Hay que tener cuidado de no definir como anárquica la demagogia de clase, cada vez más fortalecida por todos los actores políticos e institucionales. En un país donde abundan las críticas negativas pero son nulas las propuestas y los hombros que aguanten el peso. Negarse a aportar al Estado para la búsqueda sistemática del mejoramiento de la democracia y el bien común de los peruanos y en especial de los más desfavorecidos e históricamente abandonados por el Estado y sus agobiantes límites. Son la marca siempre pendiente y constantemente ausente de las agendas tanto del primer poder del Estado, del Ejecutivo y de los partidos políticos (léase las agendas de cada orientación hacia esta forma necesaria para la reformulación social y actualización de los propósitos de los actores sociales). El dinero no viene solo, ante lugares de creciente pobreza y dificultades de salud y bienestar.
La sociedad debe levantarse y no simplemente rebelarse o realizar protestas inútiles. Por ahora, es la coyuntura actual la que busca el mejor escenario para brindar la narrativa que desarrollarán los actores políticos. Pero sin posibilidad de reivindicar el bien de todos y mantener ese progreso que pedimos para su uso y acceso por sujetos sin restricciones, de todos los ámbitos de la nación peruana y de los nuevos hijos que hemos adoptado en este proceso. Que la tiranía genocida y los antecedentes peligrosos en Venezuela, con la continuidad antidemocrática y militarizada sin honor de lo que pudiera llamarse Vene-cuba, en la peor versión del castrismo como política castrista y con narrativas de odio contra los yanquis y los discursos capitalistas, una 'permanencia inútil y acaparamiento del poder monopolista que encapsuló la bella zona de Haba y sus alrededores, en esferas menos soleadas del futuro inmediato e intermedio.
Divide y reinarás, parece resonar en estos tiempos... Pero no somos un reino ni muchas veces es necesario dividirnos desde afuera, hay que unirnos.
Maduro dejará el poder solo si es obligado con carácter de fuerza y hasta de una violencia controlada. Es una pena llegar a estos niveles de aferrarse al poder y de una incapacidad para la política en su versión artística así como actividad social. Ya hubimos tenido una elección binaria: crisis perpetua de refugiados, o intervención militar. Si vamos a seguir dejando al chavismo en el poder, por negligencia, deberíamos al menos concentrarnos en acoger e integrar a los refugiados que llegan a nuestra frontera. En cambio, nuestro discurso político se centra en encontrar formas de expulsar a los refugiados.