Era ya el atardecer.
Un joven, connocerdor de las artes marciales, estaba sentado placidamente en un parque. Frente a el, habia una pareja de ancianos disfrutaba de la tranquilidad de la tarde, de repente, un hombre corpulento aparece en el paseo, su forma de caminar indica que esta ebrio, se detiene frente los ancianos y empieza a insultarlos.
El joven se levanta de su asiento y se dirige al banco de los ancianos. No esta dispuesto a que se atropele ados indefensos ancianos. La decision del joven era clara, Tendria que acudir a la fuerza para dominar al insolente, aunque sabe, por sus enseñanzas, que solo debe recurrir a la fuerza en caso extremo.
Cuando el joven esta a punto de ponerle las manos encima, oye la suave voz del anciano que le dice: Alto ahi. El joven y el borracho quedaron paralizados. El que esta ebrio, por un intante, mira con desprecio al anciano y quiere dar una leccion al entrometido. Por sugunda vez oye la voz del anciano que, con mayor enfasis, dice: No quiero que peleen, Primero vamos ha hablar. Y alargo su mano al borracho al tiempo que, con cierta ternura, le preguntaba que era lo que le estaba pasando.
Momentos mas tarde, el joven que creyo que, con la aplicacion de su lucha aprendida en las artes marciales, resolveria el problema, vio como el ebrio, sentado al lado del anciano se desahogaba y lloraba como un niño. De retorno a su casa comprendio que, en su vida, las artes marciales habian sido muy importantes, pero ahora tenia claro que en la vid humana hay armas tan poderosas como las artes y que eran la fuerza de la palabra y del amor.