El arte rompe con el pasado. Historia de la Literatura experimental.

in history •  7 years ago  (edited)

En busca de nuevas experiencias.

El siglo XX es una época convulsa marcada por dos guerras mundiales, crisis económicas y conflictos de orden social y racia. La literatura refleja esas experiencias traumáticas, así como la crisis de valores que sufre la sociedad. Se distinguen tres tendencias: la literatura experimental, la existencial y la social. La primera se centra en la innovación formal. La literatura existencial busca dar respuesta a las grandes preguntas sobre el sentido de la vida y el mundo (¿para qué vivimos?, ¿por qué estamos aquí?…). Por último, en la literatura social, también llamada comprometida, las obras, testimonio directo del momento histórico, constituyen un instrumento de denuncia social y política.  

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Las vanguardias.

Con el término “vanguardias” se designa a una serie de movimientos estéticos que, en el primer tercio del siglo XX, rompen drásticamente con el arte que se venía realizando anteriormente. Los iconoclastas poetas de dichas vanguardias experimentan constantemente con nuevas técnicas expresivas, sin respetar la lógica ni la gramática. Además, afirman que la belleza no puede percibirse a través de la realidad y de las emociones, sino únicamente a través de la inteligencia, por lo que se alejan de la naturaleza y del ser humano. Los movimientos literarios vanguardistas más importantes fueron: el Futurismo, el Cubismo, el Dadaísmo, el Ultraísmo y, especialmente, el Surrealismo.   

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Futurismo y Cubismo.

El futurismo nació de la mano del Italiano Marinetti (1876-1944) y fue continuado por el ruso Maiakoksi (1893-1930). Ambos ensalzan el progreso y consideran símbolos de la civilización la máquina, la velocidad, el automóvil… Por su parte, el Cubismo literario lo inició el escritor francés Guillaume Apollienaire (1880-1918) como derivación del Cubismo pictórico. Su punto de partida es la descomposición de la realidad para recomponerla después libremente mezclando imágenes, conceptos, asociaciones arbitrarias, etc- A ello se añaden disposiciones tipográficas esenciales de los versos para lograr poemas-dibujos que adoptan la forma de los temas que canta. Así ocurre en los famosos Caligramas de Apollinaire, donde las palabras dibujan determinadas formas: una fuente de agua, las gotas de la lluvia, un árbol…  

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El Ultraísmo. 

El Ultraísmo es un movimiento de vanguardia en la lengua castellana. Nació a finales de 1918 como una reacción literaria contra el modernismo de Rubén Darío. En su gestación fue importante la influencia del poeta chileno Vincente Huidobvro (1893-1948), quien había creado su propio movimiento, el Creacionismo, tras haber tomado contacto con las vanguardias de París- Según Huidobro, el poeta no debía reproducir la realidad, sino crearla al azar mediante la eliminación de todo referente real y una gran libertad formal. Jorge Luis Borges (1899-1986), uno de los mayores creadores de este siglo, se adscribió en su juventud al Ultraísmo, abogando por potenciar la metáfora, eliminar los nexos y adjetivos inútiles o sintetizar varias imágenes en una para conseguir un lenguaje más sugerente. El poeta argentino, sin embargo, acabaría renegando más tarde de este movimiento. Borges evolucionaría hacia una literatura totalmente subjetiva, que recrea un mundo fantástico y original. Escribió poesías y ensayos, pero es en los relatos cortos donde alcanzó mayor perfección. Entre ellos destaca El Aleph. 

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Louis Aragon, pero su influencia se manifiesta en toda la poesía del siglo XX (Pablo Neruda, César Vallejo, Rafael Alberti, García Lorca…), así como en el cine y en la pintura.    

 Ideario Surrealista. 

El Surrealismo no se presenta solo como un movimiento de renovación estética, sino que persigue una liberación total del ser humano. Su objetivos principales son los que sigue: 

  •   Sacar a la luz los impulsos reprimidos en el inconsciente. De ese modo se accede a una realidad más auténtica, una super-realidad (sur-ré-alité, de ahí su nombre), que está sepultada en la conciencia. 
  • Liberar al ser humano de las injusticias del ideario capitalista.
  • Rescatar el lenguaje de los dominios de la razón, mediante la escritura automática (el pensamiento en bruto, sin ordenar ni rectificar), imágenes oníricas. Etc. Pertenecieron al surrealismo los poetas franceses André Breton, Paul Éluard y Louis Aragon, pero su influencia se manifiesta en toda la poesía del siglo XX (Pablo Neruda, César Vallejo, Rafael Alberti, García Lorca…), así como en el cine y en la pintura.   

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Hacia una poesía pura.  

Además de los vanguardistas, en los primero años del siglo XX coinciden una serie de poetas que, conjugando la herencia simbolista con la experimentación, persiguieron una poesía intelectualizada, más atenta a la forma que a los sentimientos: es la denominada poesía pura. El rasgo común a la mayoría de ellos es la utilización de un lenguaje no referencial, ajeno a la lógica. Por ello, el lector no debe aspirar a entender el poema; debe dejarse llevar por la sugestión de las imágenes y las palabras. El francés Paul Valéry (1871-1945), autor de El cementerio marino, es el máximo representante de esta tendencia.


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Otros poetas esenciales. 

La poesía pura busca captar lo esencial, lo trascendente. De ahí el hermetismo, la oscuridad de gran parte de ella. Pero este hermetismo no se ve como un inconveniente, sino como una virtud. El lector, como no puede interpretar de forma racional el verso porque este no tiene un sentido único, tiene que dejarse llevar por el poder sugerido de las palabras. Entre los poetas adscritos, en mayor y menor medida, a esta tendencia se encuentran: Saint-John Perse, en Francia; Constantinos Cavafis, en Grecia; Fernando Pessoa, el Portugal; William Yeats, Erza Pound y T.S. Eliot, en lengua inglesa; Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén y Pedro Salinas en la lengua castellana…  

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La experimentación narrativa. 

Durante el siglo XX se asisten también a una renovación en las formas de narrar. La novela nos muestra ahora una imagen del mundo caótica y confusa. Para ello, los novelistas cambian la manera de presentar la realidad alterando todos los componentes el género (acción, tiempo, personajes, narrador…). Los personajes presentan como antihéroes, seres plagados de contradicciones, y en ocasiones el protagonista individual es reemplazado por un personaje colectivo. La historia cuenta a menudo varios narradores, cada uno según su perspectiva. Es frecuente también la utilización del monólogo interior para reflejar el discurrir de la conciencia. Incluso el lector desempeña un papel novedoso: se le exige participación activa en la construcción de la historia. La experimentación narrativa comienza a principios de siglo con Kafka (aunque la temática de su obra, la angustia del hombre enfrentado al absurdo, lo relaciona con los existencialistas).   

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La revolución de Joyce. 

En 1922 el irlandés, James Joyce (1884-1941) publica Ulises, novela que concibe como una parodia moderna de la Odisea de Homero. En ella nos narra un día cualquiera de la vida de un hombre en la ciudad de Dublín. Joyce transforma de tal modo las técnicas narrativas clásicas que su obra constituye la mayor revolución jamás realizada en la novela: desordena el tiempo; fragmenta, acelera o ralentiza la acción; mezcla la realidad e imaginación; utiliza todo tipo de tonos y registros (fragmentos teatrales, recortes de prensa, monólogos interiores, cuestionarios, juegos fonéticos intraducibles…); introduce oscuros símbolos y extrañas analogías, etc.   

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Nuevas formulas dramáticas. 

En la primera mitad del XX sigue triunfando un teatro de corte tradicional, naturalista o sombolista, basado en el reflejo exacto de ambientes, de costumbres y de conflictos humanos, y en el análisis psicológico de los persnajes. No obstante, algunos autores introducirán algunas novedades formales para crear atmósferas poéticas o para acentuar la expresividad de los mensajes. Entre ellos destacan Jean Giradoux, Bernard Shaw, John Boynton Priestley, etc. Sin embargo, una verdadera renovación del teatro llegará a través de los movimientos de vanguardia, los cuales supondrán una ruptura radical: el teatro de la crueldad, el teatro épico, el teatro del absurdo y el teatro independiente.    

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El teatro de la crueldad.

El primero que pone en cuestión el teatro realista es el francés Alfred Jarry (1873-1907), quien ya en 1896 presenta, con gran escándalo, su obra Ubu rey, farsa grotesca en la que no deja títere con cabeza con cabeza. Por ello, se considera a Jarry un precursor del surrealismo y de otros movimientos vanguardistas como el teatro de la crueldad y el teatro del absurdo. El creador del teatro de la crueldad es el francés Antonin Artaud (1896-1940). En su ideario, el dramaturgo se muestra partidario de un teatro que no represente la vida, sino que sea la propia vida; que recupere su primitivo carácter de celebración colectiva. Propugna un espectáculo total, en el que el texto quede enriquecido por cualquier elemento sensorial (música, danza, medios audiovisuales, etc.). De esta manera pretende acabar con la pasividad que caracteriza al espectador en el teatro convencional. 

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Otros movimientos vanguardistas en teatro. 

  • El objetivo ante el cual nos hallamos es el mismo, superar el realismo en el teatro. Para conseguirlo, surgen multitud de corrientes que experimentan con las formas y con los contenidos. Conozcamos a algunas de las más destacadas.  
  •  El teatro épico agrupa obras de contenido social, las cuales se presentan con una novedosa puesta en escena.   · El teatro del absurdo presenta obras que, a través de una desconsoladora visión del ser humano y del mundo del siglo XX. Sus representantes más destacados son los dramaturgos Eugen Ionesco y Samuel Beckett.  
  •   Teatro independiente: a partir de la década de 1950 surgen en Europa y en América numerosos grupos, independientes de los circuitos comerciales, que dan cabida en sus representaciones a un teatro experimental en el que se concede mayor relevancia al espectáculo teatral en sí (a los efectos visuales y sonoros, a la expresión corporal de los actores, etc.) que al propio texto del aturo. Así sucede con el teatro pobre de Jerzy Gratowski y con el revolucionario grupo Livind Theater norteamericano.      

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