"Muchas mujeres vivimos años y años soñando con casarnos; pensamos “Sí, esta vida nunca será perfecta, pero cuando me case seré feliz”. Vemos el matrimonio como un fin y no como un medio. Vemos el matrimonio como un evento que nos tiene que hacer felices, y no como una larga carrera de aprendizaje y crecimiento.
Nuestras expectativas cambian cuando entendemos que nuestro matrimonio es parte de nuestro peregrinaje cristiano y que es un medio para ver, disfrutar, y conocer más a nuestro Salvador. Entonces empezamos a comprender que cuando entramos en el matrimonio estamos entrando a una vida de aprendizaje; de caer y levantarnos; de pedir perdón y perdonar; de soportar y dejar que el Señor moldee nuestro carácter y nos haga más como Cristo".