traumas no resueltos con la finalidad de tomar conciencia de estos, superarlos y poder liberarnos de esa carga. Dado que la persona que está en regresión en ningún momento pierde la conciencia, ya que no se utiliza una hipnosis profunda, por lo que al salir de ese estado puede recordar la experiencia.
Vivió en Madaura, Cartago (allí despertó su gran afición al teatro y a la retórica), Roma y Mediolanum (Milán), donde maduró su conversión y donde fue bautizado por su maestro San Ambrosio a la edad de 33 años. No sin antes que fuera su inquietud por la verdad, ese corazón inquieto, que fue una constante durante toda su vida. Lo que se rastrea muy bien en la lectura de las Confesiones (debo decir que los dos principales análisis de la memoria los harán Agustín de Hipona y Marcel Proust).
Primero por descubrir esa verdad, como buscador infatigable de ella, y más tarde por defenderla. El Hortensius de Cicerón fue quien le impulsó muy pronto al estudio voraz de la filosofía. Así, luego ingresará como debe serlo a ese conocido maniqueísmo y su posterior escepticismo, de estos gnósticos. Pero la influencia más decisiva será la neoplatónica, con Plotino como principal valedor. Justo aquella que le permitirá valorar su estudio en sus encuentros con San Ambrosio de Milán.
Y en esa sintonía con los padres de la iglesia de su tiempo y predecesores a él.
Dándose que es en Agustín donde pueden rescatarse que hay dos conversiones -que son una en el amor de Cristo-. Una conversión intelectual (con los neoplatónicos en vanguardia) y otra espiritual (con San Ambrosio de Milán). Todo ello podría decirse que fue cuajando en una visión existencialista del amor, en un análisis de la santidad como esencia de Dios y plenitud del hombre. Son pues figuras de esa dimensión donde Dios aborda, es en lo profundo: el corazón, pero también el intelecto no puede serle indiferente pues es en sí el Sumo Bien. Y la razón desea conocer el bien y poseerlo. Del que luego se desarrollará para la metafísica positiva y creacionista escolástica que llegará a Santo Tomás de Aquino, por ejemplo.
No es otra cosa la sostiene su obra: La ciudad de Dios: el Amor como origen, germen, para luego desarrollar la explicación, con esos procesos de evolución y sostén de la realidad y de la historia, como no se había dado antes. Pero en su dimensión más profunda de la caridad que es la esencia misma de Dios Uno y Trino.
Es por ello que un texto que es a la vez apologético y dogmático, y que a su manera es deudor de las Repúblicas de Platón y de Cicerón. En La ciudad de Dios la cuestión de la relación entre razón y fe se trata bajo el aspecto de la relación entre fe y cultura. Podría decirse que es una ética-social como visión de la praxis política. Dado que Agustín, en tanto hizo por fundar y promover una cultura cristiana además de defender con argumentos de todo el acusado, que lo resuelve desarrollando tres grandes argumentos:
1.- La exposición fiel de la doctrina cristiana;
2.- La atenta recuperación de la cultura pagana (en lo que tenía de recuperable);
3.- Y la demostración insistente de la presencia en la enseñanza cristiana de cuanto verdadero y válido había en aquella cultura. Eso sí, con la ventaja de encontrarse perfeccionado y sublimado.
Esta obra merece ser leída atentamente, tanto hoy como ejemplo y estímulo para profundizar el encuentro del cristianismo con las culturas de los pueblos. De como esa inculturación fue producto de evangelizar y llenar de aquello que ya tenían como germen de la verdad las mismas culturas, porque el Buen Dios, no puede negarse a revelarse las cosas como son a todos los hijos de su amado y Sagrado Corazón.
Por ello, vale la pena transcribir un importante texto de la misma: "La ciudad celeste... convoca a los ciudadanos de todas las naciones sin preocuparse de las diferencias de costumbres, leyes o instituciones... no suprime ni destruye cosa alguna de éstas; al contrario, las acepta y conserva todo lo que, aunque diverso en las diferentes naciones, tiende a un mismo fin: la paz terrena, pero con la condición de que no impida la religión que enseña a adorar a un solo Dios, sumo y verdadero".
Una obra mayor de la literatura y pensamiento universal. Y el lector debe seguir el ejemplo agustiniano: "Toma y lee". Así como todo el valor y legado de la cultura que se formará con él como culmen: la patrística, y luego la que bebe de él,
la escolástica.
La enseñanza de Agustín al hombre contemporáneo:
De él se aprende la introspección interior y la búsqueda de Dios a través de la razón y la fe. Pero San Agustín, a quien la Iglesia recuerda hoy, también nos enseña a leer la historia a la luz de la Providencia.
"Los Padres de la Iglesia se llaman con razón aquellos santos que, con la fuerza de la fe, la profundidad y la riqueza de sus enseñanzas, han regenerado y aumentado mucho la Iglesia en los primeros siglos", escribió Juan Pablo II en su Carta Apostólica Patres Ecclesiae. Y entre los Padres de la Iglesia está San Agustín, Obispo de Hipona, que con su ministerio pastoral y sus obras contribuyó enormemente al desarrollo de la doctrina cristiana.
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San Agustín el pastor
Si con su experiencia de vida el prelado africano nos enseña a recorrer el camino de la interioridad para encontrar a Dios y comprender su Palabra con fe y razón, a través de diversos escritos responde también a las grandes preguntas del hombre sobre la existencia, sobre el bien y el mal, sobre la historia. Y hay muchas homilías en las que Agustín aborda temas de actualidad, cuenta a sus fieles sobre las costumbres paganas, les ayuda a leer la realidad a la luz del Evangelio. Como pastor, durante 35 años, dirigió su diócesis en la ortodoxia cristiana y, en espera de su episcopalis audientiae, tuvo que resolver aquellas controversias civiles que los ciudadanos de Hipona le sometieron como árbitro de disputas, algo que le acercó aún más a su pueblo; se dirigieron a él por su alabanza arbitral por parte de las multitudes de litigantes, paganos y cristianos. Todo esto le llevó a tratar problemas concretos y a tratar con herejías y cuestiones teológicas, mientras que sus sermones encantaron tanto a la audiencia que pudo tenerlos atentos durante horas.
La providencia en la historia
A una edad madura, entre 413 y 426, Agustín escribió La Ciudad de Dios, ofreciendo una lectura de la historia a través de la lente de la fe católica. En los 22 libros que lo componen, el mundo es descrito como el fruto de la "ciudad terrenal", marcada por el pecado y el amor propio del hombre, y de la "ciudad celestial", el lugar de la Gracia y el amor de Dios. Pero, para el Obispo de Hipona, en todas las civilizaciones hay hombres que pertenecen a una u otra. Además, viendo a la Providencia como una guía para toda la historia, cada evento y cada acontecimiento personal se ilumina con un significado. La de Agustín en La Ciudad de Dios es una reflexión filosófica, teológica y política. El Padre Giustino Casciano, Prior Provincial de la Provincia Agustina de Italia, explica lo que hay que recuperar hoy de este trabajo:
R. - "La Ciudad de Dios" fue escrita por Agustín cuando Roma cayó en manos de los godos. Este evento verdaderamente epocal sacudió a la gente, las conciencias de ese tiempo, y causó la acusación contra los cristianos de ser la causa de la ruina de la ciudad de Roma, de la ciudad eterna. Y Agustín quiere, escribiendo "La Ciudad de Dios", responder a estas acusaciones. Y dice que no es por el cristianismo que Roma se ha vuelto débil y ha caído en manos de los bárbaros, sino que es por la corrupción moral, la corrupción de las costumbres, que Roma ha perdido su esplendor y su grandeza. Se debilitó a causa del hombre, que siguió más pasiones que su propia inteligencia, su destino eterno. Creo que es interesante reflexionar sobre la situación actual del mundo, sobre el hecho de que estamos viviendo esta crisis de la epidemia mundial que ha afectado a todos los pueblos. La reflexión de Agustín puede ser muy interesante para tener una visión de la historia del mundo, donde el cristianismo puede dar tanta luz, donde la fe cristiana puede ofrecer tantas salidas.
Agustín ase dirigiría al mundo de hoy:
Debo decir que Agustín habla mucho al hombre de hoy, y a los que podemos buscar respuestas concretas de problemas muy humanos. El hombre contemporáneo se siente muy cercano a él; está a más de 1600 años de distancia, pero su lenguaje, su forma de ser y su postura, lo hacen muy, muy relevante, su tertimonio personal, le acercan con demasiada diferencia a otros.
Creo que Agustín si hablaría, sobre todo, a nivel antropológico, hablaría al corazón de la gente, a su necesidad de felicidad, de seguridad. Creo que sería muy interesante escucharlo hablar o escribir en la sociedad actual. Y es tarea de nosotros los Agustinos hacerlo vivo, actual, en nuestra sociedad. Porque la educación de la forma memorística ha cambiado, pero su psicología, y su metafísica-antroplógica, es poderosamente capaz de dar muy buenas respuestas.
Hay que afirmar con Agustín que hay que sentirse junto a la Iglesia y caminar junto a la Iglesia Católica. Agustín fue, después de su conversión, un gran pastor muy atento a todos los problemas de la sociedad y de la Iglesia de la época. Y él, en su regla, en sus escritos, nos da precisamente esta enseñanza: poner en primer lugar las necesidades de la comunidad cristiana y dejar de lado una legítima necesidad de investigación, de contemplación, de estudio, siempre que las necesidades de la caridad estén en primer lugar. Así que queremos, como agustinos, tener esta prioridad: ayudar al Papa, ayudar a los obispos, caminar junto con la Iglesia Católica en la misión de evangelizar el mundo en el que vivimos.
Y de este momento particular , debemos con calma eleguir las fechas de boda.
Con la proclamación del Evangelio, tanto con la palabra como con la vida. Pero no una proclamación del Evangelio hecha sola, sino hecha junto con la comunidad religiosa. Nuestro carisma es sobre todo esto de la comunión: los religiosos viven juntos, se ayudan mutuamente, tratan de caminar juntos en la fe, en la oración, en el servicio, para anunciar el Evangelio con un solo corazón y una sola alma.
Es un ideal difícil, porque la vida común es un gimnasio, es un entrenamiento continuo, una lucha continua, para superar las diferencias y transformar la individualidad en una riqueza, para superar las dificultades que a veces son de carácter diferente, de culturas diferentes, de orígenes diferentes, haciendo que estas diferencias se conviertan en una riqueza. Y esto es posible con el don de la caridad. La caridad por encima de todo.
Tenemos grandes santuarios en Italia, como el santuario de Santa Rita en Cascia, tenemos grandes parroquias, como en Milán o Roma o en otras ciudades; no nos distinguimos por un apostolado particular; muchos de nosotros somos profesores, tenemos un gran centro de cultura en el Augustinianum de Roma, tenemos un centro médico de excelencia en la provincia de Bari. Lo que nos distingue es sobre todo esta evangelización conjunta, como comunidad.
Vemos el futuro de las comunidades agustinianas en Italia y otros lugares.
Es ciertamente un futuro con muchas dificultades, debido sobre todo a la falta de vocaciones, por lo que la urgencia más importante es acercar a los jóvenes, caminar junto a ellos, anunciar a Jesús a las nuevas generaciones y pedir con una oración incesante el don de tener nuevas y santas vocaciones a la vida consagrada y al ministerio ordenado. No queremos cerrar conventos, queremos, con la ayuda de Dios, abrir nuevas realidades; pero esto, es evidente, sólo puede hacerse con nuevas vocaciones, sin olvidar que caminamos junto con las familias, junto con los laicos. Somos uno con los laicos y las familias agustinas que viven en nuestros contextos. Las dificultades de la Iglesia son nuestras dificultades.
¿Hay alguna frase, algún pensamiento, de Agustín que, en su opinión, pueda ser un poco el lema de la Provincia Agustina Italiana para los próximos años?
Naturalmente, me vienen a la mente varias frases. Una se refiere a la razón y la fe (o sus versiones modernas, fides et ratio): "Creer para entender y entender para creer". Creo que es importante que unamos cada vez más todas las capacidades de la ciencia, la tecnología, la inteligencia humana, pero a la fe. Sólo si somos capaces de tener estas dos alas, el ingenio humano y la fe en Dios, podemos volar de verdad. Si falta una de estas dos alas, existe el riesgo de que nos quedemos en el suelo y no podamos levantarnos. Y también me gusta mucho la frase sobre la gracia de Dios. Junta la libertad humana y la Gracia de Dios, haz todo lo que puedas con tu fuerza, pero sobre todo confía en la Gracia de Dios con la oración. Creo que Agustín es precisamente capaz de unir siempre estas realidades entre sí; es el doctor de la Gracia pero también es el doctor de la libertad.
Nos ayudará a leer e interpretar la realidad y las necesidades de nuestros hermanos. Unidos y en comunión con Cristo, podemos confiar en la seguridad de superar las situaciones difíciles que tendremos que vivir".
Unidos y orientados hacia el bien común frente a la pandemia
Recordando, pues, la emergencia de coronavirus que viven todos los continentes, el Padre Moral añade: "La celebración de la solemnidad de nuestro Padre San Agustín también está implicada en los problemas de la atención sanitaria que debemos mantener. Por esta razón, las Santas Misas y otras celebraciones verán reducida su participación en la mayoría de los lugares, o incluso en otros ni siquiera podrán ser celebradas públicamente".
Finalmente, pensando en la semblanza de San Agustín dirijamos nuestras mentes y corazones a lo esencial del carisma agustiniano. "Busquemos el bien común, la comunión con nuestros hermanos", concluye, "trabajando en nuestra interioridad y relación con Dios, ofreciendo un testimonio de fraternidad y solidaridad con las personas afectadas por los problemas causados por la pandemia".
Amén.
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