Domingo

Hoy es domingo y estoy sentada en el desayunador con una taza de café humeante mientras lo veo a él en pantalones de pijama, sin camisa y con el pelo revuelto, mientras prepara el desayuno como todos los fines de semana y me pregunté ¿Cuándo me enamoré de él? Y me di cuenta de que no tenía una respuesta clara…

¿Por qué? Porque me enamoré sin darme cuenta, entre cada parpadeo, con lentitud, entre risas, no sucedió como me lo esperaba, no fue un amor de golpe que te deja sin aliento así como sucede en los libros que acostumbro a leer.
Me enamoré de él, porque cada vez que compraba helado y no quería compartir, me encargaba de lamer toda la cuchara para que él no la tocara y aun así lo hacía sin un ápice de asco, de que pidiera mi refresco favorito, de que trajera cerveza sin avisarme, que no le molestara que dijera groserías, de que me remedara, de cómo se veía cuando no se afeitaba ni se peinaba.
Me enamoré de su gusto musical que completaba perfectamente al mío, de esa carcajada que soltaba cada vez que yo hacía algo mal, de su perfume que me embriagaba y que me convertía en una adicta a él, de esa manía de sonarse los dedos.
Me enamoré de esa sonrisa con esos hoyuelos, de esa espalda fornida y llena de pecas, me enamoré de su ortografía perfecta, de que siempre tiene hambre y más importante que los domingos son para estar en casa todo el día en pijama y no bañarse.

Caí en cuenta de que me enamoré de él cuando al verlo a los ojos me sentí en casa, me enamoré porque era imposible no hacerlo.

Escucho un chasquido de dedos que me devuelve a la realidad.
-Hey… Babu ¿estás aquí?- dice sonriendo.
-Si aquí estoy- dije dándole un sorbo a mi café.
-Vamos a desayunar, trae el plato y veamos una película, con tal es domingo.
-Voy…- es lo único que respondo con una gran sonrisa, hoy es domingo es mi día favorito porque él lo hizo así.