Hoy, como cada tarde de los últimos años (no sé cuántos, porque habito esta ciudad de nuevo dede hce seis meses) aparecieron las guacamayas por mi urbanización.
De lejos una alharaca anuncia su vuelo majestuoso. Vienen a comer de la mano de alguien que las admira -¿y cómo no hacerlo?- y cuya mano veo asomarse en ese balcón privilegiado.
Me da por tomarles las fotos que puedo, antes de que, precedidas de su maravilloso escándalo, se lancen al vacío, hacia su vacío, dibujando de azul, amarillo y alharaca psitácida el espacio agradecido de mi ciudad, Caracas.