Hace ya tantos años de años, que vengo oyendo y leyendo sobre el mito o la parábola de la caverna; sin duda alguna de las historias que no solo los estudiantes de filosofía y la gente de las letras y humanidades conoce de oído al menos, sino de las que más es conocida fuera tal vez de las lecturas o parábolas propias de la Santa Biblia; así que hoy día que estuve recordando mis lecturas del querido Platón. Aprovecharé para no solo departir porque me gustaría que conozcan más de esta alegoría en la cual el principal narrador de ella es: Sócrates, quién describe una vivienda subterránea, es decir, una caverna, que es muy parecida a una cueva profunda, desde la cual un pasaje áspero, difícil y empinado conduce hacia arriba a la superficie de la tierra.
Desde esta lectura dentro de la cueva viven personas que han pasado allí toda su vida como prisioneras. Están atados a sus muslos y cuellos de tal manera que solo pueden mirar hacia la pared de la cueva y no pueden girar la cabeza. Por lo tanto, nunca pueden ver la salida a sus espaldas y no saben nada de su existencia. Tampoco pueden verse a sí mismos ni a los demás presos; lo único que ven es la pared hacia la que se vuelven. Ese ambiente que es su vivienda, está iluminado por un fuego que arde detrás de ellos en la distancia.
Estos prisioneros solo ven esta luz que ilumina la pared, pero no su fuente, de hecho, pueden verse sombras en la pared, que son producidas. Y entre el interior de la prisión y el fuego hay un pequeño muro que no es tan alto como para tapar la luz del fuego. Siendo que, a lo largo de la pared, la gente lleva varios objetos, réplicas de figuras humanas y otros seres vivos hechos de piedra y madera. Estos objetos sobresalen más allá de la pared, pero sus portadores no.
Es toda una producción cinematográfica, pero de sombras por decirlo de una forma actual, dado que algunos portadores hablan entre ellos, otros guardan silencio. Dándoles a los objetos en movimiento proyectan sombras en la pared de la cueva a la que se vuelven los prisioneros, los habitantes de la cueva pueden percibir las formas en movimiento como sombras. Pero no sospechan nada de los portadores. Cuando alguien habla, el eco resuena en la pared de la cueva como si las sombras estuvieran hablando. Por eso los presos piensan que las sombras pueden hablar. Consideran las sombras como seres vivos e interpretan todo lo que sucede como sus acciones. Lo que está pasando en la pared es para ellos toda la realidad y es absolutamente cierto. Desarrollan una ciencia de las sombras e intentan establecer regularidades en su apariencia y movimientos y derivar pronósticos de ellas.
Dan elogios y honores al que hace las mejores predicciones. Ahora Sócrates le pide a Glaucón que imagine qué pasaría si uno de los prisioneros fuera desatado y obligado a ponerse de pie, darse la vuelta, mirar hacia la salida y volverse hacia los objetos mismos, cuyas sombras ha observado hasta ahora.
Esta persona estaría dolorosamente cegada y confundida por la luz. Consideraría que los objetos que ahora entraban en su campo de visión eran menos reales que las sombras con las que estaba familiarizada. Por lo tanto, sentiría la necesidad de volver a su posición habitual, porque estaría convencida de que la realidad solo se podía encontrar en la pared de la cueva.
Y volviendo sobre la enseñanza que nos puede dar la parábola de la caverna, que me gustaría compartir con ustedes aquí.
Ella no creería ninguna enseñanza contraria de un libertador bien intencionado. Si es que ahora el hombre liberado fuera arrastrado fuera de la cueva por la fuerza y llevado a la superficie a través de la infranqueable y empinada subida, resistiría esto y se confundiría aún más, porque sería cegado por el brillo de la luz del sol y por lo tanto, no podía ver nada al principio. Lentamente tendría que acostumbrarse a la vista de lo nuevo, por lo que podría reconocer primero las sombras, luego los reflejos en el agua y finalmente las personas y las cosas mismas.
Mirando hacia arriba, primero querría familiarizarse con el cielo nocturno, luego con la luz del día y finalmente se atrevería a mirar directamente al sol y percibir su composición. Entonces también pudo entender que es el sol cuya luz crea sombras. Después de estas experiencias y percepciones, ya no tendría necesidad de regresar a la cueva, para tratar allí con la ciencia de las sombras y ser alabado por los prisioneros.
Y, sin embargo, si regresaba a su antiguo lugar, primero tendría que acostumbrarse lentamente a la oscuridad de la cueva. Por lo tanto, le iría mal durante algún tiempo en la inspección habitual de las sombras allí. Los habitantes de las cavernas concluirían de esto que él había echado a perder sus ojos arriba. Se reirían de él y pensarían que obviamente no valía la pena salir de la cueva ni siquiera para intentarlo. Si alguien intentara liberarlos y guiarlos, lo matarían si pudieran.
Mi pregunta: ¿Crees que si al reo liberado se le explica cómo se proyectan las sombras, lo aceptaría fácilmente? ¿Tendría siquiera las habilidades cognitivas necesarias para comprender la existencia de las sombras?
De lo contrario, podría hundirse en un delirium furiosum y, por lo tanto, ya no acceder a su mente de manera saludable.
Si lo hiciera, ¿qué haría? ¿Jugar trucos arbitrarios a los otros prisioneros con las sombras, para burlarse de ellos por su "ignorancia" o incluso manipularlos conscientemente, para luego presentarse como "profeta" o "gobernante de las sombras"?
Escríbeme tus ideas. Me alegraría mucho tu opinión y perspectiva y tal vez "discutamos", o intercambiemos las ideas un poco, y así estaremos volviendo a debates de hace años, actuales y muy muy antiguos… toda la vida no alcanza… gracias.