Hola comunidad de Steemit y amigos, en esta oportunidad les traigo una historia que escribí hace algunos años atrás sobre un sueño que tuve en esos momentos de lucidez que se tienen al dormir mucho entre un sueño y otro, es algo muy personal y apreciaría mucho escuchar que opinan de este pequeño relato.

"Sentado en una mesa para dos en un restaurante situado en la terraza de algún hotel en París, Yo, un extranjero aprovechando la oportunidad de un exitoso empleo, con la posibilidad de obtener divisas para regresar a mi
infortunado país y poder darme una vida de ricos, observo a la distancia el horizonte, donde una luna llena me devuelve una mirada plena de luz.

Me encuentro en una de las ciudades más hermosas y románticas del mundo. Llegué hace tan solo unas pocas horas y el traductor que la embajada me designó yace dormido en su habitación. Me invade de ansiedad la grandeza de esta nación. Los hermosos edificios, personas amables y un ligero aire de no existe nada en este mundo –sin tono sarcástico–, que tomo con cada bocanada de aire. Estaré tan solo seis días en este mágico lugar, contando éste y el día de mi partida; debo enfocarme en los objetivos propuestos para las empresas que me están contratando.

Qué rápido pasará esta experiencia, susurró a mis adentros, espero recordar cada día de mi estadía con extremo detalle.

Dejo de fantasear tanto en lo que haré mañana y me concentro en disfrutar en detalle mi primer día; mis ojos se llenan
con lo que el ambiente ofrece: Enorme edificio de color gris plomo, un sinfín de ventanales a los costados con persianas de brillante seda blanca y tenue luz amarilla saliendo de las habitaciones que se mantienen todavía en desvelo, con alguna historia escondida a puerta cerrada que mi mente maquina y fantasea y no me concierne en este momento. Estoy sentado en una mesa para dos en la terraza de algún hotel en París y la mesa es redonda, pequeña, con un mantel blanco de seda sobre ella y un florero rojo con una rosa blanca sin agua.

Cómo se nota que tienen el dinero para cambiar esta rosa aproximadamente cada dos días, se me ocurre, mientras fijamente la observo.

Rompo mi silencioso recorrido visual en búsqueda de detalles dentro de la infraestructura o la atención del restaurante al son del taconeo de una hermosa chica de cabello rojizo oscuro, con una camisa de cuadros blancos y azules, pantalón de vestir negro y un delantal blanco.

–Hello –sonrío.
–Bonsoir Monsieur –ella sonríe de vuelta–. Vouliez-vous ordre
quelque chose ?
–Don’t you speak english? –le respondo, confundido por sus palabras. No hablo francés, solo inglés y español.
Ella menea la cabeza de un lado a otro, negando.
–I’m sorry; I don’t speak english –su mirada se disculpa con la mía e inmediatamente sentí que sus ojos oscuros eran grandes y bonitos.

Me preocupa un poco la situación en la que estoy en el momento en que ella me entrega la carta del restaurante, donde no logro entender ninguno de los nombres que aparece en el menú. Sin embargo, no llego a estresarme, ya que disfruto con mucho placer su risa al ver mi rostro desconcertado, sin tener idea de qué ordenar. Pasado un largo rato, en donde la chica seguía disfrutando la situación, me hace una seña con la mano para que espere un momento… y se va.

Unos minutos después, llega con una canasta con trozos de pan, horneados con mantequilla, ajo y perejil. En mi país no es tan diferente, pienso rápidamente. Junto las manos y bajo la cabeza en señal de agradecimiento. Ella sonríe y me repite la señal de espera, dejándome a solas con la canasta, la flor, la luna y su sonrisa en el pensamiento. Empiezo a replicarla con mis propios labios, logrando que me duelan los músculos de la cara.

Cuando estoy terminando el último trozo de pan y acabando mi segundo vaso de agua, veo que la hermosa chica se acerca nuevamente a mi mesa. Aunque, en esta ocasión, viene con el delantal en el brazo y con la camisa desabotonada en los dos primeros espacios y las mangas recogidas; se acerca a la mesa y me hace un gesto, acompañado de una silenciosa petición de compañía. Asiento con la cabeza y retiro un poco la otra silla, para que ella pudiera sentarse. Al quitar el delantal, veo que esconde una botella de vino que no logro reconocer y un plato con una hamburguesa y papas fritas. El delicioso olor golpea mi olfato, recordándome el hambre que tengo.

–Qué extraño estar en un país de tan extensa cultura culinaria, para terminar comiendo comida americana –digo en voz
alta, con un claro tono burlón, porque sé que ella no me entenderá. La misteriosa chica de brillantes ojos cafés sonríe, mientras sirve dos copas; yo erradico mi hambre, prácticamente devorando la hamburguesa. Luego de un amplio sorbo de vino tinto, ella me susurra su nombre en un seductor acento francés que me quita el aliento. Sus mejillas sonrojadas en una sonrisa totalmente cautivadora no me dejan saber si ella se sentía apenada o nerviosa o más bien emocionada.

El tiempo comenzó a correr más deprisa a medida que las copas de vino se llenaban y se vaciaban en nuestros labios, en
nuestras lenguas, en nuestra conversación unilateral. Yo le mostré mis más grandes temores y le expuse el más fuerte de mis sueños, hablé de mis convicciones más profundas y de mi inconformidad con el mundo y la sociedad y la política y el amor. Ella solo me mira a los ojos, como si realmente entendiera lo que estoy diciendo, pero estoy seguro de que no lo hace. De igual forma, conforme termino de hablar, ella comienza a hablar con la misma fuerza y pasión con la que yo le expongo mi corazón y cerebro, como si estuviésemos hablando de lo mismo, como si de alguna forma yo también
entendiera lo que ella me está diciendo y nos llegamos a sentir identificados. Como si estuviésemos conectados.

Aunque nos tomamos las copas bastante rápido, la botella parece ser infinita. Nos quedamos sin más palabras que seguir arrojando a oídos que no pueden cuestionarnos, pero que sí comparten la energía de nuestras almas resonando juntas en una abstracción del tiempo y el espacio, donde la realidad no se conecta en ningún aspecto con este momento y siendo el escenario de nuestros pensamientos danzantes, nuestras miradas conectadas y pude descubrir lo que era la felicidad de haber encontrado el amor y sentirme pleno.

Estos seis días han pasado ya y estoy de regreso a mi país, sin poder recordar con detalle cómo fue la estadía del resto de mis días luego de mi llegada, entregado a volver a la realidad y seguir con mi vida. Aún no puedo creer cómo pude entenderme tan bien con una persona que no podía entenderme. Ni de qué forma llegué a sentir la plenitud sin haber llegado hasta la muerte, pero de una cosa sí estoy seguro: La verdadera energía del amor sincero nos atrapó aquella noche en París y el misterio en el cual, sin que existiera algún tipo de contacto físico, logramos tocar la fibra sentimental.
No me arrepiento de no tenerla cerca, no me arrepiento de no volverla a ver, no me preocupa lo que será de su vida, porque sé que, de ahora en adelante, nosotros nos amaremos incondicionalmente hasta el día en que dejemos de vivir. Mientras tanto, seguiremos juntos en aquella abstracción del tiempo que llamo Sueño Perfecto, en donde no afecta la realidad y podemos seguir amándonos sin limitaciones."