EL DRAMA DE LA GASOLINA

in gasolina •  3 years ago 

Son las doce del mediodía. Me llaman para decirme: "vente rápido, te tengo un cupo apartado para poner gasolina mañana"
Salgo lo más rápido que puedo. Llegó al lugar que afortunadamente está a poca distancia de mi casa y a pocos metros de la estación de servicio. Hago cofradía con varias personas y después de varias escaramuzas con los vende cupos, nos colocamos cada uno en un lugar de la acera de la avenida. Hay personas que venden los cupos hasta en cinco dólares, otros piden que le den dos artículos de la cesta basica; otros pocos solo piden uno. Siguen los reclamos; gritos por aquí, enfrentamientos por allá. Mi grupo decide no intervenir y no entrar en discusiones. Después de un rato todo se calma.
Ya son las doce del mediodía. El calor es intenso incluso a la sombra. Es una de las penitencias que debemos soportar los que queremos surtir los treinta litros que corresponden.
Empiezo a hablar con las personas que están junto conmigo; compartimos ideas, reímos, hablamos sobre la situacion país. Ya la tarde está por finalizar.
Comento con algunos sobre el robo de las baterías que han sucedido en noches anteriores. Algunos son escépticos, niegan la situacion y dicen: "aquí en mi sector nadie se mete con ningún carro y hay de quien lo haga".
Mi hijo mayor viene a hacerme un relevo momentáneo; llega en bicicleta y me voy a casa para darme una ducha y reponer energías con una deliciosa arepa rellena con queso que mi esposa me prepara, además de una que me sirve para más tarde por si el hambre pega.
En menos de una hora salgo nuevamente para la cola y para desventura un caucho de la bicicleta se desinfla a mitad del camino. No me queda otra que caminar hasta llegar al sitio donde está la cola. En un taller cercano propiedad de un amigo, tratamos de solucionar lo del caucho desinflado. Resulta imposible. Mi hijo decide dejarla allí y se devuelve a casa caminando. Por suerte no es tan lejos. Ya caída la noche muchos se van y dejan sus carros a la suerte. Me entretengo echando un vistazo a las redes sociales y chateando con los amigos. Le mando mensajes a mi esposa e hijos. Al rato me acerco nuevamente al taller de mi amigo y conversamos por largo rato. Imposible no hablar acerca de la situacion económica que nos aprieta el bolsillo. Recordamos los tiempos de bonanza y dejamos en el aire el deseo de un cambio rápido en el país o esto se lo lleva quién lo trajo.
Cercana las nueve de la noche hago del cojín de mi carro el colchón para pasar la noche; trato de conciliar el sueño. Llegan los invitados no deseados, el calor y las plagas. Me defiendo con palmadas, a trapaso limpio; son enemigos muy fuertes. Solo pienso en que acabe rápido la noche y salir de este suplicio.
Algunos pocos conversan en el medio de la avenida o en las banquetas de un plazoleta cercana. Yo observo el panorama desde dentro de mi vehículo. Aún hay algo de tránsito en la avenida y algunas personas deambulan por el sitio.
Cercanas las dos de la madrugada puedo al fin conciliar el sueño. De repente un traqueteo me despierta y me incorporo rápidamente de mi cama improvisada. Veo hacia la parte trasera y observo a un individuo levantando la capota de uno de los vehículos que están detrás del mío.
Decido no llamar la atención y observo los movimientos de dicho personaje. En un momento se aleja para luego regresar nuevamente. A los pocos minutos observo como nuevamente se acerca, pero está vez lleva en su regazo una batería. !Dios mío santo¡ Me atemorizo y me embarga el miedo. Rondan varios pensamientos en mi cabeza. Le pido a Dios me proteja y me libre de todo mal. Decido bajar del carro y empiezo a tocar las ventanillas de los otros carros para buscar compañía y avisar de la situacion. Para mí sorpresa nadie responde. Pienso que todos se han ido. Atemorizado por la soledad decido nuevamente abordar mi carro sin dejar de pensar que el individuo en cuestión puede regresar.
Para mí fortuna y tranquilidad, un vecino que es familiar de una de las personas que dejaron su carro se asoma en la puerta de su casa. De inmediato lo alerto de la situacion. Sale con nerviosismo hacia el carro de su familiar y descubre que ha sido una de las víctimas de la noche. Otras personas que estaban dormidas en sus carros salen al fin. El vecino decide salir en su moto a pescar al malechor; lleva consigo una barra de hierro para cobrar justicia propia. Al rato regresar sin rastro del ladrón.
Los que estábamos ya incorporados comentamos sobre la situacion. Ya son las cinco de la madrugada. El ambiente está frío. Entro al carro nuevamente y caigo rendido del sueño. Al despertar ya el cielo está claro, las aves cantan y muchas personas transitan hacia sus trabajos o hacia algún lugar. En pocos minutos recibo mensajes de mi casa para saber cómo estoy. Decido no hablar sobre lo sucedido. Con el día totalmente despierto la calle es un revuelo. Algunos especulan sobre si la estación de servicio va a surtir este día. En otras ocasiones el sacrificio ha sido en vano y hemos tenido que irnos con las manos vacías. La gente critica la falta de información sobre el tema. Yo me muestro positivo y le transmito a la gente la misma sensación.
Ese positivismo surte efecto y rondando las nueve de la mañana un trabajador de la estación viene colocando sobre el parabrisas de los vehículos apostados en la cola el número que le corresponde para ser atendido. Eso me da un gran respiro. Al poco rato la cola empieza su andar. Ya empiezan a surtir los primeros vehículos. Hay esperanza de irse a casa temprano a descansar. Mi hijo menor me trae el desayuno acompañado con un vaso con café. Conversó un rato con el y luego se marcha.
Cuando al fin llegó mi turno cercano al mediodía, observo la situacion de siempre. Los militares que custodian hacen sus negocios ofreciendo surtir gasolina por la suma de diez dólares a personas que no les corresponde surtir ese día; los trabajadores de la estación también hacen lo mismo para sumar algo al bolsillo. Ofrecen poner algo más de gasolina si se le "rescata" con algunos dólares. También los dueños de la estación entran en la jugada. Finalmente logró surtir y parto hacia el taller de mi amigo a recoger la bicicleta averiada e irme a casa.
Han pasado desde el anterior hasta este momento casi veinticuatro horas.
Un verdadero sacrificio a la dignidad.

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